Fernando Núñez-Noda: Aprender de las hienas

Fernando Núñez-Noda: Aprender de las hienas

A Wolfgang Mazza P.

1.
Las infinitas llanuras del Serengueti son un horizonte que tiembla en los documentales de televisión.

El león se despereza con un bostezo terrorífico, las leonas cumplen su faena cazadora. Clavan sus poderosas mandíbulas en ñús de ojos apagados y más atrás los guepardos hacen lo suyo con las gacelas de Thomson.

Cuando cae el herbívoro el glamour de la zigzagueante andada y del zarpazo disminuye. Mientras más estática y sometida la víctima menos espectacular el cuadro. Cuando entran otros felinos a deglutir y hay esos rugidos de “déjame mi pedazo de carne”; cuando permiten a los críos clavar sus incipientes colmillos o surca el cielo límpido esa oscilación descendente del buitre… la naturaleza toma primacía contra la personalidad, el espectáculo se hace animal, demasiado animal.





Empieza a oler al caos elemental de la carne expuesta. Hay toda una panoplia de felinos robustos, los leones mismos, que son parcial o totalmente carroñeros. Los buitres ni se diga. En todo caso, la presa ya es guindajos sucios, llenos de pantano. Y entonces y sólo entonces entran en cuadro los más exitosos carnívoros africanos y de más allá: las hienas. Casi rastreras, como por la puerta de atrás, los más agresivos en aquello de comer carne cruda.

Recibió un memorando: “Sr. Igor C. usted ha sido seleccionado para asistir al Taller Gerencia de las Hienas”.

La compañía donde trabaja (Hamfton Tools Corporation, líder mundial de propilsores y neumódocos), tenía un programa de desarrollo personal-corporativo y allí estaba él, con una buena excusa para hacer algo diferente durante dos días.

Al llegar al auditorio se sentó lejos de todos, como quien llega tarde y no quiere hacer ruido. El taller lo dirigía, escribía y protagonizaba Karen T. (en realidad “Karenina” pero ella optaba por el diminutivo). Alta, madurota, MILF, casi de 50. Cuando Igor se dejó caer sobre la flexible silla  sintió que el escenario tenía en esa mujer su centro de gravedad. El Director Regional en persona abrió el evento leyendo:

La corporación moderna es como un portafolio de la selva, la máxima competitividad basada en supervivencia, alimentación (el puesto en la cadena alimenticia corporativa) y –en nuestro particular caso- movilidad, es decir, estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Necesitamos equipos de trabajo, más que fuertes y majestuosos, efectivos y cumplidores… ¡y con un consumo mínimo de recursos! Uno normalmente no piensa estas cosas ¿verdad? [risas del público], en todo caso hay alguien, una persona, con nosotros hoy [mira a Karen] con quien los dejo.

Aplausos dispersos. Su voz se fue apagando en la medida que “el mujerón” se levantaba y tomaba por entero la sala. Karen pulsó un botón. La lámina invadió la pantalla:

Instituto AltoEgo
Talleres de Desarrollo Personal-Heurístico

GERENCIA DE LA HIENAS

Rastree, ataque y engulla a sus rivales…

Primera sesión:
En las llanuras de la corporación moderna: espacio y roles.

La sabana no es uniforme -comenzó Karen y movía su mano palma abajo en una línea oscilante- hay colinas, promontorios, rocas salientes, charcas, lugares privilegiados. Eso se aplica desde la fría e intimidatoria oficina del Presidente (y eso no lo digo por usted, mi estimado Director) [risas] hasta la pequeña sala de fotocopias. Lo que quiero significar es que constituye la totalidad del espacio. Sí, Dr, Arévalo, como lo acaba de murmurar: “Hasta en el baño” [risas, sobre todo de Arévalo mismo].

Para Karen cada poder es un Dios, como en las tribus seculares del África subsarahiano y de América: el sol es el calor; la brisa es la fuerza inaprovechada; el agua, equilibrio entre caída y sostenimiento. Los roles son claros y elementales: depredadores dominantes, como leones y grandes felinos en general, en las riberas y ríos los cocodrilos y caimanes; depredadores intermedios, como las águilas junto a los carroñeros, oportunistas o no, como los buitres. Los grandes herbívoros, elefantes e hipopótamos, búfalos y rinocerontes, gregarios y defensivos.

En este ecosistema las hienas y chacales son una mezcla de todos los ambientes y papeles de este drama natural. Cazadoras o carroñeras casi en la misma proporción, carnívoras o herbívoras si es necesario… son una prueba de la eficacia grupal para sobrevivir y la importancia de una buena máquina corporal.

Y cerebral, que las hineas (sobre todo las moteadas) demuestran tener. Karen explicó con abundancia de gráficos estadísticos y fotografías de gacelas y reptiles, que los animales poderosos retozan en los mejores lugares, donde les place. Los herbívoros, como bisontes o cebras, se arriman con su extraordinaria fuerza colectiva a excelentes sitios abiertos. Las hienas no. Aunque en lugares más bien apartados, casi siempre están en movimiento y se cuelan en todos los espacios. Karen decía esto mirando a unos y a otros gerentes, de modo que quedaban: “¿Entonces soy un antílope…?”.

Luego retomaba el podio y pedía explícitamente que miráramos a nuestro alrededor para detectar estos roles. Quién es depredador; quien se come a otras especies o a la misma.

— ¡No lo digan en voz alta! [risas] No quiero meterme en problemas con ninguno de ustedes.

En la corporación moderna la información y el logro de objetivos eran la comida de los depredadores empresariales: la “información-poder”. No como colonización -en el caso de los grandes felinos-, no como empuje masivo, sino como desplazamiento. Las hienas para sobrevivir, el ejecutivo moderno para no morir y en el mejor de los casos “ascender” en la escala del poder, andan en una ronda permanente por los pantanos organizacionales. Significa ser hiena como única forma de llegar a ser león.

La recomendación en dos platos: crear equipos hiénicos (de Hiénica, la disciplina creada por AltoEgo) que degluten en todas las presas, las roban a veces y sobre todo jamás dejan sobras o restos sin revisar (de información-poder, por supuesto).

En vez de realzar el perfil de los individuos, se centraba en la multiplicación mimética. Tenía líderes pero externamente el trabajo parecía anónimo, de ser posible con total desconocimiento de los demás, sin heroísmos, cual hormigas o abejas. Acaso su éxito residía tanto en la genuflexión del perro como en la egoísta distancia de felino.

Porque ni perro ni gato es la hiena, más bien ambos, las hienas habían poblado las pesadillas de Igor por años, junto a cocodrilos y tiburones. Las odiaba. Al asociarle cualidades humanas las veía oportunistas, traidoras, incluso asesinas. “No tienen la majestad de los felinos; no compiten con el hombre ni lo ponen en peligro… Nadie se toma una foto sobre una hiena muerta”. Y esa risa…

2.
Había un ambiente extraño en la sala.

Ocurre cuando hay mujeres muy atractivas en una reunión de hombres: los bobalicones de contabilidad le cambiaban la botella de agua mineral a cada dos o tres sorbos; el consultor jurídico, generalmente circunspecto, imitaba al animal que sus colegan habían decidido que representaba y sonreía hasta las alusiones menos graciosas de la hábil charlista. Había dos espectaculares asistentes (así como uno masculino que entraba y salía) e Igor no le quitaba el ojo a una de ellas, vestidas de negro muy ceñido, con labios de una voluptuosidad que calcinaba en medio de ese gélido aire acondicionado.

Karen lucía como una reina checa, cierto y Yarizza deslumbraba por su piel de bronce y sus curvas… pero era Moana con su palidez transparente, su lejanía de allí mismo, su aire de niña perdida, lo que monopolizó la mirada de Igor. ¡Y no es que las otras no causasen estragos!

Hasta las mujeres se sentían alteradas sexualmente, más aún cuando se presentaba a ratos y se ausentaba en intervalos un musculoso pero estilizado mandadero.

Hay que notar que el Taller de Karen tenía serias imprecisiones o crasos errores científicos, como mezclar animales de distintos ecosistemas, pero poco importaba para la metáfora final.

Era la misión de AltoEgo (ella, las asistentes y una recepcionista) diseñar y ejecutar cursos de desarrollo individual para grupos de ejecutivos bajo el eslogan: “Trátate de tú”. Algunos de sus talleres más exitosos: “Salir al mundo interior”, “La crisis optimista”, “¡El largo plazo ya!” y otros recursos motivacionales.

A veces uno se preguntaba cómo podía Karen llevar tan alto nivel de vida y suponía que la empresa era muy próspera. Intentó ser más ingeniosa con los títulos: “La verdad interior no es lo mismo que la verdaden el interior” para su célebre seminario cerebro-prostático; “Chofer de su autoestima” y así sucesivamente. Impartió dinámicas antistress en sabanas, bajo cascadas, en una lejana isla del Caribe, en ardientes arenas del desierto.

El Director Regional cometió la barbaridad de proponerle a Karen, delante de todos, que diseñara una segunda parte de este curso, hecha a la medida de Hamfton. “Con animales tropicales si es posible”. Karen advirtió que estos trabajos ad hoc solían demorar tanto como, por ejemplo, las certificaciones de calidad ISO 75000, pero rendían frutos poderosos aunque intangibles y prometió una propuesta para la semana siguiente, titulada “Hamfton Tools Latam y el ecosistema empresarial de la Orinoquia-Amazonia”.

— Así Hamfton se transforma en una jauría, capaz de aprovechar todas las oportunidades de mercado más cerca del ecuador terrestre.

Ahora bien ¿hienas?

Fue casualidad. Como cuando en Scrabble uno ve en silencio la madre de las palabras, descuidada por todos… Aquí y allá oyó que las hienas competían como los más exitosos depredadores, incluso contra los leones. Que su mala fama era sólo comparable a su extraordinaria astucia y versatilidad. Leyó –por encima- ciertos papeles de prominentes investigadores y, bueno, mucha National Geographic y similares.

Estudió documentales sobre sus modos de vida y su rol en las estepas africanas. Todavía las veía como crueles e insensibles, tramposas y no merecedoras de los estupendos botines que lograban. Pero la percepción cambió. Porque resulta que, en el darwiniano mundo animal, las hienas constituyen un equipo de alto desempeño, más motivado al logro que al poder, el cual ceden con gusto a los más fuertes. “Buen material para la gerencia media”, pensó.

Intentaré destacar algunos puntos claves de la “ideología biológica” que subyace en los talleres y dinámicas de Karen.

— Si se trata de supervivencia o ventajas, el humano sí está dispuesto a aliarse para conseguir alimento y protegerse.

  • Uno pelea para no morir, pero hay que pelear desde el principio. No se pelea para ocupar un puesto sino para no ser desocupado. No se mata para imponerse sino para subordinarse.
  • La mujer es más fuerte que el hombre si lo quiere. El siglo XXI pertenece a la mujer. Cuando se lo propone, la mujer domina.
  • La promesa de sexo más efectiva no implicar sexo o no todavía. Como otros artículos de guerra, se concibe por y para el poder.
  • En la Gerencia de las Hienas no hay objetivos diferentes a la supervivencia en el terreno que nos ha sido dado. La supervivencia implica depredación. Hay que comer carne corporativa cruda.

Igor siguió el curso con gran minuciosidad. Más que para aprender a deglutir “información-poder”, lo movía la curiosidad de conocer los entretelones de tan insólito programa. Vino a él, de golpe, una hipótesis:

Una monumental estafa. Esta mujer ha cosido una impresionante cantidad de información seudocientífica en un corpus coherente en apariencia. Pero no sirve sino para impresionar. Lo vende a costa de distraer a sus clientes mayormente masculinos y para los femeninos también aparecen de vez en cuando atléticos jóvenes.

Durante el “coffee-break” Igor, confundido en un apretado público, no podía quitar sus ojos de Moana, la de peinado brillante y labios rojísimos.

Se acercó, mientras una nube de gente revoloteaba a Karen y dejaba a esta “bellezura” en el monótono acto de repartir tarjetas.

IGOR: Hola. Alguien quiere integrarse a la manada (chiste malo).

MOANA: Bueno, eso es asunto de cada empresa, ustedes forman sus equipos…

IGOR: A mí me gusta la idea de formar un equipo contigo…o donde tú estés [risas].

Todo esto con la afabilidad adecuada y una rápida toma de la tarjeta, se transformó en un flirteo descarado que Karen no ignoró aunque se hizo la desentendida. De vez en cuando Moana miraba con aprehensión a Karen y luego volteaba esos ojos caoba hacia Igor, electrizándolo.

IGOR: Me gustaría verte.

MOANA: Ya yo no vuelvo más, tengo que estar en la oficina.

IGOR: Pues te busco en la oficina.

Y así fue. Le invitó un café. Luego se volvieron a ver en el cierre del taller (una semana después), copas de vino en la mano. Kren se dio cuenta, sobr todo cuando camino al baño vio a Moana entrelazando labios y lengua con Igor. Aunque puso un rostro severo, no pudo disimular que le había gustado mirar aquello.

Al principio Moana sutilmente rechazaba las invitaciones de Igor y le manifestaba por teléfono su temor a que Karen supiera que salían. Pero nada que una cena con clase no pudiera arreglar. Se hicieron amantes sin amor. Sexo salvaje que dejó sus marcas: poderosos rasguños en su espalda que al día siguiente le picaban horriblemente durante una reunión con proveedores. Siguieron viéndose y por más que Igor hacía intentos de humanizar la relación, de darle algunos toques de convivencia se sorprendía de cuánto énfasis en dejarlo en solo-sexo ponía Moana.

— Cógeme nada más, pero dame durísimo.

Igor se esmeró sin duda, pero ese volcán momentáneo propagaba ráfagas sobre el espacio intermedio. (O comenzó a pensar fuera del pene o su corazón tomó partido).

Una vez fue intempestivamente a su apartamento (algo que habían convenido no hacer) y encontró a Moana con Yarizza en actitud extraña, inmersas en algún tipo de intimidad. Otra noche vio a una de sus colegas de Hamfton, sin proponérselo, saliendo de un local nocturno de manos con un joven fornido que no era su esposo, sino un asistente de Karen.

A finales de año el Director Regional lo llamó Igor para hablarle del plan estratégico. El jefe tuvo que salir un momento dejando a Igor solo en la oficina, frente al iPhone del jefe. Un mensaje privado de Karen se asomó en la pantalla: “Insolada todavía por la playa. Esperemos hasta el viernes”. Y el jefe muy bronceado…

Un día en los pasillos de la empresa Igor se cruzó con una apurada Karen, quien al verlo se detuvo y lo “cercó” contra la pared.

KAREN: Me estás echando a perder a la muchacha.

IGOR: ¿Por qué?

KAREN: Por mezclar la diversión con el trabajo.

IGOR: Hay cosas que no son diversiones.

KAREN: Nosotros somos Consultoras Corporativas.

IGOR: Quizá yo me relacione con ella en esferas más privadas.

Intentó hablar con Moana, luego del sexo, pero aquello le parecía a ella una absurda paranoia sin fundamento. E Igor seguía: por qué esto, por qué aquello.

MOANA: Así no sirve.

IGOR: Hay algo raro, con Karen… ¿tú tienes algo con Karen?

MOANA: Todas tenemos algo con Karen.

IGOR: ¿Viste? Lo sabía.

MOANA: Pero sin sexo, hombre, qué primitivo eres. Karen es la mamá de todas nosotras, nuestra gurú.

Mas Igor seguía torturado por una genunina atracción hacia Moana y una mirada capciosa a las actividades de AltoEgo. Se le ocurría que los talleres y otras actividades eran una tela de araña, en la que animales, sobre todo machos, quedaban atrapados en telas de araña (y felices de estar allí todos empegostados), mientras la Viuda Negra cebaba su banquete. Una red de prostitución ejecutiva, pues…

Pasó varios días molesto con Moana. Veía inminente una ruptura. La llamó y esta vez Moana decidió conversar.

MOANA: No somos putas. Pero sí, te mentí, negué que Karen y yo tuviérmos algo. Ella tiene algo con todas las chicas, con las que ella quiera. Nosotras podemos tener sexo con otros si Karen lo aprueba y contigo no lo aprobaba. Porque “te vio primero”, tú la ignoraste y viniste directo a mí. Eso no le gustó, que yo no te cedí.

IGOR: ¿Yo le gusto a Karen?

MOANA: ¡Por Dios, te comería vivo! Así que te aprueba con una condición, que nos demos un trío de dos días seguidos. Tú y nosotras dos. ¿Te he contado del sauna en casa de Karen?

IGOR: ¡Así se arreglan los problemas mi bella!

MOANA: Pues al compartirte ganamos todos. A mí no me importa. Los quiero a los dos.

3.
Recoge a Moana y cruza pocas palabras en el camino, ninguna referida al encuentro.

Llegan a un espectacular apartamento. Karen maquillada y voluptuosa como Moana, los recibe con copas de champán. Toman unos tragos, Karen invita un joint y se sientan ambas firmemente apretadas contra Igor, a derecha y a izquierda. Líneas de cocaína. Moana lo besa apasionadamente y lo invita a degustar mejor el trago. Karen le besa el cuello, toma su mano y la lleva a sus pechos, besa apasionadamente la boca de Karen.

A Igor algo lo sumerge en un sopor atípico para un simple joint. En vez de levantarse para la ocasión, Igor siente que pierde control sobre sus piernas. Una bruma le invade la visión y se precipita en la alfombra.

Gritos cortos, siluetas que se mueven frente a él, un hombre que trata de escabullirse. Levanta los pesados párpados, hasta la mitad. Es Guillermo Ostos, Director de Recursos Humanos de Hampfton, en calzoncillos tipo short y franelilla, lo acechan tres sombras que vibran en la distancia, femeninas por la silueta, una de ellas desnuda o semi desnuda.

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La escena parece una película psicodélica. Las mujeres le cortan el paso a Ostos, una lanza un alocado swing que falla. Acierta el siguiente. Ostos se desploma sobre unas sillas de mimbre.

Una hembra masiva, que nunca había visto, sale del cuarto y arrastra al Director de RRHH. Igor respira apresuradamente, para darse energía.

Karen se acerca y trata de inmovilizarlo. Igor se sacude y se zafa. Karen lo embate contra la pared con un jab de derecha. Moana le cae encima, lo sofoca, entre varias lo llevan a la sala. Es depositado sobre la alfombra, humo, hienas, luces tenues, sale el mujerón y le apreta el cuello, firmemente contra el tapete.

Va y viene su conciencia. Se sacude. Ya no puede abrir los ojos, todo oscuro, perfumes mezclados concannabis, bamboleo mientras lo sujetan. (En una ráfaga mental Igor siente que aquella forma de morir le parecía erótica en el fondo). Después del reverse gangbang hubiera sido perfecta… pero he allí que yacía en la sabana africana, atontado como los insectos con el veneno de las arañas, como un ox indefenso listo para ser devorado.

Algo distrae a las cortesanas. En la habitación contígua acaban de liquidar a Ostos con un tiro silenciado. Aquella noche aniquilan a dos machos disruptivos, que no respetaron la jerarquía de las hienas. Las asesinas, también y después de todo, están algo borrachas, de modo que Karen tropieza sin querer su cartera o una cartera, que cae cerca de Igor. Cuando éste abre los ojos buscando oxígeno, mira bajo el sofá un revolver caído junto a polveras y peines.

El intervalo es minúsculo como las panties de Moana y de Yarizza, y no sabe con qué fuerza… pero estira el brazo y logra asir la .48. Mientras tanto Yarizza lo trepa, esta vez para terminar de inmovilizarlo y que Karen lo liquide.

Con lo que queda de fuerza aprieta el gatillo. El tiro hace un estruendo y le atraviesa el hombro a Karen, todas se alejan momentáneamente. Mareado, con sombras que danzan, se levanta, apunta al azar y corre tambaleándose a la luz. Lo acechan, las repele con el revólver que agita amenazante. La grande (Petra) lo apunta y con un simple movimiento lo pudiera abatir, pero Moana le prohíbe disparar.

Karen es sostenida por sus asistentes, otras llaman al 911 y una grita desde el balcón pidiendo una ambulancia. Ya se siente la voz de vecinos afuera y sirenas de policía abajo. Otro cadáver no sería nada buena idea y ya no es necesario. El de Ostos ya sellaba el destino del clan.

La policía entra violentamente y encuentra a Igor desmayado, dado por muerto al principio. Karen canta, ebria, ya contenida la herida que no era grave. Moana llora. Ostos yace en una habitación, boca abajo, ejecutado.

4.
Sólo una cincunstancia fortuita permitió desmantelar ese clan.

A raíz del incidente Igor experimentó, digamos, su propia evolución mamífera. De musaraña a primate más avanzado, probablemente habilis, entendió mejor su puesto en la cadena alimenticia del deseo y del amor. Contra las hienas no se puede luchar. Acaso defenderse o huir. Si te deshaces de una, vienen más.

Y así se sube lentamente por las llanuras de la sabana milenial. Dejando huellas en la tierra caliente, comiendo carroña o cacería, migrando… Igor ya sabe que llegar al tope como el león sólo es posible si lo aprendiste de una hiena.

 

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ILUSTRACIONES: Lúdico.