Manuel Malaver: Julio Borges frente al reto más crítico de su carrera

Manuel Malaver @MMalaverM
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Muchas tormentas simultáneas capea el presidente de la AN y Coordinador Nacional del “Primero Justicia”, Julio Borges, en este mes y medio final del 2017, como pueden ser evitar la aparición de dos fracciones opositoras en el organismo legislativo, pasar la página de la catastrófica derrota electoral del 15-O y evadir la responsabilidad de otro fracaso en una nueva negociación con Maduro en República Dominicana que no tendría por qué resultar diferente a las que ya conocemos.

Borges es un político moderado, calculador, frío, casi siempre silencioso, difícil de sacar de sus casillas una vez que asume políticas que podríamos llamar convicciones, creyente en el diálogo o la negociación como un instrumento en cuyo desarrollo las partes pueden encontrar bondades que no vieron en su comienzo, y por tanto, decidido a jugarse la última carta con la que, pienso, puede preservar o perder el liderazgo de la oposición venezolana.





En la actual situación debe cuidarse, no solo del gobierno que lo ve como un tipo incómodo difícil de controlar y manipular, sino también de otras fracciones opositoras que, según el espectro en que se ubiquen, lo perciben o como el típico apaciguador, o como un hipócrita que no pierde de vista la posibilidad de lanzarse a la presidencia de la República ahora mismo, en el 2018.

Pero igual de complicada se ve la situación en su partido, en “Primero Justicia”, donde, de un lado, Capriles explotó criticando la forma en que se fue a las regionales, sin previsión y a la cola del viejo zorro, Henry Ramos, y Juan Pablo Guanipa, que está emergiendo como un líder nacional, básicamente, porque enfrentó al gobierno, a la ANC y a la MUD.

Varias veces he oído a políticos de diversos orígenes, rangos, generaciones e ideologías comparar a Borges con Caldera, pero puede ser por su capacidad de esperar agazapado, sin importarle demasiado las coyunturas que le puedan sobrevenir a “Primero Justicia”, pero eso sí, siempre y cuando su liderazgo quede limpio, intocado.
Por “Primero Justicia” han pasado líderes como Leopoldo López, Gerardo Blyde y Carlos Vecchio, pero todos tratando de olvidar a “Julio” y sin revelar si les cayó bien o mal,

Pero eso es solo parte de la historia, porque sería injusto no reconocerle a Borges su capacidad para darle un puño a la mesa, una patada a la lámpara como dicen y plegarse a políticas radicales si lo cree necesario para que el movimiento opositor y su partido avancen, mientras le producen rajas a la dictadura.

Tal ocurrió, por ejemplo, el 6 de enero pasado, tan pronto asumió la presidencia de la AN y se propuso recuperar a la oposición de un knock-down no diferente al actual y que también involucraba a un diálogo fracasado y un abandono de la calle igual al que realizó la MUD después del fatídico 30-J cuando Tibisay Lucena anunció que el gobierno “había ganado” las elecciones para elegir “constituyentes” con 8 millones de votos.

Recordando a aquel Borges, el del 6 de enero pasado, lució con la calma y cálculo de siempre, pero sin dejar de señalar y profundizar la enorme crisis que ya hacía metástasis en el país, los errores de la oposición al perder la ofensiva al ir a un diálogo sin garantías y llamando a recobrarla, ahora, cuando se hacía urgente destituir a Maduro “por abandono del cargo” y convocar a Venezuela a aplicarle el artículo 333 de la Carta Magna que permisa la rebelión popular contra un gobierno forajido al margen de la Constitución y las leyes.

Recordaré, también, el efecto reunificador en la oposición del discurso de Borges y la manera cómo incidió para que el pueblo volviera a la calle, así como la declaratoria de “guerra a muerte” de Maduro contra la AN y, sobre todo, contra aquel nuevo presidente y Coordinador Nacional de “Primero Justicia” que, demostraba que “la calma” y “la cordura” podían ser igual de incendiaras si emergen en contextos que imponen la rebelión como el único recurso para recuperar la democracia.

Julio Borges en la presidencia de la AN y Freddy Guevara en la vicepresidencia, ha sido quizá la mejor dupla que ha conocido en su historia reciente el Poder Legislativo y la que logró de manera más rápida y efectiva que el pueblo volviera a la calle y arrinconara a una dictadura que, como nunca, echó mano a la represión, pero pagando el enorme costo de quedar aislada y enjuiciada en tres poderosas instancias internacionales: la OEA, la ONU y la UE.

No sería necesario insistir en los meses de abril a julio en que la oposición le aplicó al totalitarismo los golpes más demoledores que había conocido hasta entonces, que merecieron apoyo y solidaridad en todo el mundo y que le ha impreso un significado histórico más hondo a las luchas de los pueblos del siglo XXI contra los remanentes del marxismo que aún sobreviven en este y otros continentes.

En lo que sí quiero detenerme es en la estrategia equivocada que los principales partidos de la MUD, “Primero Justicia” y “Voluntad Popular” básicamente, le imprimieron al movimiento y que consistió en no avanzar en una ofensiva que derrocara a Maduro, sino en una política “disuasiva” por la que, la presión nacional e internacional lograrían que Maduro, no solo se sentará a negociar sino que aceptara la mayoría de las peticiones que le formulara la oposición para entregar el poder después de unas elecciones.

Objetivo que, al frustrarse porque Maduro, de acuerdo a su naturaleza marxista, no va a ceder ante otro argumento que no sea la fuerza, empujó a la oposición a colgarse de la soga corrediza de las regionales que, le permitió al dictador, no solo perpetrar el segundo fraude electoral “histórico” en menos de dos meses, sino recuperar el terreno que había perdido a raíz de las elecciones del 6D del 2015.

Quiere decir que, cuando el próximo 6 de enero, Julio Borges, le entregue la presidencia de la AN a un nuevo líder que saldrá de las filas de “Voluntad Popular”, dejará al Poder Legislativo del país y a la oposición en una situación tan precaria como los encontró.

Por eso es tan importante preguntarse por el futuro de uno de los líderes democráticos fundamentales de los últimos 20 años y sin cuyo concurso es imposible que el país logre, ni en el corto ni en el mediano plazo, desafiar a la dictadura como sucedió en abril y julio pasados.

La gran pregunta es: ¿Borges permanecerá de brazos cruzados ante el avance del madurismo y las fuerzas que lo apoyan dentro y fuera de la MUD en la destrucción de Venezuela o pronunciará un “Vuelvan Caras”, el grito glorioso con el que el general José Antonio Páez logró que un ejército que huía regresara con una moral de victoria y le aplicara a las fuerzas de Morillo una derrota que fue importantísima para cambiar la suerte de la guerra y de la independencia?.

¿Renunciará Julio Borges de todas todas a las políticas disuasivistas y postergacionistas y aprenderá que la dictadura de Maduro no negocia y dialoga sino para ganar tiempo, dividir a la oposición y así engañar a fuerzas nacionales e internacionales que se prestan a sus marramucias y trapacerías?

Desde luego que, es temprano para responder a estas preguntas, máxime cuando la negociación en República Dominicana con Maduro conoce una nueva fecha para comienzos de diciembre y el 6 de enero del próximo año, Borges, entregará la presidencia de la AN, pero como estamos frente a un político que, al par de moderado es calculador, no nos extrañaría que Borges emprendan, desde la Coordinación Nacional de “Primero Justicia”, una nueva recuperación de la AN y de la oposición que deben significar, por sobre todo, regresar a la lucha sin cuartel contra la dictadura y olvidándose de espejismos como las regionales donde el gobierno irá solo si tiene garantizada la ejecución de un nuevo fraude.

Pero más allá de coyunturas como las presidenciales Borges, desde la posición donde esté, debe trabajar por una Unidad de la oposición que no incluya a los partidos que han dado muestras de que su política no es derrocar a Maduro sino cohabitar con él.

También es urgente reforzar a la AN, convertirla en el único Poder Legislativo del país y realizar la agenda que desde el 2016 se le prometió a Venezuela, como es nombrar un nuevo CNE y declarar que solo ese organismo puede convocar las elecciones para elegir un nuevo presidente de la República.

Estrategia que solo puede avanzar con la creación de un gobierno paralelo, alternativo o alterno en que la AN debe empezar a gobernar para los venezolanos que somos mayorías en un 80 por ciento y no podemos admitir que una dictadura marxista nos condene a la esclavitud.