Editorial El Nuevo Siglo (Bogotá): Leopoldo y Lilian, símbolos

Editorial El Nuevo Siglo (Bogotá): Leopoldo y Lilian, símbolos

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Lilian Adriana Tintori Bertolotti, compañera de Leopoldo López, encarcelado jefe opositor al gobierno de Nicolás Maduro, se ha convertido en símbolo de la lucha por la libertad de los presos políticos y el retorno a la democracia en Venezuela. Su figura menuda y su fuerte carácter ya son reconocidos en muchas latitudes, no solo por su amplia exposición mediática sino porque ha recorrido parte del globo denunciando el despotismo imperante en su país y el abuso de los jueces de bolsillo del régimen contra los partidos de la oposición. Hoy es vivo ejemplo de entereza y dedicación a la noble causa de combatir la injusticia.





No vaciló en encadenarse frente al Vaticano para urgir del Papa Francisco solidaridad con el largo infortunio de su esposo y de muchos otros presos políticos sometidos a toda suerte de vejaciones por sus cancerberos. Ella misma ha sido hostigada, perseguida y vigilada por el régimen, llegando incluso a ser sometida a infames requisas cuando la dejan entrar el penal a visitar a López. Un trato similar reciben todos los familiares de los líderes políticos apresados.

Lejos de amilanarse ante esta la feroz persecución a la que es sometida Tintori tanto en Caracas como en sus giras por distintos partes de Venezuela, la líder política ha sabido endurecer su voluntad y hoy jura estar dispuesta a dar la vida no solo por la libertad de su marido, sino por romper las cadenas a las que desde el 2 de febrero de 1999 ha estado sometido el pueblo venezolano por cuenta del llamado ‘Socialismo del siglo XXI’.

Todo ello explica por qué es recibida como un símbolo de libertad en casi todo el mundo, sobre todo en los países en donde impera la democracia. Esta semana, por ejemplo, en Estados Unidos el presidente Donald Trump le concedió una sorpresiva audiencia en la Casa Blanca. Y allí, desde el Salón Oval, el mandatario norteamericano, junto a su Vicepresidente, exigió, vía twitter, la libertad inmediata de López. Un mensaje de muchas implicaciones geopolíticas.

Sin embargo, parece que Caracas no entendió el mensaje. Todo lo contrario. Esta misma semana Tribunal de Justicia, de inclinación claramente oficialista, ratificó la condena a más 13 años de prisión al líder opositor, que ya lleva tres años tras las rejas.

No hay que olvidar que en Venezuela se han borrado las fronteras entre el Ejecutivo y el poder Judicial, que actúan al unísono para formar un bloque autoritario que anule a la opositora Asamblea Nacional, en una muestra clara de la violación recurrente de la Constitución por parte de las huestes chavistas. La ratificación de la condena contra López, a todas luces impulsada por móviles políticos, pone de presente que Caracas no quiere ni piensa enviar un mensaje de corrección ante la comunidad internacional o un gesto para distender las relaciones con el gobierno Trump, el mismo que esta semana anunció sanciones económicas contra el vicepresidente venezolano Tareck El Aissami, al que acusa de tráfico de drogas.

Mientras la poca institucionalidad que sobrevive en Venezuela se sigue debilitando, el desabastecimiento de alimentos y víveres sigue imperando, jalonado por el descalabro económico, el aumento del desempleo, tasas de inseguridad de las más altas del mundo, lo mismo que la inflación galopante. A ello se suma que aumentan los atentados contra la libertad de prensa, como lo prueba el hecho de vetar a CNN en español por informar sobre la cruda realidad venezolana.

Hoy por hoy, en ese país las quiebras en cadena de la empresa privada, la industria y el comercio dejan en el asfalto a los miles de padres de familia que no tienen recursos para llevar el pan a sus hijos.

Como siempre ocurre, el gobierno chavista, en su desespero, siempre busca la salida facilista de querer exculpar su responsabilidad en la crisis, buscando enemigos internos o externos. Afortunadamente vanos han sido los intentos de echar de todos los males a Colombia, sobre por la situación de la frontera.

Al igual que su esposa, López ha mostrado tener una reciedumbre moral inconmovible durante su injusto encierro. Sabe que los delitos por los cuales fue condenado no existen y menos fue responsable de los desmanes estudiantiles y los muertos en las marchas de años atrás. La constante atención de la comunidad internacional a su caso, así como al de todos los presos políticos y la oposición en general, es claro que ha impedido mayor represión a los contradictores de un régimen dispuesto a todo con tal de no salir del poder, así ello implique enterrar la democracia y dar paso a la dictadura.