La palabra y los hechos Por @lmesculpi

La palabra y los hechos Por @lmesculpi

thumbnailluismanuelesculpiSon fieles practicantes del maniqueísmo, sus prácticas son siempre buenas y hasta glorificadas. Las mismas ejecutorias efectuadas por otros -que no sean sus seguidores- son malas y por lo tanto condenables.

Cualquier acción opositora puede ser calificada de golpista, mientras el 4F es enaltecido como un episodio épico, cubierto con un manto de heroicidad inexistente. Se condena las acciones opresivas del pasado, mientras se reprime salvajemente la protesta popular. Se persigue y encarcela a jóvenes y dirigentes de la disidencia.

La tortura -siempre condenable- no ha sido desterrada, por el contrario ahora abundan las denuncias de tan abominable práctica y de violación permanente de los derechos humanos.





Exaltan como una epopeya los sucesos del 27 de febrero del 89, mientras descalifican la justa protesta contra la escasez de alimentos y medicinas. Vituperan la corrupción de otros tiempos y amparan la depravación más grande conocida en nuestra historia.

Hablaron de las cúpulas podridas y hoy conforman un cogollo perverso y descompuesto.

Así como consideran que hay golpes buenos o positivos, represión buena o positiva, ahora nos enteramos que también existe el “nepotismo positivo”.

Despachó desde la Asamblea Nacional donde ocupó dos cargos como encargado, de allí pasó a la Procuradoría donde Cilia lo dejo encargado – ahora sí es titular – pero de la Contraloría General de la República, donde tiene empleados a trece personas entre familiares y parientes.

El contralor Manuel Galindo Ballesteros reconoció y justificó su práctica afirmando en una entrevista televisiva: ” para hablar del nepotismo hay que tener primero la suficiente capacidad para diferenciar el nepotismo negativo del nepotismo positivo. Tendrías que remontarte por allá en el siglo XVIII desde la monarquía del siglo XVIII para acá”.

Ha seguido los pasos de su tutora quien ejerciendo la presidencia de la Asamblea Nacional, hizo honor a su apellido convirtiendo la nómina del Poder legislativo en una suerte de jardín.

Que el encargado de “velar por la transparente administración del patrimonio público del estado” defienda la existencia del nepotismo en la propia institución que dirige y no se plantee la existencia de un “conflicto de intereses” no es una nimiedad, más cuando a su vez preside el denominado Poder Moral o Ciudadano.

Existe entre los actuales gobernantes y sus asociados una características común: la banalización de la palabra, en su discurso vale cualquier afirmación, lo que importa es la ejecutoria fiel a los mandatos del cogollo. No importa que medie una gran distancia entre la palabra y los hechos. La retórica da para todo.

Su pérdida de credibilidad -en alguna medida- tiene que ver con la disociación entre el discurso y la realidad. La insistente predica de una supuesta “guerra económica” es emblemática de tal disociación, la mayoría de los venezolanos niegan tal conflicto y le asignan a la política económica la principal causa de la crisis que confrontamos. Eso lo reflejan todos los estudios de opinión. Ellos lo saben pero actúan como que si lo desconocieran. Insisten en su fraseología como esperando que con su constante repetición pudiera sustituirse la realidad. Si al principio esa estratagema le pudo dar algunos resultados, hoy no posee la más mínima verosimilitud. Como lo demuestra el grado de deterioro y rechazo del gobierno.

Los hechos se encargan de desmentir sus palabras. El pasado fin de semana con la apertura de la frontera por unas horas, decenas de miles de compatriotas la atravesaron para adquirir alimentos y medicinas. Contrastando con el incidente que le sirvió de pretexto para cerrar la frontera, hace aproximadamente un año y deportar a centenares de ciudadanos colombianos. En el Táchira , al igual que en el resto del país, la gente no se come el cuento de la guerra económica .

El cambio político necesario y posible, requerirá rescatar el valor de la palabra, sintonizarla con la realidad. Combinar la teoría con la praxis. Liberar toda la energía transformadora existente en la sociedad, para avanzar por una ruta de progreso en paz. Dejando en el pasado este episodio infortunado que nos ha tocado vivir.

Luis Manuel Esculpi