En Venezuela la vida no vale nada, pero morir se ha vuelto un lujo

(Foto archivo AFP)
(Foto archivo AFP)

 

Si a la pérdida de un ser querido le añadimos aspectos propios de tan difícil momento tales como el costo de los servicios funerarios, las primas que rigen los seguros del ramo y los trámites de ley que se deben cubrir por la defunción, la verdad ‘lapidaria’ es que, en medio de la crisis que atraviesa el país, la pesadumbre del deudo es mayor, publica unidadvenezuela.org.

“Nos cobraron 387 mil bolívares, mucho más del triple de la cobertura que tengo de seguro funerario. Gracias a Dios pude lograr la cantidad que me faltaba, no sin antes haber recorrido unas cinco funerarias. Yo porque tengo ese beneficio, pero ¿Y quién no? Pienso que las empresas de seguros deberían aumentar la cobertura de los servicios funerarios”, manifestó la ciudadana Keila Ávila, entrevistada por Prensa Unidad Venezuela.





La dama informó, durante las exequias de su madre, que los restos fueron retirados de forma expedita por el personal de la funeraria “porque se encontraba en la misma zona”, aunque tuvo que cancelar una suma adicional. “Como debimos esperar para el velorio, había que preparar el cadáver y eso significó otros 20 ml bolívares. Y con del acta de defunción ‘llegamos en la raya’, aunque hay que entender lo que ocurre con las jefaturas civiles con los pocos trabajadores que tienen para resolver todo”.

Rosa Hernández, por su parte, coincide con el testimonio precedente: “los seguros tienen que hacer una revisión de la cobertura. Cuando yo sepulté a mi papá, hace 8 meses, me costó 45 mil bolívares, y ahora el ataúd me salió en 115 mil”, comparó lo erogado al afrontar hoy, lamentablemente, la muerte de otro familiar.

“Con el fallecimiento de mi prima gastamos entre 300 y 400 mil bolívares. Logramos el dinero con colaboraciones, pidiendo a amigos y parientes, vendiendo cosas, corriendo de aquí para allá. ¡Es horrible! Si no tienes ni para comprar la comida, imagínate para adquirir una urna o pagar un velorio”, comentó.

“Cada día se está muriendo más gente, tanto por la delincuencia como de hambre.  Ahora, es más fácil morir; sin embargo, también hay que señalar que es más caro pagar para que te entierren”, reflexionó.

“Hoy en día hoy es casi imposible tener acceso a cualquier cosa, hasta morirse es caro; tendremos que hacer como en el siglo XIX: enterrar a los parientes en el jardín de la casa – el que tenga jardín -”, fueron las palabras obtenidas, al continuar nuestro equipo con su encuesta en la calle, por parte de Rodrigo Eleizalde, quien ejerciera como presidente de la Asociación de Vecinos de la urbanización El Bosque.

¿Quién descansa en paz?

“Los costos funerarios no se han disparado como tal, solo han tenido un alza tras las medidas del Ejecutivo, las cuales repercuten en las empresas tales como el alza salarial y la actualización de los tickets de alimentación, que tienen incidencia directa en el sector comercial. Los ‘funerarios’ hemos tenido ajustes acordes con la inflación. Sin embargo, el alza principal no radica en la funeraria propiamente sino en el costo de los cementerios, donde las parcelas han verificado un incremento desproporcionado”.

Las declaraciones, que corresponden a Elías Vallés Hernández, expresidente de la Asociación Profesional de la Industria Funeraria (Asoproinfu), pretenden aclarar la temática correspondiente a los usuarios, a la vez que emiten un pronunciamiento de la razón empresarial en cuestión.

“Lo mejor es estar asegurado, buscar la funeraria en las zonas donde cada quien se encuentra e indagar sobre los planes de previsión en cada jurisdicción. Eso siempre resulta más barato: estar asegurado y pagar una mínima cuota ante estos gastos, que no estar asegurado y tener que enfrentar los costos”, acotó el vocero, agregando que la cremación es una alternativa recomendable.

“Una cremación cuesta un tercio de lo que sale una parcela en un camposanto, donde tienes que correr con gastos de inhumación, de mantenimiento; es un ahorro, pues”, precisó.

En el particular, el hombre de negocios aludió el tema de las urnas de cartón, tópico que se ha prestado hasta para conjeturas. “Las urnas de cartón están diseñadas para las cremaciones, dado que son biodegradables, y no para ser empleadas en velatorios; a menos que tengan una modificación o que sean féretros para un servicio que se llaman ‘directos’: para el traslado desde una medicatura forense a un cementerio sin puntos intermedios”, reveló.

Divulgó que 80 % de las urnas son de metal y las restantes de madera, y que los precios varían desde 80 mil hasta 150 mil bolívares, aunque la cotización depende proporcionalmente al servicio que se escoja. “En los últimos dos años ha habido deficiencia en la entrega oportuna de los ataúdes que se están fabricando en el país, debido a la exigua dotación de láminas que distribuye Sidor. Para mejorar eso, se hizo un contacto con el Estado y se logró  concretar un acuerdo para que los fabricantes pudieran acceder a estas láminas con precio regulado, y que fuesen asignadas equitativamente ente todos los fabricantes”, expresó, advirtiendo que, no obstante, todavía se registran desigualdades a favor de las entidades comerciales de mayor envergadura.

“No es como dice la gente, que piensa que una funeraria es nada más una capilla, el catafalco y pagar 300 mil bolívares. Eso no es así: todos los servicios funerarios son hechos a la medida, pues no es lo mismo uno cercano, aquí en Caracas, a tener que retirar un cuerpo, por ejemplo, de alguien que falleció en Higuerote, en Miranda, caso en el cual tienes que llamar al Cicpc, ‘mover’ los trámites, dirigirse a la medicatura forense, si es necesario. Y estoy hablando solo del objetivo de ‘rescatar’ los restos para desplazarlos hasta la funeraria”, narró.

“También deben tomarse en cuenta factores como la causa de muerte de la persona, si tenía una enfermedad contagiosa, para lo cual urgen equipamientos para el personal que va a preservar el cuerpo – guantes y batas especiales, máscaras – para garantizar la salud del operario”, reseñó.

Aunque desconoce si alguna funeraria ha cerrado a causa de la crisis económica, está consciente de la repercusión inflacionaria. “Ello genera dificultad para conseguir los repuestos de las unidades vehiculares –cauchos, baterías, refacciones- . Y en cuanto a nuestras cafeterías, resulta engorroso conseguir la leche o el azúcar para el café, debiendo recurrir a comprarlos a un precio por encima de los establecidos”.

‘El amo del muerto es quien lo llora’, reza un aforismo. Aquí, donde parece que la vida no vale nada y morir es un lujo, el llanto es de todos y  la crisis, como las lágrimas por el dolor, bañan a Venezuela.