Tres vidas en torno al reloj biológico, la amistad y la mosca de la fruta

Tres vidas en torno al reloj biológico, la amistad y la mosca de la fruta

Juleen Zierath, Professor of Physiology, Anna Wedell, chairman Nobel Committee for Physiology or Medicine 2017, are seen during the announcement of the winners of the Nobel Prize in Physiology or Medicine 2017, in Stockholm, Sweden October 2, 2017.  TT News Agency/Jonas Ekstromer via REUTERS      ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY. SWEDEN OUT. NO COMMERCIAL OR EDITORIAL SALES IN SWEDEN
Anuncio de los ganadores del Nobel de Medicina // TT News Agency/Jonas Ekstromer via REUTERS ATTENTION EDITORS 

 

Los tres científicos galardonados este lunes con el Nobel de Medicina están unidos por algo más que tres vidas dedicadas al “reloj biológico”, son amigos, han recibido conjuntamente media docena de premios y su objeto de estudio ha sido la humilde mosca de la fruta. EFE

Las revelaciones de sus estudios han llevado a una mejor comprensión de la adaptación de plantas y animales al ciclo circadiano, la sucesión del día y la noche, gracias al llamado “reloj biológico”, algo que ayuda a explicar desde los problemas de “jet lag” e insomnio a las fases de la función clorofílica.





Jefrey C.Hall nació en Nueva York (EEUU) en 1945 y creció en un suburbio Washington, hijo de un periodista parlamentario que, según el laureado, le enseñó a leer cosas distintas a la sección deportiva de los diarios.

Hall empezó sus estudios universitarios en el Amherst College y luego los prosiguió en la Universidad de Washington en la que se doctoró en genética en 1971.

Como profesor, Hall trabajo en la Universidad Brandeis de Waltham, a partir de 1974, y en los dos últimos años antes de su jubilación en la Universidad de Maine.

El nuevo nobel también ha destacado como historiador aficionado, con trabajos sobre la guerra de secesión de Estados Unidos, tema sobre el que incluso dictó cursos en la universidad.

Michael Rosbash, por su parte, nacido en Kansas City (EEUU) en 1944, trabaja en la Universidad Brandeis de Waltham, donde está al frente del laboratorio que lleva su nombre y que se centra en el estudio de los procesos, los genes y los mecanismos tras los ritmos circadianos.

Estudió Química en el Instituto de Tecnología de California y se doctoró en Biofísica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Este profesor de Biología e investigador del Instituto Howard Hughes, comenzó a estudiar la influencia de los genes en el comportamiento y los ritmos circadianos al llegar a la Universidad Brandeis en 1974 como profesor auxiliar.

Fue Hall, colega de ese centro, quien le contagió la pasión por el “reloj biológico” y, como reconoce Rosbash en su biografía colgada la página web de su universidad, fue esa “amistad personal” la “fuerza motora detrás del inicio de este trabajo”.

El otro pilar de su carrera ha sido el estudio del metabolismo y el procesamiento ácido ribonucleico (ARN), con el que empezó como estudiante en el MIT a mediados de los sesenta.

Rosbash es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias.

Michael W. Young, por su parte, ha dedicado más de tres décadas al estudio de los patrones del sueño y vigilia que están controlados genéticamente en la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster).

Nació en 1949 en Miami (EEUU) y se trasladó años después a Texas, donde acudió al instituto y empezó a interesarse por la biología.

Young se licenció en Ciencias Biológicas en 1971, cuatro años más tarde obtuvo su doctorado en Genética por la Universidad de Texas y a continuación, y por dos años, realizó un posdoctorado en la escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, según su perfil en la Universidad de Rockefeller.

Desde entonces este miembro de la Academia Nacional de las Ciencias de EEUU ha sido profesor e investigador en la Universidad Rockefeller y en el Instituto Médico Howard Hughes.

La trayectoria de estos tres científicos ya había sido reconocida de forma conjunta y en la última década han recibido varios de los galardones más prestigiosos de su ámbito de estudios.

Los tres compartieron el premio de Neurociencia de la Fundación Peter y Patricia Gruber (2009), el Louisa Gross Horwitz (2011), el Canada Gairdner (2012), el Massry (2012), el Shaw en Ciencias de la Vida y Medicina (2013) y el Wiley en Ciencias Biomédicas (2013).