Olga Hidalgo de Curiel: El color de mi cristal

Olga Hidalgo de Curiel: El color de mi cristal

 

¡Todo pasa!… Ésta mala hora también pasará, será sin duda un mal recuerdo, los que sufrieron en carne propia, privación de la libertad, torturas, terrorismo psicológicos, atropellos y crueldades, expropiación de sus bienes, expedientes amañados y toda suerte de maltratos, harán un esfuerzo para sanar la cicatrices y procurarán que el rencor no les arruine por siempre la existencia que les reste… Muchos llorarán la ausencia de los seres queridos, de los hijos que con valerosos y sano entusiasmo con escudos de latón y cartón piedra salieron a luchar por la patria ultrajada, entregada a mercenarios cubanos y a quienes debidamente entrenados dentro y fuera del país, influenciados por ideologías de muerte y destrucción, patearon nuestra soberanía con insolencia y descaro, empuñaron sus armas contra quienes se atrevieron a enfrentarlos en condiciones desiguales arriesgando la vida por la libertad y la democracia.

Por Olga Hidalgo de Curiel

Cuando llegue este final quedarán destrozadas las posturas cómplices que solo saben del poder desmedido para saciar ambiciones personales y de grupo y enriquecerse a costa de los bienes de todos, que permitió el fortalecimiento del despotismo.

A nuestra mente vendrá el cortejo de quienes sustentaron su poderío en base al sojuzgamiento, el miedo y la compra de conciencias cebándose en la necesidad y la pobreza de los débiles; también en relieve vendrán las figuras de quienes asumieron posiciones dignas, comprometidas que no obedecían a sacar provecho de la situación a beneficio de inventario, sino que asumieron la lección de la solidaridad que no se prostituye que no es miedosa ni cobarde, que siempre descubre la injusticia y la maldad, que denuncia lo viciado, lo injusto y lo detestable porque se nutre de humanidad capaz de asumir riesgos, derrumbar muros de indolencia acomodaticia, en prosa o en verso. Quienes con su vocería clara y sin prejuicios, señalaron caminos y se dolieron del sufrimiento de otros y de los derechos humanos conculcados.

Esta ruta de la barbarie y del desenfreno nos enseña a compadecernos de los rostros dolientes que nos rodean y que son fácil presa de los populistas y los demagogos que los utilizan y encandilan con migajas y los hacen penitentes a las puertas de un banco o de un organismo público que les dé su día a día, mientras los que se creen dueños de la cosa pública disfrutan con voracidad la orgia de la riqueza mal habida en detrimento de otros.

Mientras llega el momento ¡Fuerza y Fé!

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