Joaquín Ortega: El modelo de Pickman

Joaquín Ortega: El modelo de Pickman

thumbnailcolaboradores-190x130Parece ser que mientras vivíamos en cuevas y corríamos detrás de los alimentos – sin olvidar, que gran parte de las veces, nosotros éramos los que escapábamos de un animal más grande-  se iniciaron las pesadillas humanas. Así, el terror forma parte de nuestro repertorio responsivo biológico, y por ello, no resulta casual decir que: “se está vivo porque se está alerta… y se está alerta porque se está vivo”.  En definitiva, el temor no es malo, porque nos permite prever eventos imprevistos.

Aprender de la violencia

La violencia es racional cuando se dosifica y tiene un fin ejemplarizante: “no hagas esto, para que no te ocurra aquello”… “observa los pasos del evento X para que no ocurra el evento Y”…”pon las barbas en remojo, cuando veas las del vecino arder”… “el picado de culebra, cuando ve bejuco brinca”… serían los referentes más coloquiales que nos invitan a aprender de algún tipo de experiencia no placentera. Aprendemos a reorganizar nuestras conductas por el ejemplo, la memoria y el aprendizaje.   





Muerte, verdades y videotape

Dicha estructura de reorganización de las conductas parece diluirse, hoy en día en Venezuela, entre otras razones por una total merma de la supervisión del aparato estatal sobre los lugares de reclusión nacional. El modelo de la cárcel venezolana autónoma y autogestionada por sus propios usuarios, produce toda una serie de subproductos económicos, políticos y sociales –pranatocracia, sindicatos delincuenciales mixtos, cartelización, nuevos organigramas del crimen, justicia paralela- Muchas de sus prácticas puertas adentro, han llevado a la viralización de videos de diversa índole: desde las celebraciones infantiles, la diversión en discotecas internas, eventos de belleza…hasta las novedosa presencia en redes sociales de contenidos cuyas principales atracciones son la mutilación, la tortura y el asesinato. Haciendo énfasis en los videos de violencia carcelaria, vemos que gracias a la estética cinematográfica Gore -unida al marco Snuff- sobrepasan al mensaje, y por ende, lo que se presenta visualmente, oscurece el marco conceptual; logrando que lo narrativo, pierda todo el sentido del ejemplo, y desencadene, simplemente, una mera pesadilla sin principio ni fin, sin interpretación ulterior y sobre todo, destinada –por mecanismos de autopreservación psicológica- al olvido. En resumen, esta violencia gráfica en audio y video, muestra para no enseñar y prepara para no aprender. Eso sí, deja una huella en las emociones y en la psique basada en la alteración y crispación constante: estamos aterrados sin saber, realmente por qué.

Lovecraft y la pintura del mal

Dentro del universo literario del escritor fantástico H.P. Lovecraft nos encontramos con la historia de un joven pintor de nombre Richard Upton Pickman. Inspirado en pintores clásicos como Goya, Fuseli y Doré su trabajo artístico necesita –para lograr una autoestima integral- del apoyo, no solo del público, sino también corporativa. Un gremio que convive culturalmente a dos aguas, entre las convenciones victorianas y el conservadurismo bostoniano post decimonónico.

Pickman, el artista en cuestión, trata con dificultad, al principio, de pintar al horror con una verosimilitud tenebrosa, pero, progresivamente, al describir con total entrega -lo que en principio, creemos imagina- se va transfigurando emocionalmente, a partir de los objetos que retrata. En pocas palabras, por un proceso de empatía y simpatía, en jerga alquímica, uno y otro   –pintor y pintura- truecan talantes, con el peligro, casi inevitable, de que el mal colonice al curioso pintor.

Vemos así -desde los ojos del narrador, la materialización espiritual de una transferencia de particularidades- cómo se va perdiendo la naturaleza afable de su amigo, al trocarse en un cuerpo, casi sin alma. Hipotéticamente, al mantener al horror frente a sus ojos, el aparato anímico del observador se altera, dejando atrás cualquier defensa mental y posiblemente ética. Así, al igual que Pickman muchos venezolanos, sometidos a una guerra psicológica silente y no denunciada, se desgastan viviendo una película de horror descriptiva, a la cual asisten contra su voluntad. No compran, como el ritual lo exige, una entrada para sentarse en una butaca, sino que somos constreñidos a presenciarla.

El modelo político frente al espejo

Cuando se elige como role model un prototipo político abiertamente represor, cuando se insiste en borrar del mapa a todos los que no se amoldan a las órdenes dirigidas, desde la cúpula gobernante, cuando se invoca a una sola visión histórica o ideológica para formatear a nacionales de un país, cuando se trabaja diariamente para generar obediencia silenciosa, en lugar de consensos integradores, cuando se decide que la autonomía de la voluntad individual está pisoteada  por argumentos que desmeritan    -y solo se apoyan en la fuerza de las armas, el miedo a los colectivos, las amenazas de unos reclusos supuestamente alineados con el proceso bolivariano, la posible pérdida de empleo, el muy probable impedimento para adquirir alimentos, entre otros- Cuando eso ocurre, el sobresalto -y la amenaza de ese pavor- es el estilo a imponerse: son las formas y los modos del látigo, la sangre, la desmembración y el hambre. Hablamos de las convenciones de un estilo de hacer política en clave despótica, tiránica, depredadora y adormecedora de toda respuesta humana en libertad, por vía del uso y el abuso de la reproducción del sobresalto.

En aquello que fijas tu atención, en eso terminas convirtiéndote, al igual que le ocurrió a Pickman en el cuento. Retratar, emular, alabar y poner en práctica el horror de los modelos que se tienen al frente -como referentes de organización política, económica y social: Cuba, Iran, Irak, Corea del norte, Afganistán, Turquía, Siria, las FARC, el estilo de extinción del enemigo tipo Pranocracia- no conduce, sino a encontrarse, cada vez más frecuentemente, con las prácticas que oscurecen toda idea de libertad y convivencia civilizada.

Pickman buscaba el horror en lugares funestos para seducir a otros con los bosquejos de una realidad oscura.  Una política bajo un modelo parecido, solo abre las puertas a la lógica de existencia de inframundos, que terminan por traer al escenario a depredadores más grandes, traicioneros y funestos; en especial, porque llevan mayor  tiempo haciendo el mal y han entrenado el músculo concienzudamente para el engaño. Inspirarse en autocracias intolerantes para ordenar países, funciona durante un tiempo, casi siempre para unos pocos; habrá que estar atento, para cuando esos males inspiradores pasen sus respectivas facturas.

 

@ortegabrothers