Nicolás Maduro y sus elefantes, por @MichVielleville

Nicolás Maduro y sus elefantes, por @MichVielleville

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En una oportunidad se les pidió a unos estudiantes de un curso de Ciencia Cognitiva, en la universidad de Berkeley, EE.UU., que llevaran a cabo un interesante ejercicio. Su profesor les dijo que no pensaran en un elefante. Sin importar lo que hicieran, la única cosa que les exigió puntualmente fue esa. Pero este profesor no pudo encontrar ni un sólo alumno que lograra cumplir con este desafío. Sin duda, resultó ser un reto absolutamente imposible de cumplir.

Este ejercicio fue planteado por George Lakoff, un prominente profesor de lingüista norteamericano, reconocido en el campo académico por sus estudios sobre el lenguaje y su importancia para las contiendas políticas, como uno de los elementos fundamentales que podía, o bien determinar el éxito de los candidatos, o potenciar un inminente fracaso. Justamente, en el año 2004 Lakoff escribe su famoso libro intitulado “No pienses en un elefante”; todo un referente para asesores políticos, publicistas, y psicólogos sociales, por su extraordinario aporte en el área de la comunicación política. En este texto su autor explicó a los votantes demócratas por qué sus adversarios políticos, los republicanos, les habían tomado la delantera. Lakoff hace énfasis acerca de la necesidad de elaborar un discurso estratégicamente enmarcado en valores e identidades, que también sirva para evitar hacer ganar al contendor en el campo de batalla más difícil de todos: el de las palabras.

En términos lacónicos, se puede decir que el núcleo de la teoría de Lakoff establece que cualquier palabra, como por ejemplo “Elefante” se encuentra sujeta a un marco, que puede ser una imagen o una idea en específica de referencia. En tal sentido, reflexionar sobre un elefante es imaginar unas orejas gigantes, es observar una enorme trompa, o unas grandes patas. Así, de esta forma, el concepto de elefante, es definido con respecto a ese otro marco que fue anunciado. Esto significa entonces que cuando se niega un marco de pensamiento, indirectamente evocamos ese marco.

Ciertamente en el lenguaje y el debate político venezolano, en el terreno de las palabras, dos visiones de país están demostrando sus fuerzas, calidades y estrategias. De un lado nos encontramos quienes representamos la mayoría, el progreso y la defensa de la democracia, mientras que del otro lado se encuentra una cúpula minoritaria corrupta que está aplicando toda su artillería pesada, ahora encarnada en esa tramposa constituyente, desconociendo la voluntad popular, que diariamente está exigiendo soluciones inmediatas y desea un nuevo gobierno. Ambos flujos están chocando sin ninguna condescendencia. Pero sólo logrará definir la victoria aquel sector que logre descifrar la estrategia correcta.

En medio de un entorno sociopolítico como el actual, caracterizado por ese elevado grado de tensión, es fundamental poder emprender una estrategia comunicativa que permita trasmitir con coherencia el mensaje que desean escuchar los seguidores, evitando contradicciones o ambigüedades. De ahí que deba seguirse un principio básico para cuando se tenga que debatir con el adversario político: no utilizar su lenguaje, porque justamente ese lenguaje evocará un marco de información que no terminará siendo el marco deseado.

Es todo un desafío poder desarticular el discurso chavista que ahora defiende con vehemencia un artificio fraudulento, ideado como pote de humo para ocultar los graves problemas que afectan a la ciudadanía. Pero el hecho de que se convierta en un reto, no significa que sea imposible de desmontar. En este sentido, la propuesta de la “constituyente” no deberá ser utilizada en el discurso opositor desde el marco de la negación, pues si se dijo que cuando se niega un marco de pensamiento, indirectamente se evoca, se estará contribuyendo a reforzar el lenguaje del adversario, estratégicamente manipulado.

Más allá de apelar a la mera negación se deberá pensar en que nuestros líderes puedan diseñar y transmitir un discurso político con un contenido auténtico que se enfoque en la verdadera intención de la propuesta de Maduro y que esté dispuesta a comunicarla: es una estrategia del gobierno, que presenta como propuesta para resolver un problema de país, cuando en realidad es una fachada para resolver un problema interno entre ellos. Porque el problema que tiene el chavismo y el sector militar en este momento consiste en tratar de poder salir ilesos del madurismo. Y la ANC sólo se convierte en un salva vidas para esta última facción, con un elevadísimo costo político que los demás sectores no estamos dispuestos a asumir.

En este sentido, es relevante para cualquier opción política poder elegir un lenguaje coherente que le permita definir desde sus propios valores y conceptos los asuntos debatidos en la agenda pública; es decir, poseer un encuadre o marco en su lenguaje político bien definido que encaje en la visión de mundo de lo que la mayoría quiere, evitando al mismo tiempo caer en discusiones estériles.

Por lo tanto, el discurso hodierno opositor requerirá de ahora en adelante lineamientos más claros. La intención es no reforzar el mensaje del adversario, sino desmontarlo de una forma contundente, pormenorizada, atacando sus aristas, desentrañando su contenido oculto, y sus debilidades. Es decir, dicho con otras palabras, será necesario saber identificar y utilizar un lenguaje enmarcado en un sistema de conceptos morales (valores y sentimientos) propio, para evitar caer en el juego peligroso de discutir empleando el mismo lenguaje del chavismo, que pueda generar confusión y ser contraproducente, cooperando así inconscientemente en una campaña que hará que el sector del electorado indeciso apoye al adversario, siendo así artífices de la estrategia de una autoderrota.

Suele afirmarse –con razón- que no se puede evitar la batalla, pero sí se puede elegir el campo donde efectuarla. En función de esto, se piensa que la oposición deberá enmarcar su discurso político en ese sentido estratégico. De lo contrario, subestimar los elefantes de Maduro será cimentar el camino directo hacia la esclavitud.

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