Propósitos, por Dulce María Tosta

Propósitos, por Dulce María Tosta

thumbnailcolaboradores-190x130El régimen que preside Nicolás Maduro tiene propósitos que cada día se hacen más evidentes: el control total de la economía y la imposición del pensamiento único; mediante estas dos herramientas inconstitucionales y antidemocráticas, pretende ejercer el poder de forma indefinida y usufructuarlo sin límite ni medida.

Ambos procesos se han desarrollado paulatinamente; desde el millardito que solicitó Chávez en tono suplicante hasta la disposición del oro del Banco Central y la vida de jeque de Nelson Merentes y desde el cierre de RCTV hasta la compra de Globovisión por testaferros, se han dado muchas y casi imperceptibles vueltas a la tuerca de la opresión. Nada se ha hecho de golpe y porrazo; hoy –por ejemplo– sufrimos un férreo control sobre la adquisición de alimentos, pero en un principio era una tímida regulación masivamente justificada por los medios de comunicación gubernamentales; el salvaje ataque que realizó el caballero Joao de Gouveia en la plaza Altamira y el lavatorio de manos de Chávez respecto al hecho, hasta la descarada libertad del asesino de Adriana Urquiola, son hechos de sangre tratados de forma muy diferente ante la opinión pública, aunque con idéntico resultado: impunidad.

El régimen se hace cada día más arrogante, presuntuoso y engreído, al punto de que ya no disimula sus deseo de acabar con Empresas Polar y encarcelar a Lorenzo Mendoza por el único delito de ser un gerente exitoso y perseverante; los pocos medios de comunicación que aún subsisten cada día se muestran más timoratos y autocensurados, más preocupados por asegurar su continuidad que por impulsar los valores que hacen posible la vida en libertad. Al asumir esta actitud, parecen no darse cuenta de solamente están postergando su desaparición, que fatalmente llegará por ser un requisito vital para el Estado comunista que se encuentra en construcción.





La desaparición de los medios de producción no sucedió por eventos inesperados ni causas naturales. Fueron destruidos uno a uno deliberadamente, pues el control total de la economía mediante la percepción del dinero producido por el petróleo y la importación de todo lo que es necesario para la vida, desde pañales para los bebés hasta sarcófagos para quienes nos dejan, son necesarios para la implantación del Estado absolutista, que si bien empezó a decaer cuando Juan I de

Inglaterra (Juan sin Tierra) promulgó la Carta Magna (1215) que protegía a los nobles contra el poder omnímodo del Rey, ahora resucita afincado sobre la ignorancia de los pueblos y el populismo de los políticos.

El proyecto de apropiarse del País tuvo en el control de cambio una herramienta fundamental para la creación de una oligarquía importadora, que teniendo simultáneamente el control de las aduanas, introduciría y sacaría del País cuanto quisiera y llevaría a la quiebra a todos los que resultaran molestos, bien mediante la competencia desleal o a través de la aplicación arbitraria de los controles estatales (registros, permisos, licencias, fiscalizaciones, etc.).

Nada de lo que está pasando en Venezuela es inédito; en Europa se vivieron situaciones similares con motivo de las guerras mundiales, pero la destrucción del aparato productivo para la instauración del poder despótico, es propio de los regímenes comunistas y ha producido decenas de millones de muertos y el empobrecimiento agudo de las poblaciones victimizadas. El Chile de Allende vivió un proceso similar al venezolano; millares de chilenos llegaron a nuestra tierra huyendo del infierno en que el comunismo convirtió a la que para entonces se consideraba la democracia más longeva y sólida de América Latina. Ellos contemplan aterrados lo que está viviendo Venezuela y se sienten retrotraídos al principio de la década de los 70, cuando la locura castrocomunista arruinó ese hermoso País y dio lugar a la larga dictadura de Augusto Pinochet.

A lo largo de la historia se ha demostrado que los regímenes comunistas son eminentemente amorales; operan en nombre de pueblos a los que matan de hambre y le arrebatan su libertad; aplican fórmulas económicas ampliamente fracasadas en todas partes y, mientras tanto, sus promotores amasan fortunas incalculables y la gente a la que dicen defender muere de hambre o de mengua en depauperados hospitales.

Libertad o muerte parece ser la consigna de hoy.

[email protected]

@DulceMTostaR

http://www.dulcemariatosta.com