Mentiras frescas del régimen, por Robert Alvarado

Mentiras frescas del régimen, por Robert Alvarado

“…Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia…”  Simón Bolívar

La peor tragedia de mitómanos de baja ralea, particularmente los de la camarilla narcorrupta, es reflejar con mentiras, verdades que pretenden ocultar; cuando eso ocurre, es porque el mentiroso comenzó a recular, a echar pa’ tras como el cangrejo, porque la verdad manipulada u ocultada salió a su encuentro. Quienes nos gobiernan, señalados desde fuera y dentro como dictadores, comenzaron con mentiritas blancas, hoy día, en ellos el trastorno psicológico de la mitomanía parece no tener cura, además de falsear la realidad para hacerla más soportable y engañar a propios y extraños, siguen dando rienda suelta a la imagen distorsionada que tienen de si mismos con delirios de grandeza, pero más por las ganas insaciables de seguir llenándose los bolsillos, refugiándose en alucinaciones usadas para manipular a diestra y siniestra, por ejemplo: ¡Chávez vive! ¿Dónde? La guerra del imperio, el bulling internacional de Delcy Eloina, el terrorismo que no ha podido aplacar el mazo de Diosdado, el contrabando y paramilitarismo de Vielma Mora, peor aún, la efectividad de los CLAP preconizada por Freddy Bernal o la amplia participación que garantiza la Constituyente según Cilia Flores. En fin, el reverso de sus mentiras es la verdad de sus despropósitos patrios.

Lo habitual en estos revolucionarios, afectados por este trastorno psicológico, a estas alturas, irreversible en ellos, es que mienten sin valorar las consecuencias para el régimen, sin ser conscientes de que se están echando la soga al cuello con sus mentiras, por eso adoptan ese comportamiento como base de su rol en la dictadura y crean refinados sistemas falsos para sostener todos sus engaños. Para muestra varios botones: Iris Varela, “en las cárceles no hay pranes”; Padrino López, “ la GNB no reprime ni ataca al pueblo, ni es responsable de un sólo muerto, no ataca al pueblo con armas letales”; los magistrados golpistas del TSJ, “elecciones de segundo grado no violan el derecho al sufragio”; Tibisay Lucena, “ se aprobó por unanimidad las bases comiciales de la Constituyente”, después de hacerse la loca con el RR y las regionales; Maduro, “el nuevo DICOM desincentiva la corrupción” y pare usted de contar.

Resulta interesante señalar que por lo general nuestros mitómanos despóticos llegan a creerse sus propias historias, confundirlas con su vida real o las condiciones de convivencia previstas en la Carta Magna. El primer caso es el de Nicolás Maduro, que se comunica con pajaritos que le traen mensajes de Chávez, un hecho, que según J.J. Rondón, Nicolás lo admite como algo del todo cierto por las creencias religiosas que le inculcó un ex funcionario de la Cancillería, siendo así, porque extrañarse que últimamente haya tenido contactos del “tercer tipo” con mariposones y vacas, con las cuales tuvo, a su juicio, una interesante conversación. En nuestra opinión, Maduro está de manicomio, al igual que Néstor Reverol, para quien “no existen funcionarios que atentan contra el orden público”; Aristóbulo Isturiz vociferando “la ANC será por votación universal, directa y secreta” o Ernesto Villegas informando que Juan Pernalete había sido asesinado con una pistola de perno cautivo, haciéndose eco de lo determinado por Reverol, Diosdado y Delcy Eloina al respecto.

La mitomanía oficial, como fase superlativa de ese trastorno psicológico, le da a los secuaces del dictador la posibilidad de canalizar la ira desdordada ante la irreverencia del pueblo en la calle que atenta contra el deleznable propósito que inspira todas las atrocidades del régimen: perpetuarse en el poder. En este caso, la mentira es la venganza que se lleva a cabo dosificando ensañamiento, así como otros traumas o resentimientos sociales no superados. Así tenemos a Elías Jaua diciendo que no permitirán que “se promueva el odio y la intolerancia”; Delcy Eloina indicando que se aclararán los delitos “de odio” cometidos por sectores políticos opositores en un “informe de violencia en protestas que entregará la Comisión de la Verdad a la ANC”; Tareck El Aissami sentenciando “no tenemos una oposición, tenemos fuerzas contrarrevolucionarias… se trata de grupos armados los detenidos en los Altos Mirandinos”; Diosdado Cabello iniciando una “gira para empoderar al pueblo sobre el alcance de la Constituyente”, ¿cuál pueblo?; sin olvidar a la Fiscal General advirtiendo “cuerpos de seguridad deben usar la fuerza contra los colectivos”.

Las potenciales consecuencias de la mitomanía oficial no se deben seguir menospreciando, ya que no es una simple tendencia a retocar la realidad con historias ficticias. A ese respecto, es bueno recordar que los socialistas, más los trasnochados que tenemos aquí, no sólo retocan estadísticas sino que las inventan. Por eso, cuando el régimen o uno de sus secuaces pierde el control al mentir, no sólo sus relaciones fracasan rotundamente sino que incurre en omisiones que la mayor de las veces se traducen en actos delictivos, aparentemente sin ser consciente de ello, salta a la vista el TSJ ordenando a ocho alcaldes opositores desautorizar protestas en sus municipios, a través de la misma Sala que propició que la comunidad internacional deje sólo cada día mas al régimen que han calificado como dictatorial, sin que Delcy Eloina haya podido revertir esa tendencia en el concierto de las naciones. Hablando de fracaso de relaciones, resaltan los dos magistrados del TSJ que se pronunciaron contra la Constituyente; no así Luisa Ortega Díaz, que en nuestra opinión, lejos de proceder con honestidad, guiada por oscuros intereses emprende acciones penales sin trascendencia para frenar la ruptura continuada del hilo constitucional, como sería encarar a los magistrados golpistas o procesar penalmente a Maduro por estar incurso en ilícitos relativos al caso Odebrect que ella mantiene en la más absoluta reserva, por no decir, olvido alevoso. Mientras no actúe en ese sentido, Mi Reina sigue siendo una ficha del régimen.

La paternidad de la mitomanía oficial corresponde al mismísimo hijo de Doña Elena, Hugo Rafael Chávez Frías, quien a su paso por este mundo, en especial por las Fuerzas Armadas, fantasió nada más y nada menos con ser Simón Bolívar. Su heredero político, Nicolás Maduro, tal vez por su peso no vuela tan alto como esperaban de él, le dio por creerse la encarnación de Juan Vicente Gómez, para que no quepan dudas de ese delirio, acaba de proponer que los “guarimberos construyan obras en la Gran Misión Vivienda Venezuela”, exhortando a sus amanuenses en el Poder Judicial “a sentenciarlos con pena máxima y trabajos en puentes y carreteras”, como parece gustarle a la Fiscal General porque en la práctica sigue dándole alas al dictador con omisiones alevosas que acrecientan sus delitos de lesa humanidad. La mitomanía oficial trasciende el límite de toda racionalidad, inscribiéndose en desviaciones conductuales como antesala de las acciones delincuenciales características en quienes integran la camarilla narcorrupta, incluida Luisa Ortega Díaz, que por estos días se afana en convencernos de lo contrario.

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