Democratitis Por @edgardoricciuti de @VFutura

Democratitis Por @edgardoricciuti de @VFutura

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«Todo se configura de forma diferente cuando pasamos de las abstracciones a la realidad.»

Clausewitz





Según la teoría de la creencia de la sabiduría de la multitud, el dictamen de un grupo de personas resulta ser siempre más acertado que aquel que emana de un individuo en particular. Sin embargo y según algunos, no siempre la multitud adivina. Así lo enunciaba Gustave Le Bon, quien a finales del siglo XIX, aseveró que la multitud no estaba capacitada para desenvolverse en asuntos que requieren de un alto grado de inteligencia y que dichos resultados son intelectualmente inferiores a los que proviene de una persona.

Recientes experimentos de psicología, donde grupos de participantes responden a interrogantes muy simples, como por ejemplo, la longitud o el peso de un objeto, han puesto en aprietos la argumentación de Le Bon, puesto que, al promediar el resultado de la opinión de cada integrante y dividirla por el número de opinantes, se verificó muy a menudo un resultado más cercano al exacto comparado con aquel de un individuo en particular.  ¿Pueden dichas comprobaciones empíricas posicionar sólidamente que la mayoría posee siempre una aproximación más cercana a la verdad o la “bondad” en una decisión?

Lamentablemente para todos aquellos que endiosan a la democracia, como una panacea para solucionar todo conflicto político, otorgándole además una aureola moral,  la respuesta es no. En términos empíricos, dichos experimentos han demostrado que aunque la veracidad de los mismos es incuestionable, los resultados exitosos basados en la sabiduría de la multitud se circunscriben exclusivamente en aquellos casos donde las preguntas son básicas y simples. Por ejemplo, ¿cuánto mide en centímetros esta tabla de madera? o ¿cuántas onzas pesa esta pepita de oro?

Si se acepta que por su extrema complejidad, la política no puede ser reducida a simples cálculos cuantitativos enmarcados exclusivamente en reiterados y fraudulentos procesos electorales, ¿a qué se debe esta obsesión en postrarse siempre y exclusivamente ante la solución democrática? ¿Por qué tan inconmensurable imposición dogmática en torno a tecnicismos teóricos que en circunstancias políticas autocráticas han evidenciado su impracticabilidad, deficiencia y vacuidad?

En ámbito teórico, la democracia ha pasado de ser un efectivo y pacífico instrumento para legitimar un nuevo orden institucional a un fin teleológico en sí mismo, sustituyendo a la libertad como el verdadero principio rector de toda sociedad avanzada, próspera y digna. Dicha sustitución ha degradado y subordinado la libertad a frecuentes dictaduras de mayoría, permitiendo pisotear los más altos valores de civilidad humana. De no haberse sustituido a la libertad como valor supremo por una herramienta institucional como la democracia para la defensa de la nación, jamás hubiese transitado Venezuela por esta catástrofe.