Fausto Masó: El suicidio de Venezuela

Fausto Masó: El suicidio de Venezuela

Como Venezuela no hay otro país; tan infortunado, claro. Del desastre actual solo se están salvando los bachaqueros y los que viven en Miami.

El país apoyó a un militar audaz y golpista, pero que no distinguía su mano izquierda de su mano derecha, ignoraba todo sobre la economía y la política. Para colmo de males ese líder murió antes de tiempo, no vivió este desastre y el pueblo culpará a un tal Nicolás Maduro.

Leemos. “Venezuela habrá perdido para final del año y con respecto al año 2013 más de una tercera parte de su PIB por habitante, sin contar los estragos que la crisis económica ha venido causando en la calidad de vida de la población”.

Rara vez se tiene la oportunidad de presenciar el suicidio de un país, aprovechen los que viven en Venezuela para ver de cerca el asombroso proceso de destrucción de industrias, de la agricultura, y de cómo se obliga a los jóvenes a huir al extranjero.

Venezuela es el único país del mundo con inflación de tres dígitos (con escasez total de alimentos y medicinas y con “bachaqueo”). La encuesta de condiciones de vida, Encovi, conducida por tres universidades nacionales, calcula que 73% de los hogares en Venezuela han caído por debajo de la línea de pobreza. Dos años antes, en 2103, la porción de los hogares en situación de pobreza estaba en solo 31%.

El Fondo Monetario Internacional acaba de señalar que la economía venezolana estará registrando una caída del Producto Interno Bruto de 8%, el mayor retroceso de cualquier país a escala mundial y tres años consecutivos de contracción económica

Llegó la hora de pasar hambre.

Todo esto a pesar de que durante los últimos 15 años Venezuela recibió recursos infinitos que empleó con una tenacidad desgraciada en cavar su fosa en medio de la indiferencia del resto del mundo, al que no le importa nada lo que les suceda a los venezolanos después de que estos durante muchísimos años auxiliaron a otros. No nos agradecen nada, ni siquiera nos aconsejan que el último que se vaya apague la luz.

Toda esa catástrofe ha sido obra de los militares que inventaron al socialismo del siglo XXI. Asombrosamente, los venezolanos no reconocen todavía que el período más brillante, honesto, productivo, de la historia ha sido el de los presidentes democráticos. No ha habido gobernantes militares como Betancourt, o el mismo Pérez.

Hoy faltan las medicinas, una escritora dice “Yo misma, que padezco distonía mioclónica, me veo afectada y al no conseguir mi medicamento tiemblo y tartamudeo cada día más”.

Afirma Antonio Pestana, presidente de Fedeagro: “En el caso del azúcar que estuvimos muy cerca de ser autosuficientes, actualmente la producción se ubica en 30 %”.

Vendemos la harina precocida a 190 bolívares, cuando los costos de producción se ubican entre 90 y 100 bolívares. Según la Asamblea Nacional en los últimos 5 años se destinaron cerca de 30.000 millones de dólares en inversiones para recuperar la infraestructura termoeléctrica. Pero una buena parte de las obras no se terminaron. En otros casos los equipos instalados eran obsoletos, de segunda mano y nunca generaron energía. La situación actual es que las 2 mayores platas termoeléctricas del país, Planta Centro y Termocentro, no están generando energía. Si el país se propusiera una meta de crecimiento de 3% para el próximo año, requeriría una disponibilidad de 5.400 megavatios y no tiene de donde sacarlos.

¿Viva Chávez?

Maduro todavía no despierta, no reconoce que ha vivido un gran engaño. La fiesta se acaba. No hay solución a la vista ni la propia oposición se atreve a plantear con claridad que la única salida a la crisis es el capitalismo, abrazar sin temores la libre empresa. No hay otra forma para derrotar el hambre que avanza por el país.

Si por lo menos esta tragedia sirviera para que el país cambiara, convencerlo de que no hay otra salida que el trabajo, la inversión, la apertura al mercado mundial, imitar a otros países del continente. Pero no es así, todavía la nación le echa la culpa a unos personajes en vez de aceptar que el sistema es el responsable, el sistema que nació antes de Chávez.

 

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