Fin del predominio del petróleo y el carbón: firmado, sellado y con fechas, por Henry Jiménez

Fin del predominio del petróleo y el carbón: firmado, sellado y con fechas, por Henry Jiménez

thumbnailHenryJimenezGuanipaEl pasado 4 de noviembre entró en vigor el Acuerdo de París, adoptado el 15 de diciembre de 2015 por 195 países. Este Pacto contra el cambio climático (CC), considerado el más complejo y de mayor importancia jamás alcanzado, reúne la voluntad de gobiernos, regiones, ciudadanos, empresas públicas y privadas, e inversionistas, al compromiso de hacer frente a la amenaza que representa el CC.

La complejidad y las consecuencias de la entrada en vigor del Acuerdo de París encarna desafíos tan extraordinarios, como descomunales e incluso inimaginables, en lo político, financiero, económico, social y cultural. El Acuerdo se ha movido a través del convencimiento de que no habrá futuro para las próximas generaciones, si no modificamos el estilo de vida y el tipo de sociedad que surgió en las últimas décadas del siglo XVII, con el advenimiento de la primera revolución industrial.

Primero el carbón y luego el petróleo, ambos combustibles fósiles abrieron las puertas a transformaciones sorprendentes, que modificaron el modo tradicional de hacer las cosas, brindando progreso y bienestar, a través de nuevos paradigmas de desarrollo económico, producción industrial, medios de transporte, electricidad, desarrollo tecnológico y otros, pero también sembraron el germen que con en el paso del tiempo podía destruirlo todo y hoy urge combatirlo.





Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), particularmente el CO2, representa esa arma letal que hemos levantado en más de dos siglos con capacidad suficiente como para destruir la vida sobre la tierra. De modo que enfrentarnos a su ultimátum diario, requiere ponerle fecha a su predominio y decadencia, mucho más cuando vivimos en una sociedad adicta al carbón y al petróleo y cada vez más al gas natural.

El Acuerdo de París se inscribe en esa expectativa y ha establecido como fecha para la consolidación de un nuevo modelo de producción de energía, el final del presente siglo. En el entendido de que no será un proceso, ni rápido ni lineal. Por el contrario será zigzagueante. Veremos cómo las emisiones de GEI por un tiempo no se reducirán, sino que crecerán, o el consumo de petróleo, carbón y gas natural, en lugar de descender, aumentarán. Será así, porque la variable del crecimiento de la demanda energética continuará su curva ascendente, lo mismo que la población. Adicionalmente, amplias regiones en todo el mundo deberán levantar las infraestructuras de las cuales adolecen -no necesariamente sostenibles- para poder acceder a la energía, con lo cual se incrementará aun más la demanda.

No obstante el complejo escenario, la hoja de ruta para alcanzar un sistema energético basado en energías renovables debe fortalecerse, de lo contrario no será posible el objetivo de mantener la temperatura de la tierra por debajo de 2 grados y los más cerca de 1,5 grados, meta central del Acuerdo de París.

De hecho hace apenas unos días, el 3 de noviembre el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) increpó a todos los países a ampliar de manera excepcional sus esfuerzos para recortar un 25% adicional sus emisiones de GEI para 2030, pues de lo contrario, no se podrá minimizar el cambio climático ni limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2ºC en este siglo, con  todas las consecuencias que esto comportará.

De acuerdo al nuevo informe del PNUMA, las emisiones contaminantes alcanzarían en 2030 hasta 56 gigatoneladas de dióxido de carbono, un número muy por encima del nivel de 42 gigatoneladas que se calcula podría mantener el calentamiento global dentro del objetivo inferior a los 2ºC.

En línea con ese propósito  y vista la gravedad de los daños que causarán las alteraciones del clima en los años por venir (en muchos casos esto será irreversible), los líderes del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, los EE.UU. y el Reino Unido) congregados en Alemania en junio de 2015, establecieron un primer extremo de reducción del consumo de energía fósil entre un 40%  y un 70 % desde los niveles de 2010 para el año 2050, y otra para su completa eliminación para 2100.

Con esa propuesta el panorama se despeja y ya tenemos dos fechas fijas sugeridas. Dentro de 34 años al menos el 55% de la energía fósil (tomando la media entre el 40% y 70% estimados), no existirá. Esto no significa que esa cantidad no pueda ser superada e incluso alcanzar el extremo del 70% planteado por el G7, lo cual dependerá en gran medida; de los avances tecnológicos para producir más electricidad de fuentes renovables, de la electrificación del sector transporte, de la renovación e introducción de nuevas construcciones urbanas bajo patrones de sostenibilidad, el avance de la eficiencia energética que desacoplará el crecimiento económico del incremento del consumo energético, del compromiso de otras naciones como China, India, Brasil y en fin de todos los países, entre tantas otras acciones por emprender.

La segunda fecha ocurrirá dentro de 84 años, ese día no debería existir ningún proceso movido por energía fósil. El escenario planteado es un pronóstico que parte de estudios científicos, pero que necesita de la participación de la humanidad en su conjunto. Debe ser la nueva ideología de los habitantes de este planeta, que dé sentido a la subsistencia de cada uno, teniendo presente que urgimos de un modelo sostenible, que no puede esperar. Es el momento de pensar en grande para cambiar.

Manos a la obra.

El mundo que hemos creado es un proceso de nuestro pensamiento. No puede ser cambiado sin cambiar nuestro pensamiento. Albert Einstein.