Carlos Márquez: La elección forzada

Carlos Márquez: La elección forzada

thumbnailcarlosmarquez

Cuando uno tiene que manejar de noche y lo vence el deseo de dormir, si tiene suerte se despierta sobresaltado percatándose de que cerró los ojos y estuvo soñando con la carretera con todos sus detalles. Porque cuando el deseo de dormir es muy intenso y tenemos la determinación de permanecer despiertos, puede pasar que nos quedemos dormidos sin darnos cuenta pero soñando que seguimos en la misma situación. La elección forzada en esas circunstancias es aceptar los propios límites para evitar una desgracia, es decir, aceptar que no se puede seguir manejando así y detenerse. No elegir lo que uno está determinado a hacer, sino lo que es mejor dentro de lo que es posible.

Pero aceptar los propios límites no es nuestra primera opción, una vez que los percibimos preferimos seguir soñando con soluciones rápidas que se ofrecen en el mercado o en la política y que estamos muy dispuestos a comprar. Lo habitual es no querer confrontarse con los desafíos de la vida, sino corregir sus tropiezos mediante el sueño o el fantaseo.





Uno de estos tropiezos puede ser la producción de un síntoma de origen psíquico. Se intenta forzar las cosas para que esa nueva realidad que ha aparecido en la vida, en los vínculos, en el pensamiento o en el cuerpo, pueda resolverse abusando de algún medicamento o haciendo alguna forma de gimnasia mental, o se le resta importancia esperando que se resuelva sola. En el nivel del individuo, lo mejor dentro de lo que es posible, la elección forzada que no se toma de buena gana, es encontrar la manera de hacerse cargo de ese nuevo síntoma que apareció. Es en esas circunstancias, muchas veces cuando ya se ha pasado mucho tiempo con un sufrimiento inexplicable, que se accede a buscar a un psicoanalista.

Pero qué pasa cuando un país entero hace un síntoma. En Venezuela algo no pudo seguir siendo tramitado de la misma manera. Los expertos en economía, sociología y ciencias políticas lo han estado diagnosticando por treinta años. Pero no fue sino hasta hace muy poco tiempo que comenzamos a elegir lo que es mejor dentro de lo que es posible. Tuvimos que sufrir varios accidentes para comenzar a hacer las cosas de otra manera. Aparentemente, como un país no es un individuo, hay que llegar a niveles de estrago considerables para comenzar a hacerse cargo.

Un liderazgo político y social que acepte que no se puede todo, es una ganancia inestimable en este sentido. Que acepte que no se puede ser tan purista como para no conversar con quien no se tiene confianza. Que acepte que ninguna fuente de riqueza exime de trabajar. Que no hay “calle sin retorno” que nos permita salir de esta catástrofe. Que no se puede manejar un país estando dormido, arrullándose con sus propias palabras bonitas pero que no significan nada.

Un liderazgo así tiene que seguir parándose en frente de la gente y decir estas cosas, aunque eso signifique que algunos de sus seguidores habituales lo abandonen y vayan a acurrucarse con quienes les repiten los engaños con los que hemos soñado desde hace cien años. El síntoma tiene una razón de ser, pero como uno no quiere saber nada de eso, convertirse en una verdadera molestia es su única opción para hacerse escuchar.

Esta nueva forma de liderazgo tiene que seguir poniéndose de parte de ese síntoma en el que se ha convertido Venezuela y, como el grueso del pueblo, rechazar las ganas de soñar. Tratar de escuchar lo que pasa y cambiar lo que se ha hecho, es hoy una elección forzada.

Si tomamos ese camino sabremos si como país queremos soñar con el futuro, pero eligiendo siempre lo que es mejor dentro de lo que es posible. Porque elegir lo que uno está determinado a hacer sin tomar en cuenta lo que es posible, es seguir durmiendo mientras se maneja en la carretera.

Carlos Márquez                                       @un_analista