Revertir la treta, por José Alberto Olivar

Revertir la treta, por José Alberto Olivar

thumbnailJoseAlbertoOlivarFinalmente la dictadura fascista de Nicolás Maduro se ha quitado la careta. La viciada convocatoria a una Asamblea Constituyente cuya composición fascista ha venido asomando, guarda en sus entrañas el vil propósito de eliminar de una vez a la legítima Asamblea Nacional, electa por voluntad popular el 6 de diciembre de 2015 y con ello consolidar un régimen totalitario, manchado de sangre y negocios pérfidos.

Ahora que la presión de la calle, liderizada por una juventud valiente, obligó al régimen a buscar salidas desesperadas a su tambaleante estabilidad, entonces si hablan de elecciones, cuando hasta hace unos meses, con desparpajo esgrimían “que la prioridad no es hacer elecciones, la prioridad en Venezuela es la recuperación económica…”. ¿Y entonces?, ¿Ahora si hay dinero para elecciones? y el CNE genuflexo, se presta a dar celeridad a la burda maniobra.

Las nefastas declaraciones del general Padrino López, en las que califica de “exceso” las sentencias 155 y 156 de la sala constitucional del TSJ, son parte de la estrategia de escamoteo a la “ruptura del orden constitucional” denunciado por la Fiscal General de la República. Los “excesos” del régimen son los que nos han conducido a esta lóbrega situación que no soporta más mentiras oficiales.





El descaro llega a tales extremos que se pretende reeditar el malogrado “diálogo”, mediante una comisión presidencial constituyente, presidida por el enchufadísimo y cínico Elías Jaua Milano, para “consultar” las bases de la constituyente fascista que pretenden hacer elegir.

Y es aquí donde queremos hacer especial hincapié. Para nosotros no hay duda que todo es una vil treta destinada, una vez más, a dividir la oposición democrática que hoy ha adquirido una fuerza inusitada, como probablemente jamás tuvo. La rabia acumulada de la gente por la incapacidad del gobierno para resolver la crisis económica y su agenda de violencia enfermiza en contra de la Asamblea Nacional, ha hecho catarsis colectiva.

La dictadura necesita recuperar aunque sea en parte la imagen internacional de “país democrático”. ¡Y que estratagema más perfecta que convocar a elecciones! Por eso el tono de desprecio con el que Maduro, se expresó y danzó frente al CNE la semana pasada, al proferir: “quieren elecciones, constituyente”, “quieren paz, constituyente”.

No albergamos dudas que el aparatik de serviles asesores que medran en Miraflores, desempolvó sus archivos y pretende hacer caer al liderazgo opositor en la trampa del abstencionismo que mucho daño hizo, cuando en mala hora, decidieron no participar en las elecciones regionales del 31de octubre de 2004, las municipales del 31 de agosto de 2005 y peor aún, en las elecciones para la Asamblea Nacional del 4 de diciembre de aquel año. Ello le hizo un flaco favor al régimen chavista, que por partida cuádruple obtuvo ganancias que le facilitaron el camino hacia la hegemonía totalitaria. Primero, desmoralizó y en consecuencia desmovilizó el electorado opositor. Segundo, le hizo innecesario al régimen recurrir al expediente del fraude electoral, pues no había rivales a quienes saltear los resultados. Tercero, impidió la posibilidad de tener vibrantes voces dentro de la Asamblea que denunciara los abusos y corruptelas del gobierno chavista. Cuarto, le dejó el camino expedito para que una Asamblea Nacional “roja rojita”, designara a todos los integrantes de los Poderes Públicos y así obedecer incondicionalmente las líneas de Chávez.

En aquel momento, sectores de oposición, supusieron que el 80% de abstención registrada en las elecciones de diputados, deslegitimaría nacional e internacionalmente al régimen, pero tal conseja demostró al poco tiempo ser un fiasco de marca mayor. Un error que aun hoy, los ciudadanos que creemos en la Democracia estamos pagando caro, muy caro.

Pues bien, eso y más es lo que pretende reeditar la dictadura fascista en este decisivo 2017. Toca al liderazgo opositor, sopesar muy bien sus decisiones y mantener la lucha en la calle, sin renunciar al ejercicio argumentativo y no colaboracionista de la discusión POLITICA.