Alfredo Maldonado: Tardes de coroneles

Alfredo Maldonado: Tardes de coroneles

Alfredo Maldonado
Alfredo Maldonado

 

El teniente coronel Tejero -Antonio, para más señas- de la Guardia Civil española, entró hace 36 años y 4 meses en el Congreso de los Diputados españoles pistola en mano, correctamente uniformado, el bigote enardecido y al frente de un grupo de guardias, echó un par de plomazos al techo churrigueresco y todos los diputados se escondieron en el fondo de sus curules.

Excepto tres, que se mantuvieron imperturbables.





El líder comunista Santiago Carrillo, con su infaltable cigarrillo encendido, el diputado y militar Gutiérrez Mellado, y el en ese momento diputado, líder del partido en el Gobierno y también renunciante Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez.

Suárez y Carrillo, históricamente reconocidos como artífices principales del desmantelamiento del franquismo consolidado y atado durante cuarenta años de férrea tiranía política y militar, y el establecimiento y consolidación de la democracia que hoy a los chicos y chicas neorebeldes y peludos de Podemos les atraganta reconocer. Gutiérrez Mellado, enteco y siempre firme general de ejército de larga y prestigiosa veteranía, reconocido como el puente sólido entre la naciente democracia y las fuerzas armadas monárquicas, franquistas y desconcertadas de entonces. Tan desconcertadas que fueron intransigentes y poderosos generales quienes organizaron, impulsaron y horas después fracasaron con el golpe de estado.

Gutiérrez Mellado fue el único que bajó a la plataforma parlamentaria y se enfrentó el bigotudo teniente coronel, al cual ordenó con vigor militar cuadrarse firme. Pistola en mano, y ya metido hasta el cuello en el embrollo, Tejero no se cuadró, irrespetó y zarandeó al general, con lo cual quedó como un patán y el general como un ejemplo de la voluntad democrática, zarandeada pero no arrodillada.

El asunto terminó horas después, parecido -salvando las distancias- al despiporrado golpe cívicomilitar de abril de 2002 en Caracas, con generales desordenados e indecisos que no previeron lo que creyeron imprevisible y por eso lo perdieron todo. En Caracas, el Presidente Hugo Chávez no renunció -al menos nadie pudo probar que el anuncio del general Lucas Rincón era cierto-, en Madrid el Rey Juan Carlos dijo que de golpe nada, que él no estaba en eso y que los generales monárquicos y alzados debían regresar a sus cuarteles y permanecer en ellos, y que así lo ordenaba. Así acabaron para siempre los protagonistas del fantasma militarismo español, los protagonistas del malhadado intento han muerto y dirigentes entonces jóvenes y estelares hoy son jarrones chinos dejados de lado. La democracia española sigue firme y los militares hispanos con sus carreras modernizadas en su cuarteles -y hasta los mandan a veces a hacer acto de presencia en zonas convulsionadas.

Hace unos días, cuando un coronel de aspecto cuartelero de la Guardia Nacional Bolivariana manoteó, irrespetó y echó de sus instalaciones al presidente de la Asamblea Nacional, me vino a la memoria enredada en recuerdos de ya demasiados años, los sucesos del 23 de febrero de 1981 en Madrid.

No por lo de cuartelero, que después de todo así debe lucir un buen militar, sino por cierta similitud entre dos coroneles de cuerpos militares supuestamente de aplicación de las leyes, la Guardia Civil española y la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela. Ambos se insolentaron a superiores jerárquicos merecedores de saludo respetuoso, ambos echaron a un lado a esos superiores, con algunas diferencias que no vamos a detallar, los videos son evidentes, y si quiere usted más detalles léase el excelente libro que sobre el asunto escribió, detalle a detalle, Javier Cercas.

La diferencia importante está en lo que pasó después.

En aquella España donde este servidor vio frente al Palacio Real, un par de años tras la muerte del dictador Franco, una apabullantemente masiva manifestación de franquistas, que luego simplemente se esfumaron disueltos en la democracia que, 40 años después permanece firme en una nación cuyo monarca impuesto por Franco entregó voluntariamente su trono a su hijo frente al parlamento sin que nadie se preocupara más allá de las revistas de frivolidades, aquél rey todavía joven dijo no y los golpistas encabezados por el irrespetuoso teniente coronel, debieron salir por puertas y ventanas de la sede parlamentaria para ser trasladados la cárcel.

En esta Venezuela revolucionaria, socialista y con la ciudadanía en protesta masiva, el coronel irrespetuoso no sólo fue aplaudido y halagado por sus colegas militares, sino condecorado por su irrespeto por el propio Presidente de la República, un civil que ni siquiera hizo el servicio militar pero se la pasa rodeado hasta el cuello de uniformados.

Entretanto, su Gobierno y sus generales, coroneles y demás uniformes de fajina y de parada, siguen sin tener idea de cómo un funcionario intensamente formado pudo escaparse en un helicóptero oficial tras dar vueltas alrededor de una hora sobre la capital, en cuyo espacio aéreo se supone que nadie puede volar sin expresa autorización y control, soltar un par de granadas, echar unos tiros y después desaparecer en una selva playera.

De todas maneras, nuestros uniformados son persistentes en busca de ss condecoraciones. Mientras buscan al sorprendente piloto, siguen cayéndole a gases, chorros de agua y golpes a los ciudadanos en protesta civil.