La situación nacional es compleja, excesivamente surrealista. Analizarla desde lo político, ya es tarea ardua, ni qué decir desde lo psicológico, desde lo económico, desde lo social, desde las distintas categorías que puedan ofrecer un acercamiento al fenómeno para su comprensión.
Pero el acto de comprender, implica siempre o casi siempre, la razón. Tratar de comprender desde el padecimiento y desde la emoción, pudiera terminar en algo absolutamente distinto al análisis. ¿Cómo buscar comprender el desabastecimiento con el estómago vacío? ¿Cómo buscar las cifras anuales de muertes violentas en el velorio de un hijo que cayó a manos del hampa? ¿Cómo pensar qué mecanismos sirven para denunciar un problema que la policía de mi municipio no resuelve aún cuando esa es su tarea?
No, no es el estómago el órgano ideal para pensar, no son las vísceras las que nos llevarán a entender y mucho menos a mejorar la situación del país. Aunque el discurso político chavista, haya apelado por más de 18 años a la emoción, no es esa la que nos sacará del hueco.
Mucho menos, el discurso de la oposición que últimamente se ha jactado de llorar a los caídos. Es menester preguntarles: ¿Acaso les han dicho masivamente a sus seguidores, actuemos pero pensemos, actuemos pero discutamos? y si lo hace, lo harán para sus adentros, porque aquello que se oye, se ve y se huele es: “Nos matan, marchemos/…/ Tenemos hambre, marchemos/…/ El futuro del país se va en busca de oportunidades, marchemos”.
Tomar las calles es un mecanismo de presión contra el gobierno, justo y necesario. Eso no está en discusión, pero tomar en sentido crítico, el pensamiento, eso es más que necesario, porque el estómago y las vísceras, el dolor, la impotencia, eso ya está más que tomado.
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela
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