“Venezuela adicta a la humillación” por @carlosfloresx

“Venezuela adicta a la humillación” por @carlosfloresx

People queue outside Venezuela's Central Bank (BCV) in Caracas in an attempt to change 100 Bolivar notes, on December 16, 2016. Venezuelans lined up to deposit 100-unit banknotes before they turned worthless, but replacement bills had yet to arrive, increasing the cash chaos in the country with the world's highest inflation. Venezuelans are stuck in currency limbo after President Nicolas Maduro ordered the 100-bolivar note -- the largest denomination, currently worth about three US cents -- removed from circulation in 72 hours. / AFP PHOTO / FEDERICO PARRA
Miles de personas en las afueras del Banco Central de Venezuela en Caracas intentan canjear sus tenencias de billetes de Bs. 100 el 16 de Deciembre de 2016.. / AFP PHOTO / FEDERICO PARRA

 

Desde el martes 13 de diciembre los venezolanos han encontrado nuevos significados a la ya trillada y sempiterna palabra “crisis”. El “siempre es posible estar peor” se ha cumplido y abre el horizonte a una enorme y preocupante serie de calamidades. Si Venezuela ha estado mal, muy mal, desde la llegada de Hugo Chávez al poder… ahora está terroríficamente mal. Apocalípticamente mal… Zimbabwemente mal. Lo cual es un cambio drástico a la exaltación, esperanza e inyección de adrenalina político-social que, justamente hace un año, permitió a más de un venezolano soñar con el fin de tanto sufrimiento. Aquellas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, fallaron en su profética promesa: la nueva Asamblea Nacional con mayoría opositora, se encargará de salir de Nicolás Maduro y su régimen tiránico. Fue una apuesta colosal. Los votantes nuevamente confiaron en los políticos opositores y les encomendaron una misión: liberen a Venezuela. Y los políticos opositores, nuevamente, fallaron. Claudicaron. No entendieron lo sencillo: no se trata de ellos y su protagonismo partidista. Se trata de una misión tan noble como la que hemos visto en el filme Rogue One de Star Wars: a veces hay que pensar en lo grande, en lo que sea mejor para el colectivo, para el mejor futuro y dejar a un lado el personalismo y la sed de poder. Puede ser una misión suicida pero alguien debe hacerla. Y en Venezuela, nadie –ningún político- ha querido asumir ese rol. No se han atrevido. No piensan en lo honorablemente necesario. Los políticos “opositores” venezolanos se encierran -ellos mismos- contra rincones oscuros, habitados por absurdas nociones partidistas; donde el miedo por el “qué dirán” sopla más fuerte que el huracán de la razón. Y esta actitud, en la práctica, es una contribución a que la agonía económica-social-moral tome nuevos aires cada cierto tiempo.

Pero Venezuela está rota, dañada, desde hace rato. La política se ha establecido en el país con un mensaje único: “relax, tenemos petróleo”. Y así nos fuimos relajando. Generación tras generación de conformismo, apatía y la sensación generalizada de que somos unos vagos, unos flojos (¿o acaso no es de esta manera que los venezolanos se describen entre sí?); ciudadanos que no valoraban ni defendían su ciudadanía. Una cultura viciosa donde todo lo ilegal no solo es legal a la fuerza sino inevitable. Presidentes, gobernadores, alcaldes que parecen sacados de la vecindad del Chavo. ¡Pero es que era “divertido verlos”! Sí, claro, mucho. Era divertidísimo ver a Chávez… hasta que nos dimos cuenta de la verdad: no estaba jugando… nos estaba jodiendo y lo aplaudíamos y reelegíamos mientras se salía con la suya.





A los venezolanos se les ha humillado con la gota del petróleo. Y desde ese momento, al saber que solo es necesario que nos digan lo que queremos escuchar (por más insólitas que puedan ser las promesas y los discursos) caemos bajo el narcótico embeleso que caracteriza a las mentes limitadas: una pobre educación, incultura masificada y líderes centrados en el populismo. Ha sido la receta para esta sopa agria y tóxica, cuyo equipo de cocineros está integrado –actualmente- por los narco-revolucionarios-chavistas, pero además por aquellos que –siempre desde la fría teoría- deberían oponerse a esta sinfonía de la destrucción. Y los dos o tres que podrían encumbrar las ilusiones y anhelos de cambio, persisten en sucumbir ante el posible costo político de acciones que, a pesar de necesarias, no se atreven a ejecutar. Entonces se convierten en integrantes del mismo círculo vicioso del personalismo y partidismo colocado muy por encima de la realidad. Utopías, pues. Fragmentos inservibles de ideas echadas al vacío. Porque mientras estos políticos analizan, crean hipótesis, piensan en lo que hacen los otros partidos y se limitan a gritar e insultar tan o más fuerte que los tiranos, el país está lejano a obtener una salida “política”. Porque la política no funciona con criminales matones. Ellos manejan códigos diferentes… y si los cabecillas de los partidos principales que dominan la Mesa de la Unidad Democrática, no entienden eso (¡claro que lo entienden, porque no son tan inocentes como proyectan ser!) están lejos de ser la solución: son parte vital del problema.

Entonces ellos, los “políticos demócratas”, también son adictos a la humillación. Y es una humillación trágica… porque es autoinfligida. Así como no existe excusa alguna para que un país como Venezuela esté completamente quebrado, mucho menos existen pretextos que minimicen la culpa y responsabilidad de la oposición política venezolana que, tristemente, se limita a olfatear el trozo de queso rancio, como una rata ciega y desesperada, en vez de escuchar el grito épico y libertario que es expulsado desde las convulsas entrañas de la nación.
Y si los líderes persiguen sus colas mientras deberían levantarse frente al opresor… la gente se va diluyendo; se pierde entre carencias, hambre y enfermedad. Y como ya era una sociedad entrenada para pedir y recibir, entonces puede adaptarse a lo que venga… o a casi todo. Porque cuando te quiebran la moral, cuando aceptas lo inaceptable, surgen interrogantes como, ¿qué les pasó a los cubanos? La respuesta: lo que les está pasando a los venezolanos. Cuando aniquilas el individualismo ciudadano, muere la capacidad para escoger lo que es mejor para uno, para los suyos. Y todo se convierte en: “debo seguir en la cola para buscar alimentos porque es la única forma… hay que bajar la cabeza porque los demás bajan la cabeza. Si los políticos no hacen nada, ¿qué puedo hacer yo?”, y atrapados en este sistema de abatimiento, el tiempo pasa y pasa rápido. A velocidad luz, cuando la existencia se resume en aguantar y aceptar.

El peor ejemplo lo presenciamos recientemente. Un fin de semana Nicolás Maduro contó a los venezolanos una historia tan absurda que solo un país adicto a la humillación, puede no solo creer sino justificar. Involucraba a Ucrania, Colombia, complots con los billetes de Bs 100. Y obligó al país… a millones de personas… a entregar sus billetes. ¿Por qué lo hizo? Porque sabía que la gente aceptaría y, más importante, que nadie se opondría… ni siquiera los políticos opositores. Y lo que hemos visto durante esta semana, desde el martes 13, es trágico. Los venezolanos damos pena. ¿Esto es lo mejor que podemos llegar a ser? ¿Y qué hicieron los políticos opositores (los mismos que lloran cuando alguien los critica)? Nada, algunos tweets, algún comunicado, algunas palabrotas… ¿alguna conexión con las millones de personas que nuevamente obedecieron al amo? No, ninguna. Pero, muy a pesar de eso, siguen pidiendo a la gente que crea en ellos. ¿Por qué? Porque también saben que el síndrome aplica a favor suyo. Un pueblo humillado se rebaja ante quien sea: Maduro, MUD o Darth Vader. Da igual.
Aunque el único error que puede cometer un bando u otro es abusar de la humillación y no administrarla debidamente. Subestimar el desespero y el poco nivel de orgullo que pueda quedar en los venezolanos y olvidar que el leve aleteo de una mariposa puede desencadenar un caos tan peligroso que desconfigure este mapa de agonía, y dicte coordenadas a un rumbo que, a pesar de ser desconocido, esté lo suficientemente lejano a la degradación actual. Y por malo que sea, para muchos con eso bastará.

Carlos Flores

@carlosfloresx