Carcassonne, el máximo exponente de la Francia medieval (Fotos)

Carcassonne, el máximo exponente de la Francia medieval (Fotos)

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Con una fortaleza de cuento de hadas, Carcassonne es el máximo exponente de la Francia medieval. Sus murallas, el castillo, la basílica y sus temibles fosos nos adentran en las historias de caballeros y princesas, dragones y mazmorras, clérigos y herejes… La ciudad fortificada más grande de Europa abre sus puertas para que la contemples, pero, sobre todo, para que una vez dentro viajes con la imaginación. traveler.es

A Carcassonne habría que llegar a caballo. A bordo de un palafrén, vistiendo cota de malla, yelmo con forma de algún animal feroz y calzonas granates, tras el rastro de los forajidos que secuestraron a la hija de un potentado caballero que ha ofrecido varios cientos de venados de oro por su rescate. Eso es lo ideal pero creo que sería bastante complicado en los tiempos que corren encontrarse a un tipo de tal guisa a las afueras de cualquier población europea. Así que la manera más evocadora de llegar a la ciudad medieval fortificada más grande que se conserva en Europa es en tren. El de Renfe SNCF tarda poco más de dos horas desde Barcelona y unas cinco desde Madrid. Un paseo que , en este caso, nos sumerge en la Historia.

Paseando por la historia/ Alamy

Y es que esta ciudad, situada sobre una colina de la región francesa de Languedoc-Roussillon, evoca mejor que ninguna otra imágenes de dragones, espadas y duelos medievales al atardecer. Surgida de un asentamiento en el siglo VI antes de Cristo, aquí han dejado su huella todos los que han pasado: romanos, visigodos, sarracenos y condes de Toulouse y Francia. Cada uno puso su paletada de argamasa para que Carcassonne ejerza hoy un poder de seducción brutal para el turista a través de sus majestuosas y abundantes torres, torretas y sus escalofriantes murallas.

Si estos argumentos no te han convencido lo suficiente un rápido vistazo a la filmografía reciente disipará cualquier duda. Carcassonne ha servido de escenario al Robin de los Bosques al que dio vida Kevin Costner, a los escarceos del D’Artagnan dirigido por Peter Hyams o a las paranoias históricas de Jean Reno en Los Visitantes. También aparece en las páginas de El Laberinto, escrito por Kate Mosse. Sin siquiera haber pisado los campos de lavanda que la rodean, solo nombrar estas cuatro historias hará que el viajero más excéptico pueda imaginar lo que puede encontrar si se adentra en sus estrechas y viejas callejuelas

Su sola visión quita el aliento/ Alamy Stock Photo

La primera visión de su fortaleza de cuento de hadas, La Cité, quita el aliento. En total, 52 torres y tres kilómetros de muralla que conforman el perfil de uno de los lugares más atractivos y con más visitantes de Europa. Tres millones de personas recorren cada año su empedrado, una cifra exageradamente grande que, no nos vamos a engañar, dificulta la visita y la capacidad de ensoñación del viajero, la necesidad que se siente en un lugar como éste de sentarse e imaginar historias de caballeros andantes, brujas malvadas, celdas malolientes y ricos palacios. La mayoría solo pasan unas horas aquí, sobre todo en la atestada calle principal repleta de tiendas de recuerdos. En mayo o septiembre, sin el calor ni las multitudes, La Cité es una experiencia mucho más atractiva.

Para respirar toda la esencia hay que ‘atacar’ la ciudad a primeras horas del día. Salir a la calle para coincidir con el despertar del sol y los tonos rojizos que llenan rincones hasta entonces en sombras. Pisar terreno cuando la mirada fija de las gárgolas del siglo XIII de la basílica de Saint-Nazaire, que domina el borde sur de la fortaleza, todavía no parecen tan siniestras y extraordinariamente vivas. Comenzar el recorrido cuando el castillo, última defensa dentro de la fortaleza construida en el siglo XII, comienza a tomar volumen.

Saint Nazaire, disfrútala a primera hora/ Alamy Stock Photo

Si las distintas civilizaciones dieron a Carcassonne la imagen que hoy se puede admirar y construyeron los monumentos que la enriquecen por dentro, no es menos importante la labor de Eugène Viollet-le-Duc, uno de los creadores del arte moderno de la conservación y rehabilitación de monumentos y obras de arte. Fue el principal restaurador de Carcassonne y lo hizo desde la teoría de que lo importante no era recuperar sino, más bien, mejorar el estado original de los edificios.

Para ello, no dudó en inventar soluciones creativas a problemas históricos, estructurales o de elementos constructivos. La Cité puede parecer más un castillo del Valle del Loira que de época medieval, pero a Viollet-le-Duc le debemos el mérito de que, al menos, existe. Su obra más emblemática nos saluda todavía hoy desde la colina y todas las noches, antes de envolverse en la oscuridad, agradece a este ‘revisionista’ que decidiera cambiar los estudios de Bellas Artes por los viajes a Francia e Italia como método de aprendizaje.

Carcassonne jugó un papel muy importante en la defensa de los valores cátaros y de todos los que abrazaban esa religión hasta que cayó en manos de los cruzados católicos en 1209. Los cátaros atacaban el ‘establishment’ católico por la corrupción y otras formas de inmoralidad. Evidentemente, enfurecieron rápidamente al Vaticano y el papa Inocencio III montó una cruzada contra lo que consideraba herejía y que tenía su máximo exponente en esta región francesa. En 1209, las cruzadas sitiaron Carcassone hasta que el líder de la fortaleza, el vizconde Raymond-Roger Trencavel se rindió a las pocas semanas.

La Dama que fue más lista que Carlomagno/ Alamy Stock Photo

Un relato monástico escrito en 1218 describió lo que resultaría ser un punto de inflexión en la historia de La Cité: “Los cruzados permitieron que todos los habitantes fueran libres, siempre que dejaran la ciudad desnuda. De este modo, todo su botín podría ser preservado para el nuevo vizconde. Así se hizo. Todos los habitantes dejaron la ciudad llevando nada más que sus pecados.” La Cité no corrió la suerte de otras poblaciones cercanas y no sucumbió a la devastación, pero sí a la despoblación, conservando así su legado histórico. No es difícil encontrar aquí gente dispuesta a argumentar que los cátaros fueron injustamente aplastados, que eran víctimas inocentes más que herejes diabólicos.

Esa es la parte histórica, pero Carcassonne, como cualquier ciudad de cuento, también tiene su leyenda. La que narra cómo tras cinco años de asedio de Carlomagno sobre una Carcassonne gobernada por musulmanes, en el interior de la fortaleza se comienza a sucumbir al hambre. La Dama Carcás, que así se llamaba la esposa del rey, coloca muñecos de paja en las murallas para que los atacantes crean que la defensa sigue siendo numerosa. Aunque la realidad es bien distinta: a sus habitantes únicamente les queda un cerdo y un saco de trigo como alimento.

Entonces Dama Carcás decide cebar al último cochino con el trigo que les quedaba y lanzarlo desde lo alto de la muralla. El cerdo se hace pedazos al llegar al suelo y de su vientre destrozado brota gran cantidad de grano. Ante tal espectáculo, Carlomagno decide levantar el asedio pensando que Carcás tenía tanto trigo que hasta se lo daban a los cerdos. Las campanas de la fortaleza resonaron. Cuenta la leyenda que en aquel momento uno de los vasallos de Carlomagno gritó “Sire, Carcas sonne!“ (“¡Señor, Carcas toca!”)

Elegancia hecha arquitectura/ Alamy Stock Photo

Una vez conocida la leyenda y la historia hay que adentrarse en el Castillo Condal. No hay nada comparable a este sitio para explicar no solo las técnicas de asedio y de defensa de una ciudad fortificada, sino también la vida increíblemente romántica de los trovadores, la riqueza de los vizcondes de Carcassonne y los momentos más gloriosos y oscuros de la historia de la ciudad. El precio de la visita es de 9€, aunque cada primer domingo de mes entre noviembre y marzo, el acceso al castillo y sus murallas es gratis.

El otro monumento a tener en cuenta es la Basílica de Saint-Nazaire. Ya en el siglo VI había una iglesia en el sitio que ocupa el actual edificio, aunque los restos más antiguos – una espléndida nave románica – datan del siglo XII. Con Carcassonne bajo el control de la monarquía francesa, en el siglo XIII el templo fue en gran parte reconstruido para adaptarse a la moda gótica predominante. Las elegantes columnas estrechas que rodean el ábside y el crucero hacen que la iglesia parezca aún más alta de lo que es, mientras que sus magníficas ventanas norte y sur, que datan de los siglos XIII y XIV respectivamente, arrojan luz hermosa al amanecer y al atardecer.

En julio y agosto, se convierte en el epicentro de la vida cultural de la ciudad/ Alamy Stock Photo

Pasear por las calles estrechas de la ciudad ofrece algunas sorpresas. Detrás de Saint-Nazaire aparece un anfiteatro de estilo griego que ofrece una completa programación de conciertos de música en julio, seguido por un espectáculo medieval en agosto. Muy cerca, en el número 3 de la Rue du Plo, se encuentra el pequeño y encantador Museo de l’Ecole, ubicado en una antigua escuela primaria que muestra cómo eran las aulas francesas hace 70 u 80 años.

Hace 70 años, las escuelas se parecían mucho a esto/ Musée de l’Ecole

DÓNDE DORMIR

Hotel de la Cité

Ocupando un antiguo palacio de obispos, con espléndidos jardines que conducen a las murallas, a este hotel le gusta presumir de los ricos y famosos que se han hospedado allí. Walt Disney uno de ellos.

Hotel le Donjon

Este hotel de 37 habitaciones está bien situado para visitar La Cité. Muchas de sus habitaciones tienen vistas sobre las murallas o en los fosos.

Esto es empezar bien el día/ Hôtel de la Cité Carcassonne – MGallery by Sofitel (Facebook)

DÓNDE COMER

Domaine d’Auriac

La cena en la terraza de este hotel con vistas a sus jardines es una delicia en las noches de verano. Su cocina tiene una estrella Michelin y solo por su foie con setas vale la pena regresar. Tiene una versión algo más económica, el Bistrot d’Auriac al que suele ir la gente de la ciudad.

Comte Roger

Otro muy buen restaurante en la ciudad medieval es el Comte Roger. Tiene numerosos platos tradicionales y es uno de los mejores lugares para comer un buen cassoulet casero.

La Barbacane

Situado en el hotel La Cité, este restaurante con una estrella Michelin centra su carta en el pato y el foie de canard, productos tradicionales.

A compartir sin medida/ Comte Roger

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