El rol de las élites COLOMBIA DESPUÉS DEL NO, por Alfonso Molina

El rol de las élites COLOMBIA DESPUÉS DEL NO, por Alfonso Molina

Es demasiado pronto para escribir sobre el futuro del petróleo colombiano después de la sorprendente derrota del Sí en el plebiscito. Sorprendente por los fallidos resultados de las empresas encuestadoras que ahora, desde luego, comenzarán ahora a explicar las razones de sus desatinos, y por la irresponsabilidad de algunos medios dmenos del 40% del electorado.e comunicación masivos. Pero así es Colombia y hay que agradecerlo.

Es evidente que el panorama de las políticas públicas del Gobierno Nacional variarán. Tienen que hacerlo. Entre otras en el campo de los hidrocarburos, que sigue siendo el mayor generador de ingresos por exportaciones. Aunque a muchos les cueste todavía reconocerlo.

Pero vayamos a lo medular. Más de 60% de abstención en el plebiscito trasciende la victoria pírrica del No sobre el Sí. Menos de 40% del electorado acudió a una cita que la campaña mediática del Sí califico de “histórica” (para nada), aunque los deseos no se convirtieran en realidades. La verdad es que la mayoría de los colombianos no quiso participar y esto, al final del día, es lo más importante. No creyó en la convocatoria. Es decir, no creyó en quienes la convocaban. Y eso es grave. Porque no se trata solo de la élite política (el santismo o el uribismo) sino de la económica y la social. De la élites en general, que tienen como responsabilidad señalar caminos al país. Es lo que hace los líderes. ¿O no?

Cuando el presidente Santos habló en al inauguración del Congreso de la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP), el jueves pasado, lo hizo con la aparente convicción del poderoso triunfo del Sí sobre el No. Lo escuchamos con atención. Algunos casi con entusiasmo. Gastó más de una hora en hablar sobre la esperada paz en el país que de la necesaria e impostergable reingeniería de la industria petrolera. De hecho, toda la sesión estuvo dominada sobre la ‘nueva realidad’ del 3 de octubre. Pero resultó otra.

La nueva realidad implica ahora negociar con las FARC de forma diferente la paz, pero también redefinir las políticas económicas, especialmente la reforma tributaria que buscaba financiar el posconflicto.

Tengo la impresión de que los ciudadanos colombianos de a pie, es decir, la mayoría del país, sí quieren la paz pero en condiciones que les convengan. Y yo estoy de acuerdo.

No seamos catastróficos. Hay que reflexionar mucho, no debemos tomar decisiones apresuradas. Tenemos que buscar el mayor beneficio para todos.

Y forjar un verdadero liderazgo.

 

Publicado originalmente en Inteligencia Petrolera

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