“Contracflación”: al borde de la extremaunción, por José Toro Hardy

“Contracflación”: al borde de la extremaunción, por José Toro Hardy

thumbnailjosetorohardyLa inflación consiste en un aumento general de los precios que ocurre cuando la masa monetaria crece más que la oferta de bienes y servicios. Acontece porque los gobiernos gastan más dinero del que reciben y obligan a los bancos centrales a emitir dinero sin respaldo para financiar el déficit fiscal.

Cuando los gobiernos no toman medidas para corregir esta peste, sus niveles se expanden hasta transformarse en una “inflación galopante”. En esos niveles estuvo Venezuela.

Pero cuando algún gobierno, por razones de ignorancia, populismo o incompetencia no sólo no enfrenta el mal sino que lo alimenta, el mismo inexorablemente avanza como una gangrena. Se llega entonces a la temida “hiperinflación”. Esta es ya una enfermedad terminal y se diagnostica cuando el nivel de los precios crece por encima del 50% mensual. Allí podría encontrarse Venezuela de acuerdo con algunos indicadores. De hecho, el FMI estima que este año la inflación alcanzará al 720%.





Sin embargo, en los procesos hiperinflacionarios las economías suelen lucir recalentadas. La actividad económica es a veces equizofrénica porque los gobiernos la han sobre estimulado y la velocidad de circulación del dinero es acelerada porque la gente quiere desprenderse del mismo y convertirlo en otros bienes o en dólares.

Pero en nuestro país tenemos que considerar la posibilidad de que hayamos caído en un mal aún peor que se conoce como “estanflación”, es decir, estancamiento con inflación. Fue documentada por primera vez en Inglaterra y provoca en 1979 la caída del gobierno Laborista de James Callagham. Surge cuando un gobernante opta por aplicar políticas expansivas con el objeto de estimular la economía, incurriendo para ello expresamente en un déficit fiscal que es financiado por el banco central. A partir de un momento determinado la inflación sigue creciendo de manera delirante mientras la economía se estanca.

Se trata de una dolencia económica maligna porque todas las medidas que se pueden tomar para curar la inflación agravan el estancamiento; pero a la inversa, las medidas que se pueden tomar para atacar el estancamiento agravan la inflación. En Latinoamérica muchos países padecieron de esta malignidad en la década de los 80. Por cierto, ni uno solo de esos gobiernos de la llamada “Década Perdida” pudo sobrevivir al mal.

Lo que padece hoy Venezuela es todavía mucho más grave que una estanflación. Como antes se dijo, cuando hay hiperinflación las economías suelen lucir hiperactivas y padecen de fiebre alta que se manifiesta con el crecimiento desenfrenado de los precios. Ahora bien, en los casos de estanflación, los precios siguen desbocados pero las economías se estancan.

Nuestra economía no está estancada. Está en un agudo proceso de contracción. De hecho el FMI estima que este año se contraerá en un 8%, a la vez que padecerá, como ya se dijo, un brutal aumento de los precios calculados en un 720%.

Estamos hablando pues de un cáncer de una gravedad extrema que hasta ahora no ha sido suficientemente descrito por la ciencia económica. Sus síntomas son evidentes y se perciben en la desesperación de la gente que siente que se quedó sin futuro y que se les ha robado el poder adquisitivo a sus ingresos. Los costos no guardan relación con los precios y estos se han divorciado de los salarios. A la vez el valor de la moneda se diluye como sal y agua entre las manos. El mercado negro campea por sus fueros. La economía ha caído en un estado caótico abatida por perversas políticas económicas (expropiaciones, control de cambios, control de precios, etc), así como por la destrucción de PDVSA y por la caída del petróleo. El aparato productivo desmantelado induce una escasez perniciosa que lleva a miles y miles de venezolanos a pasar días y noches en angustiosas colas “a ver qué se consigue”. Pero la escasez es cada vez mayor por la sencilla razón de que se produce cada vez menos y de que ya no hay dólares disponibles para importar. Por la misma razón tampoco hay medicinas y muchos laboratorios se han ido del país, tal como lo están haciendo las líneas aéreas y multitud de empresas han cerrado dejando una secuela de desempleo. Las reservas internacionales en poder del BCV se esfuman.

Tampoco hay materias primas, ni insumos, ni equipos, ni repuestos, ni tantas otras cosas que requiere el funcionamiento normal de una economía. Hemos caído pues en un círculo vicioso de empobrecimiento que se profundiza y adquiere velocidad tal cual un remolino líquido que se hunde en un drenaje. La sociedad cae en extremos de pesimismo y ha llegado al límite de su paciencia.

Habría que acuñar una nueva palabra para describir esta metástasis económica: “Contracflación”, un término que nos hace pensar que, o reaccionamos ya, o llegó la hora de la extremaunción de nuestra economía.

[email protected]
@josetorohardy