Alexei Guerra Sotillo: En cámara lenta

Alexei Guerra Sotillo: En cámara lenta

thumbanailalexeiguerraPocas gravedades pueden acaso explicarse y apreciarse, desde la velocidad de una cámara lenta. El deterioro del país, a decir de todos los indicadores económicos y sociales, y la tragedia que supone el cierre de todas las vías de cambio político, la persecución a la disidencia, el empobrecimiento acelerado de grandes masas de venezolanos, en manos de un régimen militar con cínica y burlona sonrisa de neodictadura, definen las horas actuales.
Con demasiada lentitud e inercial signo, transcurre lo que se ha dado en llamar “diálogo”, con mediación del Vaticano frente a la desesperación de millones de venezolanos asfixiados por un modelo de represión y dominación, que ha colocado al país al borde de un precipicio económico, hundiéndolo en el aislamiento, pobreza y miseria en pleno siglo XXI, mientras vecinos cercanos avanzan y consolidan, en grados variables, su salud democrática y productiva.

Una gruesa y espesa capa de incredulidad domina toda la atmósfera nacional. En cada conversación o saludo, se cuelan dosis de escepticismo y desesperanza. Y la duda apunta justamente a la profunda desconfianza que genera un gobierno dedicado con energía y empeño a demoler el Estado de Derecho durante años, y a torcer el poco que queda aún en pie, para atornillarse en el poder, sin deseos de abandonarlo.

Hay una ruptura del hilo constitucional ocasionada por el amago tiránico de quienes se niegan a someterse a un proceso electoral revocatorio, conscientes de que serán desalojados del poder con los votos de una gran mayoría a la que ya, y desde hace rato, no representan.





Maduro y quienes le acompañan en su nefasto capricho autocrático, ven al diálogo y la presencia del enviado Papal como una tabla de salvación, un refugio para la inacción, una cínica forma de ganar tiempo. Mientras la oposición nucleada en la MUD, participa del diálogo no porque crea en Maduro, sino confiando en que la mediación de la Iglesia evite una confrontación y destranque la obsesión por permanecer en el poder de una revolución desdibujada en el plano internacional, como un gobierno de facto.

El poder ejecutivo intenta poner pausa en un control imaginario, para detener una película en la cual todo está perfecto, no hay problemas ni conflictos, y en la que se asume como único protagonista. Pero la impaciencia, el malestar, el hambre, la impotencia de no conseguir medicinas, la hiperinflación, la persecución y detención de actores opositores de manera arbitraria e ilegal, la represión, la corrupción roja-rojita, la destrucción del tejido empresarial y del ánimo productivo, la inseguridad indetenible, configuran una amalgama de argumentos cuyo peso y fuerza empujan para que avance esta película que somos, hacia un desenlace urgente e inmediato.

Al final, el único ultimátum posible es el que le impone la sensatez, el destino y la fuerza de un pueblo a quienes se empeñan en continuar con una aventura dictatorial.

@alexeiguerra