Carta abierta a Tarek William Saab: ¡No se puede estar con Dios y con el Diablo al mismo tiempo!

Foto: Reuters
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La inmensa mayoría de venezolanos sienten que usted como Defensor del Pueblo no está cumpliendo con su obligación de resguardar los derechos de las mayorías, en los términos como lo establece la Constitución Nacional.

Carta abierta a Tarek William Saab por: Oswaldo Ávila





Derechos humanos como la libertad de expresión, libertad de información, de manifestación, derecho a la vida, a la alimentación, a la salud, al debido proceso, a la justicia, a la dignidad, entre otros tantos, son vulnerados sistemáticamente en Venezuela; y usted, quien por ley debería velar y defender los derechos del pueblo, pareciera no darse por enterado.

Un Defensor del Pueblo debe exhibir cualidades como: idoneidad, imparcialidad, equidad, vocación, y sobre todo absoluta independencia y autonomía,  en concordancia con los principios del protocolo de París.

Quien en el pasado era un ferviente defensor de los derechos humanos, elevaba su voz de protesta exigiendo el respeto a la dignidad de las personas, propugnaba la construcción de una sociedad distinta, de elevados valores espirituales y morales; llegada la hora de las definiciones como está ocurriendo, ha optado  por convertirse en cómplice de un régimen  totalitario, violador de los derechos humanos;  plagado de traficantes de miseria, y sobre todo de incapaces y corruptos. Usted, a mala hora,  ha valorado más la lealtad incondicional al régimen, que al cargo que ostenta hoy día.

Esto explica la farsa con que ha actuado  al frente de la Defensoría del Pueblo, y el simulacro de institucionalidad con que ha pretendido investir su gestión; artificio necesario para salvaguardar los intereses de la “revolución”.

Usted ha enlodado su gestión dando un  respaldo público a la decisión de la  Sala Constitucional plasmada en las sentencias 155 y 156;  acto que configura una clara ruptura del orden constitucional, calificación dada por la Fiscal General de la Republica. Su pronunciamiento  lo hace cómplice  de ese hecho, y merecedor de sanciones junto a los magistrados golpistas.

Se ha impedido a millones de venezolanos el derecho constitucional de  protestar pacíficamente. Manifestaciones que han sido brutalmente reprimidas a lo largo y ancho del país. La brutal represión desatada por los cuerpos de seguridad y bandas armadas del gobierno en contra de ellas ha cobrado la vida de decenas de venezolanos. Las detenciones arbitrarias, los tratos crueles y la tortura, muchos de estos casos claramente documentados en videos y gráficas, muestran el grado de premeditación, ensañamiento, sadismo y perversión de los ejecutores de estos desmanes, así como el de sus instigadores.

Ante esto, usted junto al aparato propagandístico del gobierno,  se ha esforzado por construir  falsas narrativas, versiones sesgadas de los acontecimientos ocurridos, en un intento vano por salvar de responsabilidades a la dictadura, o culpar a la oposición, como ocurrió con el caso del Hospital Materno Infantil del Valle, por nombrar solo un caso.

Mención especial debe conferírsele al tema de los colectivos paramilitares, brazo armado del régimen y clara expresión de la naturaleza criminal y fascista de quienes  gobiernan al país. Estas bandas representan la amenaza más importante a la paz de la República  y a la integridad física de un pueblo que protesta y reclama sus derechos. Organizados, promovidos y armados al margen de la ley por la cúpula gobernante, estos grupos actúan con total impunidad y desprecio por la vida de las personas. Su existencia obedece al interés del gobierno por disponer de una  fuerza de choque capaz de confrontar violentamente a sus adversarios, sembrar el terror en la población, y hacer el trabajo sucio que no pueden realizar los cuerpos de seguridad el estado. Todo lo anterior  encaja perfectamente en lo que se denomina terrorismo de estado, y sus actos podrán ser calificados sin dudas como crímenes de lesa humanidad.

En el mismo orden de ideas se inscribe el anuncio del presidente Maduro de ampliar las milicias a 500.000 miembros, y la entrega de un fusil a cada uno de ellos. Y como coronario, los diputados Pedro Carreño y Diosdado Cabello, en una conducta evidentemente fascista, exhiben públicamente un “manual del combatiente revolucionario”, panfleto que detalla  nombres,  direcciones e información personal de dirigentes de oposición  con el claro propósito de incitar a sus seguidores  a la instigación y la agresión, hecho este que podría desencadenar una ola de crímenes políticos. Ante estas graves amenazas, que configuran una clara violación de los derechos humanos, usted guarda un silencio cómplice.

Estamos inmersos ante una  crisis humanitaria generalizada y de grandes dimensiones,  que tiende agravarse día a día. El costo en vidas humanas, producto del drama que estamos viviendo, es incuantificable; y lamentablemente seguirá creciendo si no se produce un cambio. Falta de medicinas, alimentos, desnutrición crónica, crisis hospitalaria, la inflación más alta del planeta, encabezamos la lista de países con mayor criminalidad del mundo, millones de venezolanos huyen de nuestro país para escapar de la desesperanza, mientras la cúpula gobernante, usted incluido, solo piensan en como perpetuarse en el poder.

Usted defendió a los golpistas del 4 de febrero de 1992, y sabe muy bien que las condiciones privilegiadas de encarcelamiento que vivieron esos procesados contrastan abismalmente con las penurias y ensañamientos que padecen los presos políticos en la actualidad. Pareciera que los derechos humanos de algunos son más importantes que los de otros, según la postura política que  profesen. Aquel golpe infausto del 4 de febrero causo un centenar de víctimas fatales entre civiles y militares, pero el tiempo de reclusión de los responsables de estos hechos fue breve. El contraste con lo que ocurre hoy con los presos de conciencia es más que evidente.  ¿Qué diferencia verdad?

Abra los ojos a tiempo, el inexorable juicio de La historia será implacable con aquellos que han posibilitado la desgracia que hoy padece Venezuela. La hora de un cambio de rumbo y un nuevo despertar ha de llegar más temprano que tarde para bien de todos los que habitamos en esta hermosa tierra.