Diosdi, límpiame las pocetas bien… Por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

Diosdi, límpiame las pocetas bien… Por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

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Psicópata del tipo irreparable

Por más que la hiena Jorge Rodríguez le pide al gordito gafo de Diosdi que no me mencione, que no me dé centimetraje televisivo, que a mí no hay quien me aplaque porque soy un “psicópata del tipo irreparable”, que se contenga, que no se retuerza, que no vomite de arrechera cada vez que yo lo llame “Diosdi, el cerdito feroz”, que mientras más me menciona (y lo hace cada semana, cada día, cada segundo) sólo demuestra una patológica obsesión maníaco depresiva con el prófugo de sus sueños, con el controversial sacrílego del narcochavismo, conmigo. Y él, el cerdito feroz, no puede evitarlo, una y otra vez cae en mis redes, soy su fatal obsesión. Lo sabe. Lo sé. 





Y lo provoco otra vez, y él se ahoga, delira, intenta responderme y no puede, y me burlo, y le demuestro que es mi presa, que es todo mío. Y me río. 

Y sigo.

 

Santuario de tiradores de piedra

Como saben, la más emblemática casa “presa política” del chavismo es la mía, la celebérrima Quinta Michoacán.

Guarida originaria del movimiento estudiantil y posterior santuario de contestatarios, de irreverentes, de rebeldes y de tiradores de piedras (piedras: sueños de libertad, poemas de fuego, molotov de ideales), me fue robada por dos de los asaltantes de la carretera revolucionaria: Cabello y el aritmético cuántico bobalicón González López, el limpia pocetas como el mismo Diosdi lo llamó en televisión cuando leyó en vivo y en directo uno de mis artículos.

Yo aplaudí la mención, no puedo negarlo, el cerdito había caído en mi trampa otra vez. Ya son muchas, muchísimas, las veces que lo ha hecho.

¿O no, Diosdi?

 

El prófugo de la Tumba

Diosdi y el aritmético limpia pocetas González López, arrebatándome la casa, pensaban que me doblegaban, que mis escritos serían menos incisivos y lacerantes, que mis actividades conocidas y desconocidas mermarían, pero se equivocaban. Yo había sido informado de que, para “castigarme”, me robarían la casa, un “testigo estrella”, un torturado y prófugo a quien ayudé a escapar de la mismísima Tumba –sí, lean bien, de la Tumba, historia no conocida– la cárcel más degradante y pavorosa del país, me había advertido que lo harían. Estaba preparado.

Esperé con paciencia ascética que completaran la amenaza, entretanto atiborramos la casa de pulgas, garrapatas, sanguijuelas y algunas sustancias químicas. También de otros animalitos más irritantes y tóxicos. Queríamos que los invasores de Michoacán tuvieran sarna, ronchas, lepra. Nos hemos enterado de las consecuencias.

Y sí, hemos reído a carcajadas. 

 

Fe de vida

No sólo atiborramos la casa de diminutos –y no tan diminutos– animalitos representantes de la lucha noviolenta, vaciamos bolsas de bosta de vaca por todas partes, las pocetas las convertimos en auténticos rascacielos de mierda; el jardín, en un campo minado de caca de perro. Michoacán (mi casa), como el estado mexicano que evoca, se convirtió en territorio fértil para la agricultura y la ganadería (sobre todo la porcina). Ahí retoza el chavismo.

Como expongo antes, Diosdi torpemente señaló en “El mazo dando” que el general González López terminó siendo el limpia pocetas de mi casa. Lo normal. Para eso es lo único que sirve su aritmética mentecatez.

Sin embargo, a mí no me consta que lo haya hecho bien, exijo inmediatamente una fe de vida de mi casa secuestrada. 

 

Diosdi, límpiame las pocetas

Tengo razones algebraicas y aritméticas para dudar de la eficiencia de González López limpiando pocetas. Como menciono antes, secuestrada mi casa, exijo una fe de vida que me demuestre que ahora que regrese encontraré limpiecitas las pocetas, sí, exijo a los secuestradores, especialmente a Diosdi que aparezca vestidito de blanco con delantal negro, con los instrumentos de limpieza en la mano, y una foto que me muestre la impoluta transparencia del agua que supuestamente limpiaron. Las quiero limpias. Muy limpias.

Ponte a trabajar rápido, Diosdado Cabello, límpiame las pocetas porque estoy por regresar muy pronto –estoy cerquita– a Venezuela y al primero que buscaré es a ti, no sólo para encarcelarte por todo el daño que le has causado a nuestro país, sino para verificar que el que será tu nuevo oficio en las cárceles venezolanas: limpiar pocetas, sea bien hecho.

Regresarás al lugar de donde jamás debiste salir y sí, tendrás oficio.

Y reiré por última vez, y sí, reiré mejor…