Pasaron ya siete meses desde aquel glorioso 6 de diciembre, cuando el pueblo venezolano salió a votar masivamente por un cambio de gobierno, apoyado por un importante sector de las Fuerzas Armadas, que obligó a Padrino López y a Diosdado Cabello a reconocer los resultados.
El mandato popular fue claro y preciso: salir de Nicolás Maduro lo antes posible y seguidamente iniciar la reconstrucción del país. Así lo entendió correctamente Henry Ramos Allup, quien se comprometió públicamente a “salir de Maduro dentro de seis meses”.
Pero todo quedó en discursos y en promesas. Los diputados de la MUD no quisieron, o no supieron, defender la voluntad de nuestro pueblo. Nunca debieron aceptar la desincorporación de los parlamentarios de Amazonas. La Ley de Amnistía debió aprobarse la segunda semana de enero. Tuvieron miedo a destituir los magistrados express. Y así sucesivamente.
En realidad, los jefes de la MUD nunca quisieron lograr un cambio de gobierno. Su objetivo fue, y sigue siendo, convivir con el régimen y evitar a toda costa un “choque de poderes”. ¡Qué triste papel!
La prueba más evidente de su cobardía y falta de patriotismo, es su actitud respecto a la nacionalidad colombiana de Maduro. La Dra. Blanca Rosa Mármol de León les ha dicho mil veces que la carga de la prueba recae sobre Maduro, pero aún así siguen justificándose con burdas excusas, en lugar de removerlo del cargo de una buena vez, aplicando el Decreto Gramcko.
Mientras tanto, el pueblo que votó por ellos se muere de hambre y de enfermedades, y además sufre los embates del hampa desbocada. Pero a los jerarcas de la MUD poco les importa, porque ellos sí comen completo y están bien protegidos.
Para tener una Asamblea que no sirve para nada, es preferible que la disuelvan. Al menos así no habrá quien convalide la tiranía.
@LuisSemprumH