Luis Alberto Buttó: Estado Cínico

Luis Alberto Buttó: Estado Cínico

Los manuales de politología habrán de ser reescritos para dar cuenta de fenómenos innovadores generados en esta Tierra a la cual hace tres lustros le fue hurtada toda la Gracia. Cortos de alcance quedaron los conceptos Estado Fallido y Estado Forajido. Estado Cínico es la emergente categoría de análisis llamada a ser incorporada en diccionarios especializados.

Estado Cínico: aquel encarnado en funcionarios procaces, habilidosos en el arte de falsear la realidad sin que por ello se les altere la sonrisa impúdica. Así, desde la casa multilateral por excelencia, el mandado se desgañita asegurando que los habitantes de estos lares comen tres y más veces por día. Mientras tanto, la realidad desafiante yace en las calles. A las puertas de un supermercado, atiborrados de desaliento, los agrupados en colas infinitas, deben escoger entre socorrer a un herido o arriesgarse a perder el lugar en la fila. La necesidad urgente de adquirir, a lo sumo, 500 gramos de margarina y un rollo de papel sanitario, los obliga a deshumanizarse y asumir la vergüenza de la segunda opción.  

No se agotaron los medicamentos, sólo se redujeron marcas comerciales, afirma el Estado Cínico. Y por temor a que la mentira denotase torpeza o ruindad, con el mayor de los desparpajos, sentencia la insuficiencia de pruebas para comprobar cualquier escasez en el área. Paralelamente, un niño hermoso grita esperanzado su deseo de escapar al cáncer pero pierde la vida ante la insensibilidad del autócrata, responsable de haber dilapidado los recursos en teoría destinados a sanar enfermos en peligro.

Aun a sabiendas de que el uniforme es el distintivo del fracaso en materia alimentaria y porta el estandarte de la ruina económica, el Estado Cínico designa milicos huérfanos de ideas y carentes de comprensión para que, con orden cerrado y altisonantes voces de mando, abastezcan despensas y subsanen desgracias macroeconómicas. En la acera contraria, ancianitas paupérrimas lloran la desesperanza frente a anaqueles vacíos y cuentan una y otra vez míseros billetes que no alcanzan para comprar la nada.

Nota de pie de página por anexarse en el libro de texto que espera ser escrito: los jerarcas del Estado Cínico no están cubiertos de oprobio. Ellos son el oprobio. Para emitir su juicio, la historia se aparta de la pasión pero desecha la compasión.             

Historiador

Universidad Simón Bolívar

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