Luis Alberto Buttó: Asuntos estructurales

Luis Alberto Buttó: Asuntos estructurales

Sería bueno, por momentos, otear más allá de la circunstancia inmediata, de la controversia cotidiana erigida en moda pasajera por los expertos en todo asaltantes de la galaxia twitter, de los tópicos predeterminados que el sistema de propaganda del autoritarismo posiciona con éxito en la mente de tantos para desviar la atención de lo realmente importante. De hacerlo, podría intentarse cierta discusión que el país necesita y agradecería, en tanto y cuanto centrada en variables cuya propia dinámica alimentará el cuadro de inestabilidad que, guste o disguste en función de esperanzas y expectativas, prevalecerá y en buena medida definirá a la sociedad venezolana en el tiempo por venir. De lo contrario, los sempiternos embaucadores de oficio ejecutarán de nuevo la nefasta tarea de alimentar el pantanal donde naufragan las aspiraciones colectivas. Por ejemplo, memoria corta y puerilmente selectiva condujo al olvido de que, no precisamente, fue lo genéricamente llamado chavismo quien inventó y avaló aquello de la «supra-constitucionalidad plenipotenciaria originaria».   

Podría, entonces, rememorarse, que la entronización de la política puesta en práctica por los señores de la antipolítica, demarcó las puertas que atravesó la nación en ruta desafortunada hacia el totalitarismo, que en dos décadas no ha dejado de avanzar, progresiva y sostenidamente. No casualmente, fue la política de la antipolítica la que coronó con éxito sus aspiraciones de mando en los estertores del siglo pasado e instaló en predios gubernamentales la rémora del pretorianismo militante que todavía campea. Desgraciadamente, no fue coincidencia que actores de la antipolítica, farsantes y ahítos de rencores subalternos y aspiraciones inconfesables como lo son en sí mismos, secuestraron las multitudinarias manifestaciones de 2002 y con apetito voraz por el ejercicio también autoritario del poder dieron al traste con la posibilidad de cambio, o por lo menos de rectificación, en paz. ¿Consecuencias de aquella malévola y estúpida aventura? Todo el mundo sabe la respuesta, aunque no todos la han sufrido por igual y otros, desde entonces, andan silbando y en pose de yo no fui a ver si lavan la costra de sus culpas.

Así las cosas, si se continúa creyendo a pie juntillas que los partidos políticos son factores aleatorios y no el pivote real de la democracia, ésta mantendrá la condición de desiderátum y las libertades políticas, civiles y económicas, cuando no negadas a porrazo limpio como práctica cotidiana, seguirán confinadas a la sala de parto sin alumbramiento cercano. Pero, si el liderazgo de los partidos de hoy persiste en la desconexión con los reclamos de la gente que caracterizó al liderazgo de los partidos de otrora (a manera de caricatura, en casos patéticos se repiten ajadas fotografías), la apuesta del colectivo seguirá pautada por la desesperanza, el inmediatismo y la falta de confianza. Como en pasadas oportunidades, el venezolano promedio volverá a comprar la estafa de propuestas engañosas que sólo empujan al vacío de proyectos personales o corporativos. Para ilustrarlo, basta recordar que 1998 no está tan lejano como parece. Los simplistas y/o malintencionados de intereses y pensamiento, atrincherados como están en cuanto cargo se inventa dentro de éste y aquél partido, no pueden reiterar el irrespeto de suponer que la sociedad conjuga el vocablo unidad sólo en acepción electoral. Los venezolanos sabemos de sobra lo que significa unidad nacional. Por algo, la demandamos.





Lo coyuntural va y viene. Lo estructural permanece. Necesario es recordar la diferencia.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3