Humberto Martí Espina: Una Olla que se llama Venezuela

Humberto Martí Espina: Una Olla que se llama Venezuela

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Quizás las nuevas generaciones de los 80,90, y lo que va del siglo XXI no conocieron aquella famosa serie televisada “La Dimensión Desconocida”, de donde Steven Spielberg realizó una película sobre la famosa teleserie norteamericana, pero en Venezuela donde también era muy seguida, esta serie se convirtió en una realidad, un país donde la ciencia ficción supera la realidad.

Los venezolanos viven el día a día en la dimensión desconocida: el dinero en efectivo es escaso o de muy poco valor, y en la mayoría de los comercios y establecimientos las transacciones comerciales se hacen por tarjetas de débito o de crédito, una ciudad donde los buhoneros o vendedores ambulantes de cualquier cosa, te aceptan transferencias, convirtiéndose el dinero electrónico el de mayor movimiento.
Hasta puedes pagar las empanadas por una transferencia, y cualquiera diría; ¡como no hemos modernizado! , pero no es así, seguimos retrocediendo.





En el sur de Guayana, donde se encuentran las mayores reservas de oro, diamante, coltan, y toda clase de minerales, se vive en una economía minera, controlada por las FAN, la guerrilla colombiana, los pranes de las cárceles de Vista Hermosa y El Dorado, y coronados por la Guardia Nacional, siendo su último logro, el robo del triunfo de Andrés Velásquez en las elecciones regionales de gobernadores.

La otrora moderna y pujante Ciudad Guayana, la primera y única ciudad planificada de Venezuela, se convirtió en otra planicie invadida por los cuatro costados, donde sus principales calles y avenidas están llenas de todo tipo tarantín y venta de comida ambulante, una economía informal de venta de animalitos que rompe records, así como las ventas de oro y plata, con cerros de basura que la rodean, con mas huecos que el lado oscuro de la Luna.

En las zonas rurales de Puerto Ordaz y San Félix, el paludismo, el dengue y la difteria están a la orden del día, y son muchos los que se mueren porque no llegan los medicamentos, y los únicos hospitales existentes construidos en democracia, hoy no se dan abasto, donde cohabita gente inescrupulosa que vende el litro de sangre para las transfusiones por cuatrocientos mil bolívares.

Todos los servicios son deficientes, agua, luz, recolección de basura, mantenimiento de calles y avenidas, donde los semáforos no existen porque no funcionan en casi un 90 por ciento de los casos, retrata a esta fracasada gestión de 19 años que de revolución no tiene nada sino involución, retroceso, y ni hablar de la educación, otra gran huérfana de este régimen de hambre que se instauró en Venezuela, para enriquecer unos pocos y empobrecer a la gran mayoría.

Otro grave problema es el social, con una niñez y juventud abandonada a su suerte, con un futuro muy incierto, donde la ausencia escolar llega a un sesenta por ciento, y los valores patrios han sido cambiados.

Andrés Velásquez ganó las elecciones en el estado Bolívar, pero el arco minero, tan codiciado por los más poderosos de este régimen, no iba a ser entregado al ganador opositor de las regionales ni a nadie que no sea de su círculo, porque allí están terminando de raspar una olla que se llama Venezuela.

Twitter @humbertomarti