Julio César Arreaza: Dictadura del siglo XXI

Julio César Arreaza: Dictadura del siglo XXI

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Con el arribo de Chávez al poder no comenzó el cacareado socialismo del siglo XXI, sino la dictadura del siglo XXI. El teniente coronel golpista desde el principio violó la Constitución y abrogó el principio sacro santo de la alternabilidad democrática. Con la ANC del 99 que sólo era para redactar una nueva carta magna, abusando siniestramente del poder, procedió a eliminar el Congreso que fuera electo junto a él y a nombrar los integrantes de los poderes públicos, saltándose los procedimientos para su designación. Allí comenzó el sesgo del indigno y servil CNE.





Sufrimos los atropellos de sus pandillas tumultuosas y el desate de la compra de conciencias y chantajes con la chequera petrolera, utilizada a discreción en su impúdica demagogia populista.

No hubo del Congreso de la Republica electo en 1998 el coraje y la valentía para defender su mandato popular. Los males de la república se agravaron con la toma del poder del chavismo delincuencial.

La guerra federal se conoce como la guerra larga ó de los 5 años. El régimen forajido atizó la polarización sangrienta de la sociedad y todo terminó en destrucción y luto. El difunto sembró odio y dejó un pasivo descomunal difícil de sacudir y perdonar.

La conducta antirrepublicana creó un esperpento, una patria verrugosa y avejentada a su imagen y semejanza que cedió nuestra soberanía a Cuba. La patria ha sido aún más golpeada al tratar de moldearse a las virtudes, mejor dicho defectos del heredero insuficiente. Las palabras no alcanzan para denunciar el crimen de haber arruinado el aparato productivo, en medio de la mayor abundancia de ingresos petroleros.

Durante 19 años de desafueros sabemos que la finalidad de la claque gobernante es enriquecerse alrededor de la brutal escasez de alimentos, medicinas y caída en picada de la calidad de vida. Colapsó el petroestado.

La destrucción de Pdvsa, la gallina de los huevos de oro, no tiene perdón. Todo comenzó con la corrupción del regalo de los 100 mil barriles diarios al régimen siniestro de los Castro. El despido de las  20 mil personas más capacitadas de la industria significó un genocidio laboral, arrancando entonces la emigración que recuerda a la infausta de Oriente, y se exportaron los talentos en los que el país había invertido se invirtieron grandes recursos para su formación.

La dictadura es la única responsable del deslave socioeconómico que vivimos. La cúpula podrida se enriquece con la propiedad de las empresas de las bolsas CLAP, vil política para empobrecer las mayorías y hacer rica a la claque con la escases. Viola los DDHH y tortura a disidentes como les da la gana, cierra emisoras para engrosar la porqueriza hegemonía comunicacional.

La importación de terroristas provocó la espantosa inseguridad. El daño a la juventud con la penetración de la droga es repudiable, no hablemos de los negocios sucios de la cúpula cívico-militar. Lo peor, se condenó el futuro de una generación por la desnutrición infantil. La esperanza sigue siendo el establecimiento de una democracia ejemplar y cerrar este ciclo autoritario.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!