Dámaso Jiménez: La estrategia de La Habana

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Maduro corre a La Habana en busca de una luz estratégica que el castrocomunismo ya no tiene. Regresa al país que se dio el lujo de abandonar en medio de un encendido conflicto en las calles y por primera vez su seguidores lo reciben con piedras y huevos.

Cabello amenaza al país que exige libertad, cambio y elecciones. Sus declaraciones son desesperadas, exuda ira, arrogancia, enojo, como pretendiendo acabar con todo de un solo mazazo. Recuerda un poco al todopoderoso Reich de aquella película llamada “La caída” donde el paranoico personaje sufre impotente e histérico dentro del bunker que retumba a gritos, cuando ve que su proyecto de terror va llegando al fin.





Lo que no dicen es que el Estado entró en conmoción. Hay una parálisis en el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El TSJ y la FANB no son las mismas de antes de las declaraciones de la fiscal Luisa Ortega Díaz. La tela se descorrió, el golpe que ahora pretenden borrar de la historia puso a todos en evidencia. Primero: No solo no hay separación de poderes, es que no hay instituciones, colapsaron. Segundo: No pueden tapar las grietas de un chavismo dividido en torno a la línea dictatorial asumido por Maduro, Cabello, El Aissami, el alto mando de la FANB, TSJ, CNE y el Estado-partido.


Los entendidos saben que el plan de La Habana no es ni cercano al plan de la patria que pretendieron imponer con Chávez. Es un plan para imponer de una vez por todas la dictadura. El “castromadurismo” se radicaliza. No hay objetivos solo represión para mantener el poder produciendo terror aguas abajo, implementando más caos, buscando mayor nivel de complicidades corruptas y clientelares, sembrando el miedo a través de sus colectivos armados, coronando al pranato desde las cárceles como sistema imperante, persiguiendo y encarcelando sin juicio a toda disidencia, e instaurando el cruel apartheid que deja en el limbo, sin comida, medicinas, estudios o trabajo al país señalado como “enemigo de la patria” comunista.


Lo que fue considerado el mayor error fue un paso vital para imponer la última pieza de la dictadura a un pueblo debilitado por la pobreza y el hambre.


El golpe de estado propinado a la debilitada Asamblea Nacional a través de las sentencias 155 y 156 es la acción de mayor costo político ante el mundo. Sin embargo se las juegan con una fuerte represión contra un país que los rechaza de plano como sucedió el martes santo en la noche en el antiguo bastión revolucionario de San Félix.


Pero Maduro recula, está en serios apuros, no se puede gobernar disparando todo el tiempo y está obligado a ceder como ya lo apuntó su aliado Ernesto Samper con el tema de las regionales para bajar la presión.


Pero debe abrirse a una agenda electoral mucho más allá de las municipales -en veremos- o las secuestradas elecciones regionales que aún mantiene a gobernadores usurpando funciones. Quizás la inhabilitación de Capriles sea una intención aún difusa de estar mirando hacia una justa presidencial, donde preferirían un contrincante “de poco peso electoral” dentro de la MUD, que les permita un acuerdo para evitar una derrota abismal que no los saque del juego completamente y no reactive en lo inmediato una persecución en su contra.


Pero Maduro carece de toda credibilidad y nadie consideraría ni los “padrenuestro” con crucifijo que usaba Chávez cuando estaba en apuros y dificultades. ¿Cómo creerle a Castro y a Maduro con un CNE capaz de cambiar los resultados electorales con un apagón a mitad de la noche? Se necesitaría un ejército de activistas que pudieran custodiar los resultados de casi 200 mil máquinas de votación. La oposición a este gobierno tiene gente aguerrida pero no una militancia organizada dura y decidida a la hora de defender los votos.


La estrategia de Castro es asegurar, después de tanto vampirismo, los 100 mil barriles diarios de petróleo y negocios afines que sostiene a ambas dictaduras. A Raúl, que paga mal según la historia, no le importa el destino de Cabello ni el de El Aissami o los jueces vendidos al modelo comunista. Si se corta ese flujo de recursos más los negocios con las empresas mixtas, la hecatombe para la verdadera clase gobernante será considerable, lo que implicaría para Cuba el retorno de 70 mil cubanos en labores de Estado y gobierno que es lo mismo.


De Trump solo podemos decir que parece tomarse su tiempo para afrontar este dolor de cabeza en que se convirtió la crisis institucional de Venezuela. Con el reventón de Siria parece más inclinado a que sean los países de la región y la OEA los que enfrenten la actitud autoritaria del chavismo. Hace hincapié al igual que el Senado de instar al régimen de Maduro por la liberación de todos los presos políticos y aceptar la ayuda humanitaria para asistir a los venezolanos con la escasez de alimentos y medicinas. Los desalmados prefieren que el pueblo sufra antes que permitir este tipo de ayudas, ignorando que la actual crisis institucional puede desembocar en una peor crisis humanitaria y energética con consecuencias graves para toda la región.


En medio, en la zona del olvido, sobreviven millones de venezolanos masacrados por una hiperinflación implacable, servicios públicos disfuncionales, una inseguridad y terror en las calles que obliga a encerrarse a partir de las 7 de la noche y un gobierno cruel y autócrata capaz de secuestrar a quien sea en una “visita de cortesía” a su casa. 30 millones de venezolanos tragan grueso, sin embargo solo un pequeño porcentaje es el que sale a la calle a batirse contra las bombas y las balas de un Estado fallido.


Dependemos de la conciencia de los países vecinos que deben estar atentos a lo que ocurra en Venezuela durante este vía crucis que comienza, antes que el cáncer de la dictadura haga nuevamente metástasis en toda Suramérica.


@damasojimenez