Jesús Peñalver: Presos del chavismo

Jesús Peñalver: Presos del chavismo

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Yo había una lista de los juzgados o presos, en libertad o no, durante la terrible pesadilla chavista que aún –por desgracia- desgobierna a Venezuela, con prescindencia de toda regla de derecho, olvidándose del humanismo que tanto preconizó y nunca ha practicado, a no ser que se trate de sobrinos, seudohéroes nacionales y extranjero, de acólitos y demás parentela.

Desde luego, esta lista no es definitiva, ya que en ella debe usted, amable lector, incluir a todos los otros venezolanos que viven la desdicha de tener que soportar la maldición que nos dejó el desquiciado milico golpista, resentido y delirante; mediocre teniente-coronel que vivió solo su egoísmo y megalomanía hasta el último de sus infames suspiros.





Veamos:

Jueza juzgada por juzgar.

Abogado juzgado por defender.

Militar juzgado por ver llorar a otro.

Militar juzgado por describir el uso de un lanzallamas.

Médica juzgada por casarse con un San Miguel.

Comisarios y policías juzgados por cumplir con su deber.

Militar juzgado por denunciar injerencia cubana en la FAN.

Militar juzgado por negarse a saludar con siniestro eslogan.  

Pajarracos juzgados por tuitear, por opinar, pues.

Civiles juzgados por dar agua o alimento a manifestantes pacíficos.

El Alcalde de Caracas juzgado por demócrata a carta cabal.  

Político por referir una noticia de narcotráfico.

Editor por replicar un artículo ajeno

Editor por referir una comparación con Mussolini, por expresarse, pues.

Y el otro, juzgado por enamorar.

A esta infame lista se añade al Doctor Gonzalo Müller, jefe de Ginecología de los Magallanes de Catia, preso en el SEBIN por recibir medicinas en donación, lo cual no es delito, sino más bien el ejercicio pleno y encomiable de su profesión ante tanta desidia gubernamental al negar insumos y medicamentos, divisas para la importación respectiva, el establecimiento de un canal humanitario que permita atender tantas carencias y males de enfermos, imposibilitados de acceder a una adecuada atención médica, lo cual incluye, obviamente, el suministro y aplicación de medicinas.

En mi país morirse de muerte natural es más difícil que un contrabando de hielo. La muerte ya no está en el eslogan, pero sí en la realidad de los hechos. Ni guerra, ni ataque ni invasión. Es la plaga hecha gobierno, la peste que el golpista Chávez dejó aposentada en Miraflores.

El ataque es del propio des-gobierno a la mermada, casi nula economía de los venezolanos, a nuestras condiciones de existencia. Nos odia, la peste chavista nos odia.

Paradójico: si usted no quiere ser detenido, narcotrafique, guise lo que pueda con la muna del Estado, participe activamente en el crimen. Por el contrario, si usted protesta pacíficamente, exige ejercer sus derechos, pide referendo revocatoria o renuncia del pésimo gobernante o recibe medicinas donadas, va preso.

Y pensar que un tranquilazo golpista introducía explosivos a la cárcel durante su justo encierro, usando a su mujer y menor hijo. Imaginarse uno puede a un par de nepotes y a la caterva de cómplices narcotraficando, haciendo uso de las mieles y de los polvos del poder, con pasaportes diplomáticos, saliendo y entrando por Maiquetía como Pedro por su rampa…4.

La detención arbitraria del Dr. Müller y José Luis Stipia, es otra muestra más de la desgracia que destruye a Venezuela desde hace 18 años. No es humanismo, cómo puede serlo, la detención arbitraria del Dr. Müller y José Luis Stipia. Es la peste y destrucción que encarna el chavismo, la perversión.

Como ven, todos estamos expuestos a sufrir persecuciones, reclusión carcelaria, juicios amañados, sentenciados a muerte, porque cualquier mazmorra chavista es eso, sinónimo de defunción. Miren La Tumba, esa cárcel en la plaza con nombre de país. Todos estamos en libertad condicional.

¡Yo Sebin que estoy afuera!

Mientras el país va por un despeñadero, hora triste, de angustia, cuesta abajo en su rodada, como dice el tango, la linda parejita presidencia parece decirnos con cínica sonrisa, “sigan bailando”.

Jesús Peñalver