Gustavo Azócar Alcalá: ¿Maduro quiere parar la constituyente?

Gustavo Azócar Alcalá: ¿Maduro quiere parar la constituyente?

Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara
Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara

 

Es un secreto a voces: Nicolás Maduro ya no quiere que se concrete la Asamblea Nacional Constituyente. Aunque haya gente que se niegue a creerlo, es verdad: el ex chofer del Metro de Caracas es, en los actuales momentos, el más interesado en que la ANC no se haga realidad. Sí, es muy probable que mucha gente piense que lo que digo es propio de un 28 de diciembre (día de los santos inocentes) y no de un 24 de julio, pero créanme, es cierto.

Maduro ya no quiere que haya Constituyente. La ANC se le salió de las manos. El inquilino de Miraflores descubrió, un poco tarde, que la ANC es cuchillo para su garganta y ahora anda desesperado tratando de parar su propio invento. Pero tiene un gran problema: no sabe cómo desactivar esa bomba sólo mata gente que, de concretarse, no solamente acabará con los pocos residuos que quedan de democracia en Venezuela, sino que además, lo terminará devorando a él también.





Frente a las cámaras de televisión, durante la transmisión de sus largas y aburridas cadenas, Maduro transmite la impresión de que, en efecto, él es el gran impulsor de la ANC. Cuando lo ponen en un escenario, frente a un auditorio con unas pocas decenas de personas, Nicolás se muestra envalentonado, y lanza algunas arengas para ejercer presión sobre asustados dirigentes del PSUV, a quienes exige tener lista la maquinaria electoral. Cualquiera que vea a Maduro regañando a líderes municipales y parroquiales, exigiendo listas de empleados públicos para que vayan a votar el 30 de julio, se imagina que es Maduro quien presiona para que se elija cuanto antes una Asamblea Constituyente.

Pero puertas adentro la historia es otra. Maduro no quiere que haya ANC. El heredero de Chávez descubrió tardíamente que la Constituyente Cubana no solamente servirá para acabar con lo poco que queda de democracia en Venezuela, sino también con lo poco que queda del madurismo en este país. La parranda de locos y desadaptados que muy probablemente integrarán la ANC, a juzgar por los personajes que aparecen en VTV haciendo campaña electoral, también pedirá la  cabeza de Maduro. De eso no hay ninguna duda.

La Asamblea Nacional Constituyente convocada para el venidero 30 de julio nunca fue un proyecto político serio. Fue una amenaza. Un chantaje. Un mecanismo de presión ideado con el sólo propósito de torcerle el brazo a las fuerzas democráticas venezolanas y obligarlas a sentarse en torno a una mesa de Diálogo. Las protestas de calle minaron la capacidad de maniobra del gobierno y convirtieron a Venezuela en una nación ingobernable. La oposición logró arrinconar al oficialismo con la propuesta de un adelanto de las elecciones presidenciales y la realización de unos comicios generales. Tanto a nivel nacional como internacional se creó la matriz de que la única salida política que le quedaba al país era la convocatoria a unos comicios.

Acorralado, Maduro aceptó la propuesta que le hicieron sus asesores cubanos para convocar una Asamblea Nacional Constituyente, es decir, hacer unas elecciones, y desmontar la matriz que había logrado crear la MUD junto a varios gobiernos latinoamericanos y la OEA. La jugada era muy clara: ¿Quieren elecciones? Muy bien, haremos elecciones, pero no las que ustedes (los opositores) quieren (presidenciales) sino las que nosotros (el gobierno) queremos (Constituyente). La orden fue dada el 1 de mayo, y 90 días después, todo parece estar listo (eso es lo que algunos creen) para que se lleven a cabo los comicios más antidemocráticos en toda la historia republicana de Venezuela.

Pero, aunque parezca mentira, el propio Nicolás se ha dado a la tarea de ofrecer declaraciones que delatan cuál es su verdadera postura. El plan maestro de Maduro y sus asesores establecía que la oposición no aguantaría la presión de la ANC y que antes del 1 de julio las fuerzas democráticas aceptarían sentarse alrededor de la Mesa de Diálogo. La tarea de ejercer presión la haría José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martin Torrijos.  La propuesta gubernamental era una sola: el gobierno aceptaría retirar la convocatoria a una ANC sí y sólo si la MUD enfriaba la calle y aceptaba unas elecciones a finales de 2018.

Pero dos cosas salieron mal y el plan maestro de Maduro se dañó. Lo primero es que la MUD no tiene cómo enfriar la calle. Y ello ocurre porque la calle ya no es de la MUD, sino de la gente. Las protestas de calle se están dando todos los días, sin importar si las convoca o no la MUD. Los plantonazos se llevan a cabo todos los días en diferentes partes del país por parte de ciudadanos de a pie, gente común y corriente, que ni siquiera milita en los partidos. Las batallas campales entre manifestantes y fuerzas represoras se desarrollan a cada rato, en los lugares más recónditos de Venezuela, sin que nadie de la MUD haya convocado a nada.  Hay una protesta social callejera que lideran jóvenes de 17 y 18 años que nunca han militado en partido alguno. Hay una Resistencia Ciudadana que tiene vida propia y que se activa sin pedir permiso a los partidos. Ojo: no sólo el gobierno perdió la calle. La calle está encendida y seguirá así. Y eso no lo puede detener nadie. Ni la MUD ni el gobierno.

El otro elemento que salió mal, es que los adversarios internos de Maduro, Diosdado Cabello y Tareck El Aissami, decidieron jugar posición adelantada y se cogieron casi todos los candidatos a la Asamblea Nacional Constituyente. Mientras Maduro esperaba que la MUD aceptara su propuesta de diálogo, Cabello y El Aissami montaron todo un aparataje que les permitirá, en el supuesto negado de que la ANC se elija y se instale, dominar la mayoría de los delegados que serán “electos” el 30 de julio.

Eso quiere decir, simple y llanamente, que si la Asamblea Nacional Constituyente termina convirtiéndose en una realidad (todavía estamos a tiempo de detener esta locura), serán Diosdado y Tareck los que controlarán políticamente a ese adefesio. Hay que estar preparados porque matemática y políticamente es así: Maduro no tendrá control político sobre la ANC. La mayor parte de los 549 miembros que tienen mayor posibilidad de  ganar (si es que eso se puede llamar así) son personas afectas a Cabello y El Aissami, dos personajes dispuestos a hacer lo que sea con tal de impedir que la justicia de EEUU los alcance.

Por tanto, si la ANC se instala, no solamente seremos los demócratas los que estaremos en peligro, sino también Maduro y su entorno. La ANC es una piraña que no sólo se comerá la carne de los opositores, también comerá carne del gobierno. Y eso, Nicolás lo sabe. Por eso es que Maduro sigue insistiendo en el diálogo. Por eso es que el gobierno nunca ha dejado de hablar de la Mesa de Diálogo. Por eso es que Rodríguez Zapatero sigue aquí. Por eso es que el gobierno otorgó la medida de casa por cárcel a Leopoldo López.  Y es por eso que, durante una entrevista en el canal 8, junto al miserable y oscuro personaje que hace un par de años fue descubierto presentando un informe a un oficial del G2 cubano, en el cual señalaba a Diosdado Cabello de ser un corrupto, Maduro se atrevió a decir que su gobierno ha estado dialogando con dirigentes de la oposición quienes supuestamente le propusieron posponer la Asamblea Nacional Constituyente por cuatro semanas y él les respondió que sí.

“Hace unas semanas atrás, ellos (la oposición) a través de un emisario internacional trajeron un mensaje, que si yo estaba dispuesto a posponer la Constituyente, unas dos, cuatro semanas, para ellos inscribirse. Les dije sí”, dijo Maduro. Hay que leer entre líneas. No es que la oposición haya dicho eso. Eso es lo que Maduro quiere que la oposición haga para tener la excusa de suspender las elecciones del domingo 30 de julio.

El mensaje que Maduro está enviando a la oposición es claro: el gobierno puede parar la Constituyente. Pero sólo lo hará si se instala otra vez la Mesa de diálogo, y se firma un acuerdo para dejar que Maduro siga gobernando hasta 2018. Quedan sólo 7 días para que la bomba sólo mata gente que activó Nicolás estalle. Son 168 horas. Ni un minuto más ni un minuto menos.

La decisión, evidentemente, no es fácil. No son 2 fuerzas las que se están enfrentando en Venezuela. Son 4: dos en la oposición y 2 en el gobierno. En la oposición pujan los que quieren dialogar para buscar una salida negociada y los que quieren salir de este gobierno hoy mismo. En el gobierno pugnan los maduristas, que sólo quieren salvar su pellejo y negociar su salida, y los radicales, que quieren implantar una dictadura al estilo cubano para continuar con sus oscuros negocios vinculados con el narcotráfico y el terrorismo.

En medio de esos 4 bandos está un país en vilo. Estamos nosotros, los ciudadanos de a pie. Mientras tanto, la cuenta regresiva sigue su curso. No hay marcha atrás. La decisión que tomemos los demócratas en las próximas horas determinará el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos. Los días que están por venir serán de infarto.

23 de julio de 2017