“Me aburre ser nieto del Che”, me dijo un día Canek Sánchez Guevara

“Me aburre ser nieto del Che”, me dijo un día Canek Sánchez Guevara

Canek Sánchez Guevara (Foto: Martí Noticias)
Canek Sánchez Guevara (Foto: Martí Noticias)

 

Cuando en 2004 leí las declaraciones de Canek Sánchez Guevara (La Habana 22 de mayo de 1974-Ciudad de México 21de enero de 2015) en la revista mexicana Proceso, no paré hasta entrevistarlo. Entonces él vivía en Oaxaca y yo en Lucerna, y después de unos cuantos correos electrónicos, logré que respondiera mi cuestionario.

Martí Noticias / Tania Quintero

La entrevista, inédita, se la propuse a varios medios, pero finalmente la subí a mi blog. Su título inicial era “Me aburre ser nieto del Che”, pero después decidí ponerle “Adoro el anonimato”, porque Canek era un tipo que odiaba la fama y los encasillamientos. Quería pasar inadvertido, aunque físicamente no lo tenía fácil: medía cerca de dos metros. Salió alto a su padre, el mexicano Alberto Sánchez Hernández. Su madre, la peruana Hilda Guevara Gadea, hija mayor del Che, era de baja estatura.

Canek -con las iniciales CK solía firmar sus emails- fue quien me editó el libro Periodista, nada más, que se puede leer en mi blog. También fue quien me animó a escribir mis recuerdos de los primeros años de la revolución. En formato word le envié un largo testimonio y me propuso cuatro títulos: Melón y revolución, Verde como las palmas, Del PSP al PCC y Harry Potter y la revolución escatimada, y así finalmente se tituló.

Entre 2005 y 2008, Canek y yo intercambiamos infinidad de puntos de vista y numerosos escritos suyos o míos. Cuando murió, decidí rendirle un modesto homenaje publicando en mi blog algunos de sus emails, también el artículo “Un infante para la difunta Habana” y el cuento La espiral de Guacarnaco, entre otros.

En enero de 2006, Canek dejó su casa de Oaxaca y se trasladó a Burdeos, Francia, donde vivía su mujer, a punto de dar a luz su primer hijo. Por esos días, me envió La transición “un texto pensado para leer desde adentro (no sólo en Cuba, sino dentro de la discusión cubana en general) no utilizo el tono habitual de la denuncia o la divulgación de lo que ocurre en Cuba. Aún a pesar de mis vísceras he omitido lo más visceral de mi vocabulario en aras de un entendimiento mutuo, a ver qué ocurre”. El texto, que finalmente tituló Transición a la cubana, empezaba así:

“Fidel Castro tiene un enemigo en sí mismo, más poderoso que el mercado y el capital, más eficaz que cualquier disidencia y tan inevitable como la vida misma. No morirá porque así lo deseen sus furibundos enemigos, ni por anuncio de babalao alguno, mucho menos por envenenamiento o bala; será la muerte quien acabe con él, cerrando, simplemente, su ciclo vital. Morirá porque todos hemos de morir; morirá en cama, arropado por el Aparato, mimado por los órganos de propaganda. Claro que sería muy inteligente, tanto en términos prácticos -inmediatos- como en aquellos históricos que tanto obsesionan al Comandante, que iniciara él mismo las necesarias reformas políticas, económicas y culturales que Cuba requiere”.

Canek solía pedirme opiniones sobre sus textos, yo se las dabas y con los buenos modales que siempre le caracterizaron, no demoraba en agradecerlo: “Querida Tania, gracias miles por tus acotaciones, todas muy correctas. Por lo demás, no te inquietes, a mí no me ofenden las palabras, y las tuyas siempre las recibo con cariño”.

En una ocasión, en abril de 2005, me pidió que le hiciera el favor de divulgar “Explorando el barranco”, una respuesta libertaria a Celia Hart, carta abierta dirigida a la hija de Armando Hart y Haydée Santamaría, quien se había convertido en una furibunda trostkista. La firmaba un tal Movimiento Libertario Cubano. Preocupada porque estuviera metido en algún grupo de extrema izquierda, le escribí. Enseguida me respondió: “Querida amiga, alguien que ha crecido en medio de la violencia política no puede amarla (bien lo sabes, sin duda). Por otra parte, yo, más que simpatizar con grupos, tengo ciertos ideales. No te asustes, Tania, pues detesto la violencia (cualquiera que ésa sea) por encima de todas las cosas… Un abrazo, CK”.

No sé si Celia leyó la carta que en uno de sus párrafos decia: “Tu gozas de una posición privilegiada, pero ¿sabes o no sabes que esos revolucionarios no pueden darse la organización política que querrían tener porque ese derecho el Partido Comunista se lo ha reservado para sí? ¿sabes o no sabes que a esos revolucionarios no les es dado tener una biblioteca abierta al público, montar un programa de radio, celebrar reuniones sin solicitar permiso, tener un periódico propio o defender libremente sus orientaciones en movimientos sindicales, juveniles, vecinales, de género, ambientales, etc.? Esas cosas requieren de un marco de libertad hoy inexistente y reclaman no la intervención del Estado, sino una asunción autonómica; exigen ni más ni menos que la posibilidad socialmente garantizada de que todo colectivo -cualquier colectivo, sea cual sea la naturaleza que se defina, siempre y cuando no atente contra la libertad ajena- fije sus propias reglas”. (Celia María Hart Santamaría y su hermano Abel Enrique fallecerían el 8 de septiembre de 2008, al chocar el auto en que viajaban contra un árbol, en 3ra. y 46, Miramar, La Habana).

A principios de 2007, a Canek se le metió en la cabeza hacer una web sobre Cuba, con el nombre de El Cubo, donde se publicarían Cubonews, un servicio noticioso que yo tendría a mi cargo. La literatura también tendría espacio: “La verdad es que tengo más de mil libros en formato electrónico (word o pdf) y otros tantos ensayos de distintas épocas que he ido copiando por ahí, pero como soy tan desorganizado me cuesta ‘un huevo’ encontrar algo en ese caos. Y me río, porque a pesar de trabajar con bases de datos no he sido capaz de hacer una para organizar todo eso. En fin, algún día lo haré”, decía el 20 de abril de 2007.

En la mayor parte de nuestros correos, la política estaba presente: “Excelente el artículo sobre la disidencia checa; no estoy seguro, pero creo haberlo leído en La Habana, en un dossier sobre la transición checa incluida en una revista que por entonces me llegó. De cualquier forma, alude a dos cosas fundamentales: si bien es cierto que los actores políticos de la transición son los disidentes, también es cierto que los actores de reparto, los simples ciudadanos, serán los actores sociales de la reconstrucción. En una y otra discusión he insistido mucho en el hecho de estar atendo a los ‘callados’ de hoy, porque mañana, liberados de las cadenas que les impiden hablar, quizás tengan mucho que decir. Nadie sabe”, escribía el 23 de enero de 2007.

En octubre de 2016, la editorial Alfaguara le publicaba 33 revoluciones, un libro póstumo que según dijo su padre, Alberto Sánchez, “es su texto más acabado: dedicó varios años a esculpir cada imagen, cada sensación”:

Todo se mueve más allá de la ventana: árboles de papel, máquinas de juguete, casas de palo, perros de paja. Una mancha de espuma recorre las calles. Deja agua, algas, cosas rotas, hasta la siguiente ola, en que todo se renueva. La marea arranca lo que el viento no acierta a derribar. El edificio resiste el embate. En su interior, los pasillos aparecen llenos de rostros temerosos y gente que reza instrucciones y obviedades (“hay que mantener la calma, compañeros: nada es eterno”). Todos verbalizan a la vez (veinte discos rayados sonando al mismo tiempo): todos dicen lo mismo con distintas palabras, como en la cola o en el mitin -manía de hablar: doce millones de discos rayados parloteando sin parar. El país entero es un disco rayado (todo se repite: cada día es una repetición del anterior, cada semana, mes, año; y de repetición en repetición el sonido se degrada hasta que sólo queda una vaga e irreconocible remembranza del audio original -la música desaparece, la sustituye un arenoso murmullo incomprensible). Un transformador explota en la distancia y la ciudad queda a oscuras. El edificio es un agujero negro en medio de este universo que insiste en derrumbarse con estrépito. Nada funciona pero todo da igual. Siempre da igual. Como un disco rayado, que siempre se repite…

A Canek no le gustaba hablar de su familia ni de sus asuntos personales. Respeté su privacidad y nunca le pregunté sobre sus abuelos, sus padres, su hermano y menos sobre sus tíos y primos residentes en Cuba, hoy los ‘herederos universales’ de Ernesto Guevara. Pero una vez, el 3 de enero de 2006, hizo una excepción: “Tania, por mis constantes discusiones con la izquierda procastrista, ya he tenido el gusto de recibir insultos varios, incluyendo uno de mi querida tía Aleida, quien en una gira en Italia se topó con un compa italiano, y cuando éste le hizo saber que estaba de acuerdo con mi crítica al socialismo de Estado, ella respondió que yo era un verdadero imbécil y que no tenía una puta idea de lo que decía. En fin, es sólo una de tantas anécdotas, a las que a veces respondo iracundamente, a veces con guante blanco y a veces con el silencio más rotundo, según el ánimo”.

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