La política del hambre y el carnet de la patria; por @MichVielleville

La política del hambre y el carnet de la patria; por @MichVielleville

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“- El pueblo se muere de hambre…
– ¡Pues denle pasteles!”
María Antonieta

 

Los gobiernos autoritarios se han hecho famosos en la historia política de la humanidad no sólo por el control absoluto que han tenido sobre las instituciones, los medios de comunicación, o el uso abusivo de los distintos organismos de seguridad exclusivamente a su provecho. También lo han sido por la distancia que han establecido entre el pueblo y sus gobernantes, y en el uso despiadado que han hecho de mecanismos de control social de distinta naturaleza para lograr, a cualquier precio, la obediencia de sus súbditos, y asegurar con ello su estabilidad.

Desde el uso del armamento militar para infundir temor, hasta las más sofisticadas tácticas psicológicas, en muchos de los regímenes de corte totalitaria, las estrategias del poder estuvieron orientadas a dominar a partir de la implementación de políticas que, paradójicamente, no mejoraban la calidad de vida, sino que tenían como fin más bien deteriorarla. El propósito siempre fue fortalecer la idea de la necesidad de un Estado fuerte, por medio de la generación de condiciones de vulnerabilidad y menesterosidad social. Esa lógica del poder ha sido la que ha prevalecido. Y todavía nos permite comprender los problemas de la política en la realidad contemporánea.

Entre los diversos mecanismos de control social, el hambre se convierte en uno de los más atractivos para los grupos de poder, con un insaciable deseo de dominación. A diferencia de otras formas de opresión, el hambre tiene un efecto sumamente perjudicial en la sociedad: se convierte en un instrumento que automáticamente genera temor y sumisión, y paraliza a la ciudadanía.

El Gobierno venezolano ha entendido esto muy bien. Ha puesto una cerca al sector privado porque sabe que al hacerlo, puede monopolizar productos fundamentales de la canasta básica de los venezolanos; a partir de lo cual es más sencillo emprender el ejercicio de la dominación sobre la población, y someterla.

Y “el Carnet de la Patria” es otro de los instrumentos del gobierno para establecer un control general en la sociedad. Una política infructuosa que pretende censar el hambre, sin ofrecer una solución verdaderamente satisfactoria al problema. Una política fallida que busca generar un clima de falsa confianza en que todo mejorará, para calmar el malestar popular; sin poder ocultar el rechazo generalizado hacia su estilo, excluyente e intimidante, por demás.

En el censo se vulnera la protección de la esfera privada del individuo, dejando a disposición de cualquiera información sobre el tipo de vínculo que mantenga con el Gobierno. No sólo se hacen preguntas insólitas al ciudadano, como por ejemplo que diga el grupo político en el cual milita, además, sirve como una herramienta de presión electoral, y que los voceros oficialistas utilizan como dispositivo para diseñar un discurso desde la estrategia amenazadora. Así, cuando se intenta conocer las misiones de las cuales las personas son beneficiarias, esa información se trata de cruzar con la pregunta del partido político al cual esa persona pertenece, con el fin de poder castigarla.

Junto con el sentimiento de temor, al mismo tiempo crece la incertidumbre en la población cuando se establece como advertencia que no se podrán obtener alimentos, acceder a la educación o acudir establecimientos de salud, sin haber obtenido el referido documento. De esta forma, Nicolás Maduro y su Gobierno, infunden temor y juegan con la necesidad de la gente. Su objetivo es crear una sociedad de súbditos, doblegados y sin libertad.

Nuestra sociedad no puede continuar yendo por el camino hacia el cual está siendo trasladada. Cada vez es mayor el compromiso por impulsar un cambio real que ponga punto y final a un Gobierno que por su incapacidad política, asumió la Política del Hambre como normalidad, o como instrumento para mantener el control social en la población. Precisamente, el mayor daño ocasionado a la sociedad venezolana ha sido el haber aceptado esa realidad como algo normal y el estar resignada, al canjear su libertad por migajas, aceptando los pasteles. Y todo por el temor o el chantaje. Pero desde el movimiento de la Unidad trabajamos profundamente contra este flagelo, esperando con optimismo poder desmontarlo y recuperar nuestra amada Venezuela. Lo hacemos con la esperanza de poder vivir en libertad y sin dominación.

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