Desnutrición y mortalidad infantil avanzan peligrosamente en Venezuela (Fotos)

Desnutrición y mortalidad infantil avanzan peligrosamente en Venezuela (Fotos)

Una niña se acuesta en una cama en el Hospital Infantil "J.M. de los Ríos" de Caracas, Venezuela. 22 de junio 2017. De la mano de su mamá, Samuel Becerra ingresó a fines de marzo al hospital pediátrico J.M. De Los Ríos, en Caracas, para hacerse una hemodiálisis de rutina. Estando internado, el niño de 12 años contrajo una infección que acabó con su vida, junto a la de otros tres pequeños. REUTERS/Marco Bello - RTS1900Z
Una niña acostada en una cama en el Hospital Infantil “J.M. de los Ríos” de Caracas, Venezuela. 22 de junio 2017 REUTERS/Marco Bello –

 

De la mano de su mamá, Samuel Becerra ingresó a fines de marzo al hospital pediátrico J.M. De Los Ríos, en Caracas, para hacerse una hemodiálisis de rutina. Estando internado, el niño de 12 años contrajo una infección que acabó con su vida, junto a la de otros tres pequeños.

Por Eyanir Chinea y Andreína Aponte/Reuters

La causa del contagio, que también afectó a una decena de niños más, fue una bacteria que los médicos rastrearon hasta el agua de las máquinas de ósmosis -usadas para filtrar la sangre-, que no habían recibido mantenimiento desde hace meses por falta de presupuesto, explicaron a Reuters familiares y la jefa de la unidad de nefrología del hospital, Belén Arteaga.

“Samuel tenía insuficiencia renal crónica desde que nació. Tenía 9 años en hemodiálisis y nunca había pasado esto”, dijo su madre, Judith Bront, de 53 años, acompañada de su esposo. “Entró caminando y al mes ya no quería caminar por los dolores tan fuertes que tenía”, recordaron ambos con lágrimas en los ojos.

El niño murió tras dos meses en el hospital.

El caso, que conmovió a los venezolanos, retrata la profunda crisis sanitaria que padece el país petrolero y que, según profesionales de la salud, está empeorando rápidamente, golpeando con más fuerza a los sectores vulnerables como niños, mujeres embarazadas y adultos mayores.

A pesar que en América Latina la mortalidad infantil ha venido retrocediendo en los últimos años, en Venezuela saltó un 30 por ciento en el 2016, según cifras oficiales. [nL1N1IB1FW]

Eso quiere decir que, en promedio, 31 venezolanos menores de 12 meses murieron cada día del año pasado, muchos víctimas de patologías que, de acuerdo a la Sociedad de Pediatría local, pudieron ser prevenidas o fácilmente tratadas, como diarreas o infecciones bacterianas.

Por ejemplo, en el Hospital de Niños J.M. De Los Ríos, a pocas cuadras del Palacio de Gobierno, muchos de los tratamientos se realizan gracias a donaciones de particulares, los padres deben limpiar las desvencijadas habitaciones y el agua potable no está disponible la mayoría del tiempo.

Y la crisis no se restringe a un solo centro de salud: una encuesta de este año hecha por el Parlamento de mayoría opositora en los principales hospitales del país reveló que, en promedio, el 90 por ciento de ellos presentó fallas en los servicios de diagnósticos como laboratorios y rayos X, y en el 64 por ciento no daban alimentos a los pacientes.

El Ministerio de Información no respondió a una solicitud de comentarios hecha por Reuters. Padres y médicos dijeron que la unidad de ósmosis del hospital de niños J.M. De Los Ríos fue limpiada tras la muerte de tres niños.

El Gobierno del presidente Nicolás Maduro, que junto al de su antecesor Hugo Chávez ha levantado decenas de ambulatorios y hospitales en las últimas dos décadas, niega que el país atraviese una crisis en su sistema de salud y alega que la escasez de insumos se debe a una “guerra económica” de sus adversarios políticos.

Desnutrición catastrófica

Entre la peligrosa frontera que separa a Colombia de Venezuela se extiende el caluroso y desértico territorio indígena de La Guajira, compartido por ambos países.

Allí, donde la fundación Cáritas identificó la tasa más crítica de desnutrición del país, Lideibis Bracho, de 26 años, mece cariñosamente a su bebé, mientras lo amamanta.

El pequeño, de apenas seis meses se recuperaba de una estadía en un hospital cercano donde pasó semanas intentando sobreponerse de la desnutrición aguda que, finalmente, mató a su hermano gemelo.

“A todos nos mandaron a tomar vitaminas, pero no hay. Hay que irlas a buscar a Colombia, pero a costos que no alcanzan”, dijo la madre desempleada en una explanada con unas pocas casas destartaladas, a pocos metros de un enorme basurero donde a veces escarba en busca de comida o algo que revender.

Un estudio iniciado por Cáritas en octubre del 2016 en las parroquias más deprimidas de Zulia, Distrito Capital, Vargas y Miranda -los cuatro estados más poblados del país-, determinó que un 48 por ciento de los niños menores de cinco años presentó desnutrición. De ellos, el 8 por ciento tenía la forma más grave de la enfermedad, con altísimo riesgo de muerte.

En abril, durante su última medición, los resultados fueron alarmantes: el 56 por ciento de los niños menores de cinco años presentó algún déficit nutricional y los casos más graves también ascendieron al 11,4 por ciento.

“¡Estamos subiendo 1 punto porcentual por mes!”, se lamentó Susana Raffalli, nutricionista coordinadora del estudio de Cáritas, quien ha presenciado y estudiado emergencias humanitarias en diferentes partes del mundo.

“No es normal que vayas a una comunidad, peses a 100 niños y te den 30 que se te están muriendo en los brazos. Eso es una cosa catastrófica”, agregó Raffalli.

Crisis alimentaria

Un estudio de la Fundación Bengoa, dedicada a la enseñanza nutricional, y que tiene seguimiento de talla y peso en escuelas de cuatro estados del país, encontró que, entre los más pobres, 27 de cada 100 niños presentan alguna alteración nutricional.

La Organización Mundial de la Salud establece que a partir de un 10 por ciento de niños con desnutrición grave ya se considera que hay una crisis alimentaria y a partir de un 15 por ciento, la situación escala al estado de emergencia. En el 30 por ciento, el país entra en una situación de hambruna.

El Gobierno anunció recientemente que varias toneladas de alimentos llegaron a sus puertos para paliar el desabastecimiento. Pero el arribo pareciera insuficiente en un país con poca variedad de productos y la inflación más alta del continente.

Por ello, las escuelas de Miranda, un estado gobernado por la oposición, han tenido que abrir sus puertas los sábados y hasta en vacaciones para alimentar a los niños con riesgos nutricionales.

Aun así, la principal asociación de agricultores privados del país, Fedeagro, pidió recientemente que se abriera un canal de ayuda humanitaria que atendiera las necesidades del país, considerando que están lejos de poder cubrirlas con producción local. La escasez de semillas y fertilizantes hizo que, prácticamente, perdieran el ciclo de cultivo del año.

“Un niño desnutrido va a tener más propensión a enfermarse. Un niño enfermo pierde más calorías, no come lo suficiente y se desnutre más rápido: Es un círculo vicioso”, consideró Raffalli.

“Se van a superponer la crisis de nutrición con la crisis de salud y aquí la mortalidad infantil va a ser abismal”, agregó.

Reuters no pudo determinar un número de muertes por desnutrición, pero medios locales han reportado decenas de casos este año.

Por primera vez en décadas médicos han reportado casos nacionales de marasmo, un tipo de desnutrición por deficiencia energética, y pelagra, enfermedad producida por falla en la ingesta o absorción inadecuada de vitamina B.

En el J.M. De los Ríos, los niños ingresados por desnutrición en lo que va de año ya duplican el número de casos atendidos en todo el año pasado dijo Raffalli, según el seguimiento que mantiene con colegas allí.

“Tiene 9 meses y está como un niño de 2 meses, pesando 5 kilos”, dijo Marisela Huertas, de 39 años, acariciando a su pequeño Óscar, quien además de la desnutrición lucha contra una neumonía, macrocefalia y una pérdida severa de calcio.

“Me dijeron que le diera leche, pero como está la situación, no la consigo”, agregó en el hospital donde tampoco cuentan con fórmulas de realimentación o suero.

A teacher measures a child’s arm as part of a health program of the Miranda state government at a school in Caracas, Venezuela March 25, 2017. Picture taken March 25, 2017. REUTERS/Marco Bello
Maryorie Berrios holds Luinyerlin Berrios, who was diagnosed with malnutrition, at her hovel in Caracas, Venezuela June 26, 2017. Picture taken June 26, 2017. REUTERS/Marco Bello
A view of the kitchen of Lideibis Bracho, who was diagnosed with chronic malnutrition, at her hovel in Paraguaipoa, Venezuela March 1, 2017. Picture taken March 1, 2017. REUTERS/Marco Bello
Josue Urdaneta (2), son of Aura Urdaneta (21), who suffers from chronic malnutrition, drinks from a feeding bottle filled with rice water in Paraguaipoa, Venezuela March 1, 2017. Picture taken March 1, 2017. REUTERS/Marco Bello
Luis Berrios se sienta en el suelo mientras come su comida en su choza en Caracas, Venezuela. 26 de junio 2017. De la mano de su mamá, Samuel Becerra ingresó a fines de marzo al hospital pediátrico J.M. De Los Ríos, en Caracas, para hacerse una hemodiálisis de rutina. Estando internado, el niño de 12 años contrajo una infección que acabó con su vida, junto a la de otros tres pequeños.REUTERS/Marco Bello – RTS19011
Lideibis Bracho, diagnosticada con desnutrición crónica, amamanta a uno de sus hijos en Paraguaipoa, Venezuela. 1 de marzo 2017. De la mano de su mamá, Samuel Becerra ingresó a fines de marzo al hospital pediátrico J.M. De Los Ríos, en Caracas, para hacerse una hemodiálisis de rutina. Estando internado, el niño de 12 años contrajo una infección que acabó con su vida, junto a la de otros tres pequeños. REUTERS/Marco Bello TEMPLATE OUT – RTS1900Y
Elvira Urdaneta sostiene a su nieto Josué Urdaneta en su choza en Paraguaipoa. Venezuela. 1 de marzo 2017. Picture taken March 1, 2017. De la mano de su mamá, Samuel Becerra ingresó a fines de marzo al hospital pediátrico J.M. De Los Ríos, en Caracas, para hacerse una hemodiálisis de rutina. Estando internado, el niño de 12 años contrajo una infección que acabó con su vida, junto a la de otros tres pequeños. REUTERS/Marco Bello – RTS19018
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