Víctor Vielma Molina: Simón Rodríguez y Andrés Bello, maestros de maestros

Víctor Vielma Molina: Simón Rodríguez y Andrés Bello, maestros de maestros

thumbnailvictorvielmamolinaFebrero, octubre y noviembre son meses que tienen que ver con estos dos grandes hombres. Son de nuestra tropical, caribeña, bella e inmarcesible tierra venezolana. Simón Rodríguez, nace en Caracas el 28 de octubre de 1769 y muere en Perú el 28 de febrero de 1854. Andrés Bello, doce años después, ve la luz en la Caracas del 29 de noviembre de 1781, y desaparece físicamente, en Santiago de Chile, el  15 de octubre de 1865. Muere cuatro años antes que Simón Rodríguez. Ambos tienen una larga existencia, Bello muere a los 84 años y Rodríguez alcanza la edad de 85 años. Como vemos, la Caracas colonial los vio crecer en cumplimiento  de su trayectoria terrenal de niños y de estudiantes adolescentes. Luego, adultos, ascendieron hacia el hacer, para señalar con ejemplos, el sendero a quienes han de proseguir y ser, futuros educadores de la libertad política, educacional, cultural y económica de nuestros países. Nosotros, como sus herederos, no podemos ser una excepción, para no aprovechar sus enseñanzas.

Por sus grandes aportes a la humanidad, deberíamos rendir homenaje a sus inmortales e interesantes vidas. Ellos llevaron la teoría a la praxis, educaron y llenaron de sus ideas a sus discípulos y la dejaron para la posteridad en libros. Así serán para siempre recordados, reconocidos  y renombrados. Todo, porque en vida y obra, amaron a América, a su naturaleza, a sus pueblos, a sus gentes y, por encima de todo, la libertad. Por ello, se nos llena el corazón de orgullo patrio, de júbilo y de admiración, cuando pronunciamos sus nombres. Ellos, llenaron la mente de El Libertador – sustentados y actualizados en la filosofía y pedagogía del entonces – con grandes ideas para el trabajo y capacidad de sacrificio para el logro de la Independencia. Su gloria testifica, a la sin par formación y enseñanzas, de estos esclarecidos mentores. Como maestros erigieron el espíritu de libertad, de saber y de amor por la patria, del niño y al joven adolescente,  de quien bien, habría de ser El Libertador. Rodríguez, tutor y maestro de Bolívar – según sus biógrafos – aplicó  con éxito el Emilio o, De la Educación, de Juan Jacobo Rousseau, y en mucho fue más allá. Por ello,  nunca llegaron a ser en vano sus coincidencias existenciales, para ver en el genio en Bolívar, a quien sería el descomunal  líder de líderes para crear repúblicas y llenarlas con el espíritu de la libertad. Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, son testigos de  las ideas y hazañas, que Bolívar realizó, contra todo acto arbitrario y de usurpación para el logro real de la Independencia.

Estudiantes, maestros, profesores, amas de casa y trabajadores, siempre orgullosos, han de rendir homenaje y admiración a estas ilustres y trascendentes personalidades. Como venezolanos, no podemos perder el rumbo que señalaron nuestros héroes intelectuales – porque maestros, educadores, poetas, escritores, filósofos, entre muchos hombres de saber, son eso, héroes intelectuales –. Rodríguez   y Bello, se conjugan con los fundadores y hacedores de nuestros países. Por ello, siempre deberíamos celebrar el nacimiento de sus trayectorias ejemplares y conmemorar su desaparición física. Esto enaltece y nos llena de alto sentido de pertenencia.





Simón Rodríguez, quien refería la necesidad de “la emancipación mental”, como planteamiento de una segunda independencia, y además pensaba, que si por libertad se: “cree, que para ‘entenderse’ sobre el modo de obrar, y sentar un principio que regle este modo, sea menester reñir: el resultado sería entonces una guerra perpetua, por consiguiente, la aniquilación”, fue educador, pensador, escritor, político, conocedor de muchos países, gran soñador de la libertad económica de las nacientes naciones de América. Sus ideas podemos encontrarlas en Obras completas, editadas por la Universidad Simón Rodríguez de Caracas, en 1975, donde aparecen, entre muchas otras: Observaciones de los defectos que vician la escuela de las primeras letras en Caracas y  Sociedades Americanas en 1828.   

Andrés Bello fue un polímata. Esto es, un sabio erudito de amplio alcance en el arte, ciencias y otros saberes. Entre muchas ideas, deja para la posteridad la frase: “podremos considerar la educación como el empleo de las facultades más a propósito para promover la felicidad humana”. Jamás exagera quien asevere que Bello descolló como filósofo, poeta, crítico literario, traductor, políglota, filólogo, político, ensayista,  educador y diplomático. Entre sus innumerables libros, de su autoría, encontramos a su rica y variada obra poética, que expresa admiración por nuestras gentes, la tierra americana y hace, un llamado sublime, para que nuestros pueblos, alcancen la independencia intelectual, tal como se aprecia, en: Alocución a la Poesía y la Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida. Entre su otras obras, encontramos: Principio de Derechos de gentes, Historia de la literatura, Opúsculos literarios, Arte de escribir con propiedad, Crítica a Homero, Crítica a Ovidio, Crítica a Horacio, Principio de Derecho Internacional, Código Civil, Sociología de lo bello, Filosofía del entendimiento, Filosofía moral, Lógica, Venezuela consolada, Cosmografía o descripción del universo, Resumen de la historia de Venezuela, Gramática de la lengua castellana, entre muchas más. A bello, Venezuela lo amamanta y lo educa desde 1781 a 1810, Inglaterra lo recibe en 1810, junto a Simón Bolívar y Luis López Méndez, cargado con la inquietud de liberar a su patria del yugo español. En Londres, entre penurias y reconocimientos, logra beber la fortaleza del saber de la Albión del entonces, hasta llegar al año 1829, cuando decide viajar a Chile, con su esposa e hijos. Allí llega, con  la diamantina riqueza que llevaba en las alforjas sensibles de su espíritu de poeta, de filósofo, de maestro sabio y conductor del saber. En la nación austral, está su obra desde 1829  hasta que admirado, reconocido y respetado, lo sorprende la muerte como rector vitalicio de la Universidad de Santiago de Chile.

En conclusión, Simón Rodríguez y Andrés Bello, fueron buenos estudiantes, excelentes lectores, hombres de grandes virtudes, eminentes intelectuales, emprendedores, excelentes trabajadores, amaron el bien, practicaron la ética y siempre quisieron que viviéramos en la libertad republicana y democrática por la que luchó Bolívar.  De tal manera, por sus grandes obras, serán eternos guías intelectuales y maestros del continente. Su saber y sabiduría marcaron a sus generaciones, y sin duda, aquilatarán a las presentes y futuras. Por ello, tenemos que invitarnos a saber más de sus vidas y obras.  Ellos son y serán ejemplos a seguir. No dejemos que sus efemérides pasen desapercibidas. Puesto que son, dos preclaros pensamientos, que jamás aceptarían políticas parciales ni de exclusión.

Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]