¿Tratar a tu perro como a un humano?… crueldad y profundo egoísmo del Siglo 21

¿Tratar a tu perro como a un humano?… crueldad y profundo egoísmo del Siglo 21

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En pleno siglo XXI, la forma más aceptada de mostrar lo que queda de humanidad para el grueso del mundo es –irónicamente– recurrir a las mascotas. Actualmente, un termómetro estándar para medir la calidad humana y los valores de una persona no es la solidaridad, el odio a la desigualdad, el apoyo a las causas o el combate a los problemas creados por el hombre, sino la aplicación de un sistema moral deseable sobre los demás seres vivos, especialmente en los perros por su exitosa domesticación, proceso sin igual en todo el reino animal.

Por: Alejandro López / Cultura Colectiva





Todos conocen a alguien que trata a su mascota como si fuera una persona. Ofrecerle comida directamente de la mesa o alimentarlo con productos pensados para el consumo del hombre, vestirlo o ponerle un disfraz y hasta invitarlo a dormir en la misma cama, todos comportamientos humanos que distorsionan la relación entre hombre y perro; sin embargo, lo que aparenta ser una conducta cariñosa y preocupada por el bienestar de la mascota, puede derivar en un problema con graves implicaciones en la salud animal.

En suma, un “dueño responsable” comparte cada instante con sus mascotas con la misma vara que con el resto de los seres humanos, provocando una terrible confusión y un daño al animal cuando su objetivo es justamente lo opuesto. Los dueños humanizan a sus perros bajo una premisa fundamental y terriblemente egoísta, por supuesto, sin saberlo; en su afán por satisfacer todas las necesidades del can, olvidan que se trata de un animal y lo llenan de artilugios humanos como medio para alcanzar la felicidad.

Los perros que tienen una atención excesiva de sus dueños son mucho más sensibles a los estímulos negativos y suelen desarrollar síntomas de ansiedad como diarrea, colitis, gastritis o desnutrición ante cualquier cambio. Al mismo tiempo, su jerarquía gregaria entra en conflicto con la organización nuclear de la familia humana. Un perro nunca podrá respetar las reglas de casa si es humanizado, no porque sea “rebelde” o “desobediente”, sino porque su naturaleza le ordena ser parte de una manada y aceptar el rol jerárquico que juega en ella. Cuando se trata bajo estándares humanos y pensando que se trata de un ser pensante, el perro entra en una confusión mayor que provoca desórdenes de conducta, pues es incapaz de aceptar juicios de valor humanos y se posiciona en el escalafón más alto de la manada.

Prestar atención todo el tiempo a un perro y sobrecargarlo de estímulos es una excelente forma de convertir a un cachorro en un animal ansioso, que responderá negativamente cuando se encuentre solo y pasará un mal rato llorando, destrozando todo cuanto se encuentre a su paso con una mayor tendencia a convertirse en un animal agresivo, sectario y antisocial, sólo dispuesto a convivir con su dueño y las personas de su entera confianza.

Tratar como humano a una mascota es maltrato animal, de la misma forma que dar un trato animal a cualquier persona es considerado maltrato humano. La relación histórica entre perros y humanos se sustenta en la conveniencia de ambos y como tal, es un principio básico de respeto a la naturaleza de cada especie viva dar el trato que cada especie requiere según sus necesidades biológicas y no confundirlos.

El profundo egoísmo del hombre ante el frenético modo de vida actual, las obligaciones, la soledad o cualquier desorden mental dan como resultado en el siglo XXI una nueva forma de maltrato animal: la humanización de las mascotas.

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