Del frente nacional de oposición, por Rafael Rodríguez Mudarra

thumbnailcolaboradores-190x130Venezuela, la que a partir del 23 de enero  de 1958, había logrado por querencia legítima del “poder popular”, deponer de la presidencia  de la República a la represiva y cruel dictadura  militar del general PÉREZ JIMÉNEZ: liberar los presos políticos, permitir el regreso de los exiliados,  enjuiciar   a funcionarios  y testaferros  incursos en “PECULADO”, concibió  como primer paso para el logro de la “ Convivencia  Pacífica”, anhelada ,la  conformación de un  GOBIERNO DE INTEGARCIÓN NACIONAL; la convocatoria  para la libre elección presidencial;   la  escogencia  de los senadores y diputados  que integrarían el  Congreso Nacional, cuerpo colegislador  encargado entre otras funciones  de legislar y  controlar la actividad administrativa mediante  la rendición de cuentas de los  que han de prestar servicios  al Estado.

La Unidad escenificada  procedió,  sin violencia de extensión alguna  a la redacción de  la Constitución Nacional,  promulgada el 23 de enero de 1961, con participación en los debates que hubo de suscitarse,   de todos  los sectores que conformaban la vida activa de la nación: productores y trabajadores tanto del campo como de la ciudad; la Federación Campesina; la CTV;   los gremios;  el Frente  estudiantil universitario, los  partidos políticos: URD, AD, Copey y PCV. Se dio  pues,  comienzo a la vigencia de un Estado independiente, sin atajo ni instrucciones de potencias extranjeras, contrario a lo que  sucede actualmente. Se constituyo un Gobierno Federal en los términos consagrados en la Carta Magna; y con fundamento  en el sentir democrático privó como principio inviolable: “el de la soberanía con  residencia en el pueblo, quien la ejerce mediante el  sufragio por los órganos  del Poder Público”.

La “Convivencia” lograda por la sobrevenida “Unidad Nacional”, engendro  de la gloriosa  Gesta del 23 de enero, estableció un gobierno democrático, representativo, alternativo que puso el  poder civil en manos de los civiles; a la vez que se efectúo  con la mayor claridad, probidad y respeto  la escogencia de personalidades  suficientemente capaces para la   preservación  y acato al  Estado de Derecho.





Las universidades  recobraron su autonomía, se estableció el municipio autónomo, hubo continuidad administrativa; al Congreso  nunca se le privó  de su  empeño en la organización autónoma del régimen municipal. La  selección  de la Corte Suprema de Justicia; del Contralor General de La República; del Fiscal General y del Procurador;  así como la de los otros poderes, fue entendida constitucionalmente  como un instrumento que además  de definir los conceptos  de la vida pública, contribuyera también a formar  las nuevas generaciones.  Sin menoscabo de la independencia ideológica, el consenso fue esencial para dirimir los graves problemas de transcendencia nacional.

Los venezolanos como un todo hubimos de sentirnos halagados; dado  las bondades de la Constitución: aptos, con virtud suficiente  de no permitir  un gobierno autoritario;  en el entendido que los militares: los activos, cumplirían  con la obligación legal de no ocupar cargos públicos, inhibiéndose  de participar   en los actos   de propaganda, militancia o proselitismo político.

Todo lo expuesto  hubo de perder pertinencia;  cuando un militar con el apoyo  confeso de los “notables de la derecha”, bastante vivos por cierto, a través de una prédica constante  de la  anti política, con suficiente dinero para llevarla a cabo, brindan recursos y logística comunicacional, para que el difunto ex presidente Chávez, con formación en logias militares fascistas  a través del ejercicio del voto llegase a la presidencia de la  República, con el respaldo masivo del pueblo, lo cual se incrementó por conducta evidente de una interpretación  de “subjetivismo Emblemático” que trastornó a muchos dirigentes de la oposición. No  se hizo posible el  entendimiento  unitario,  resultando  como consecuencia de esto: una Venezuela   conducida en forma  autoritaria por un civil que ha sustituido la civilidad  con el componente castrense, hoy deliberante en la controversia política. El  yo, opositor para ese entonces  no logró primar sobre los demás.

La escogencia   de  una figura civil, para ejercerse en la presidencia de la República , cual no es otra, que la de Nicolás Maduro, entendida como   vía  expedita  para resucitar la subyacentica política de los militares en servicio activo, ha convertido la jefatura del Estado  en un centro de institucionalización  del miedo; además de  utilizarse  el Estado de Excepción” como   el medio para permitirle  al Presidente mediante decreto, la inconcebible y perversa ocurrencia  de  allanar la inmunidad parlamentaria.

Maduro, ha resultado un hombre irresoluto, sin capacidad para resolver conflictos;  sin posibilidad de remedio, abandonado por el sector  que ilustró el pensamiento “Chavista”;  sin partido político estructurado, goza del rechazo ostensible del pueblo; sometido a un proceso de revocatorio que nos obliga a  pensar,  que de materializarse , se convertirá  en  la forma mejor alcanzada,  para el logro de un  gobierno eficazmente financiado, que cuente con personal calificado capaz de hacer funcionar  sus políticas e imponga disciplina .

Recabar el espíritu unitario   del  23 de enero,  es  imperativo nacional  y  patriótico,  que  nos impone  la conformación de” Un Gran Frente de Unidad Nacional”, sin discriminación  ni  predominio de colores partidista; ni de individualidades. ¿Será  posible?  No se puede ser indiferente; el cambio del actual  gobierno, no es más que el cumplimiento de cese pacifico de la continuación de Maduro y la restauración  de la incompatibilidad de los órganos del Poder Público Nacional, hoy subordinados  al poder ejecutivo.

Abogado, político, presidente de URD