Leocenis García: La cruda radiografía del país

Leocenis García: La cruda radiografía del país

 

No es mucho el respeto que tengo por García Márquez, defensor del colectivismo, cómplice por afectos de estatistas que creyeron que los hombres debían ser lo que no son, es decir animales de carga. El hombre, no es, ningún animal de sacrificio listo a inmolarse hoy por el Estado, mañana, por el pueblo, y al día siguiente por una buena causa. El hombre nació y vive para sí mismo, y es ese el secreto de todo la prosperidad económica que conocemos desde que se sepultó el mercantilismo, y nació la sociedad libre que hombres libres han empujado desde que existe libertad económica.

Sin embargo, recurro, como el pastor que se hace de una parábola, a una novela del García Márquez: El Coronel no tiene quien le escriba. Me sirve esta, para exponer el país que encuentro, luego de ser librado de las mazmorras del régimen, para gozar de la libertad condicional que todos parecemos tener hoy, en esta tierra de sueños.

“Dime, qué comemos”, le pregunta su mujer, confundida, incrédula ante la euforia de un coronel que le habla de un gallo que peleará en un encuentro futuro, y de ahí han de sacar el dinero que les hace falta parar hacer frente a un hambre que crispa su espíritus, le turba el presente, y les quita el futuro. Sin, embargo, el coronel sigue cegado por la lujuria de una pelea futura, incluso obviando que quizás se acabe el maíz para alimentar el gallo.

La mujer, no se ceba en su empeño, y vuelve por sus fueros: “Qué comemos”. El coronel necesitó setenta y cinco años -así explica García Márquez-, los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto, para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: MIERDA.

Así está Venezuela. En ninguna parte se hubiese podido encontrar una situación real que encajara con este dialogo del Coronel no tiene quien le escriba. Pero como este es un país complejo, extraño, todo puede pasar y está pasando. Como decía Pedro León Zapata: “En un país como Venezuela, donde las cucarachas vuelan, cualquier vaina es posible”

La oposición hoy al gobierno es enorme, monumental, fortísima, un océano inocultable. Lo que no es tan grande, es la dirigencia reunida en organizaciones multipartidistas que se oponen al gobierno. ¿Por qué?

La respuesta es sumamente sencilla. Los políticos creen que el problema del país es Nicolás Maduro. Están convencidos que el problema se soluciona cambiando unos lobos por otros. Mientras el país cree que el problema es uno solo: hambre.

Y el hambre es consecuencia del modelo colectivista, cuya exacerbación ha sido el socialismo bolivariano, pero cuyos padres fueron quienes convirtieron al Estado en un jugador activo en todos los aspectos de la vida nacional, imponiendo sus controles de precios, de cambios, sobre la propiedad, y la vida de los ciudadanos. Es esa arquitectura, lentamente trabajada desde 1958, lo que ha provocado ese impuesto encubierto con los cuales todos nuestros dirigentes han financiados su gastos clientelares, es decir, la inflación.

Y la gente necesita hoy, resolver ese problema. Sin embargo los líderes políticos como el coronel de la novela de García Márquez, muestran sus gallos, nos enseñan sus pesuñas, nos hablan de una pelea futura que no sabemos cuándo llegará, y sólo entonces llegará la solución a los problemas del país. Entre tanto, mientras aquel día llega, hemos de comer mierda, hacer interminables colas, peregrinar con nuestros hijos enfermos en farmacias donde hay gomitas y chocolates, y no medicinas. Tendremos, parecer ser este el camino, que aguardar en silencio, con las tripas aullando por alimentos, que nuestro gallo pelee.

Tendremos que tener presos políticos, a cuyos familiares se les pide un sacrificio que los propios dirigentes no pueden dar. Tendremos más enfermos terminales de cáncer que han de caminar velozmente a los brazos del infortunio, porque ningún canal humanitario se abre para medicinas. Tendremos que ver, en síntesis cómo el país termina de despedazarse, cómo se caen sus pocas columnas en pie, porque los políticos no usaron la política para demostrar que sirve para algo.

El Presidente, y el chavismo difícilmente darán marcha atrás. No es mucho de lo que se puede esperar de aquel lado, si los ideólogos populistas al servicio de ese causa, han diseñado un brebaje que a todos tienes encantados, que los hace ver el fantasmas de una guerra económica a manos de unos empresarios que ni siquiera existen. En Venezuela no hay empresarios, todos, yacen en el cementerio. En honor a la verdad, existen en estos lares los mediocres mercantilistas que temen al hombre libre, al empresario talentoso, y escudados en el Estado y su proteccionismo, gozan hoy lo que mañana será el motivo de sus llantos, Carlos Dorado de ItalCambio y un largo etcétera, sirven para ilustrar el mensaje.

Venezuela tiene dos problemas, muchos más importantes que el Presidente. Esos problemas son la inflación, creada por los gobiernos como impuesto encubierto, a través de la impresión de billetes para sus gastos clientelares, lo cual destruye salarios, induce al control de precios, pulveriza el sistema financiero, y crea hambre. Con los anteriores antecedentes, el segundo problema, no puede ser resuelto, entiéndase la ausencia de una economía libre.

Entonces, qué hay que cambiar de Presidente. Sí eso es verdad. Pero, el Revocatorio murió, la enmienda yace en el cementerio producto de una matanza de criterios que se dio el año pasado entre Henry Ramos y Julio Borges, y adelantar las elecciones sólo puede salir de un acuerdo político a la luz del Vaticano, La Unasur, La OEA, y la comunidad internacional.

Mientras tanto qué hacemos. ¿Comer mierda? ¿Esperar que los gallos Capriles, Leopoldo, Manuel, Henry, Borges, Mari Corina, peleen? Lo otro es decir que la política no sirve para nada. Si es eso, pues sigan por el camino que han escogido, tranquen las calles auspiciado por partidos políticos, cierren avenidas, prendan candela, y esperen un Golpe Militar. Y el día que aparezcan esos militares (Si es que se aparecen), díganles: Los políticos fracasamos, terminen de cogerse el país.

La imagen más poderosa de este país hoy, no será que Julio Borges o Henry Ramos estén encaramados en una tarima, llenando de arengas a un país, exhausto de escuchar discursos. Será que esos dirigentes, o los que sean, estén en el puerto de la Guaira, mientras las cámaras de la televisión transmiten las medicinas y los alimentos que llegan al país, no gracias al gobierno, sino a pesar de él.

Cuando Martin Luther King, un negro que luchó por los derechos de la gente de color en EEUU, fue a cruzar unas semanas antes de su famoso discurso:”Tengo un sueño”, el puente que separaba a Selma, la policía los esperaba con palos y piedras. Luther King iba a la cabeza de una verdadera ola humana. De pronto se detuvo, y se arrodilló, oró en silencio, y ordenó dar marcha atrás. La gente en el puente, excitados, sintiéndose poderosos, le gritaban “no, adelante”. Pero el pastor, no se dejó influenciar por las masas, y dijo: Retrocedan.

No había entonces, twitter ni Facebook, así que la acción de Martin Luther King no fue tendencia, pero seguramente hoy hubiesen puesto un hashtag: #MartinNegroDeMierdaTraidor. La semana siguiente, cuando fueron a pasar la policía se hizo a un lado y el resto de la historia, ustedes la conocen

Se los dice un hombre violento, al que la violencia no le ha traído cosas positivas. El país espera por su dirigencia, hagan lo que deban hacer, aunque no tengan el aplauso de las gradas.

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