Richard Casanova: El incendio de Reichstag y el orangután

 

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A través del “canal del Estado”, los oficialistas que asaltaron al parlamento venezolano ofrecieron insólitas declaraciones acusando de violenta a la oposición con argumentos tan bufos como absurdos: afirman que iban “pacíficamente” -con tubos, piedras y armas de fuego- a entregar un documento a esa Asamblea Nacional que ellos desconocen por estar en “desacato” (¿?).  La escena me recordó el incendio del Reichstag -el parlamento alemán- perpetrado el 27 de febrero de 1933.  El gobierno, siendo responsable del hecho, capturó en las inmediaciones del incendio a un joven comunista holandés recién llegado a Berlín, quien fue torturado hasta que confesó su autoría, luego fue sentenciado a muerte y ejecutado con celeridad revolucionaria. El incendio del Reichstag fue utilizado por Hitler como “prueba” de la conspiración contra el gobierno, maniobra que fue fundamental para la instauración del régimen nazi y del Tercer Reich.  ¿Qué la historia se repita era una esperanza que abrigaba Maduro en algún rincón de su atribulada y putrefacta alma?  Ahora vemos que el episodio reciente entre el presidente de la AN, Julio Borges y el orangután, apodado Coronel Lugo, es parte del mismo relato.  Las cajas con armas o explosivos que ingresaron subrepticiamente a la sede del parlamento eran parte de la escenografía pero le desmontaron el circo. Luego Maduro intentó enviar un mensaje de intimidación al condecorar al referido simio pero logró un efecto contrario: dejó claro de qué lado está la civilidad y dónde la barbarie, lo cual -lejos de amedrentar- hace viral la indignación y el desprecio.





Al principio Chávez ni siquiera insinuaba simpatías por el “socialismo” pues guardaba las formas, igual que Hitler antes del incendio del Reichstag. Pero ya Nicolás Maduro no tiene formas que guardar, la narco-dictadura es una realidad en la opinión pública nacional e internacional. Ahora admite querer lograr por las armas lo que no puede alcanzar con votos y lo hace con la vana ilusión de que la oposición salga despavorida a esconderse. Todo lo contrario, la calle es el escenario de un país que no se rinde y tomó una decisión irrevocable a favor del cambio.  La represión brutal, los militares gorilas desatados y los colectivos armados usurpando la autoridad, son signos de un gobierno débil, sin gestión, ni pueblo; sin argumentos, ni ideas, cuya única alternativa es invocar la violencia.  El pueblo no es pendejo y lo sabe, por eso el plan de asaltar al parlamento estaba políticamente condenado al fracaso pero la desesperación no les permitió anticipar sus efectos devastadores; lo que explica que al percatarse, saliera Maduro dizque rechazando la violencia en la AN y “que lo sepa el mundo…”. Tarde piaste, pajarito. ¡Nadie te cree! Ahora pesan 18 años hablando de la conspiración de la derecha, del imperio y la oligarquía, de golpes de estado, magnicidios y demás zoquetadas.  Ahora pesa un mundo tanto engaño y tantas burlas que hacen irreparable la credibilidad de Nicolás Maduro y los 40 compatriotas.  Insisto, el pueblo no es pendejo y observa con atención el patético espectáculo de un gobierno cobarde en esta etapa agonizante. En definitiva, el incendio del Reichstag, el episodio del orangután y toda esta saña son capítulos de una misma historia de autoritarismo, maldad y odio, donde repentinamente todos somos enemigos y traidores.  Pero diría Héctor Lavoe, todo tiene su final.  Por cierto, tanto hablar de “democracia participativa y protagónica” para terminar aterrados ante la consulta popular de este 16 de Julio. #DecisiónSoberana

Twitter: @richcasanova

(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.