José Luis Zambrano Padauy: ¡No estoy exagerando!

José Luis Zambrano Padauy: ¡No estoy exagerando!

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Nuestra amada Venezuela se pierde en una enrarecida construcción gramatical, en la que impera el nuevo complemento circunstancial de tristeza. Es un ahogo presupuestario sin paréntesis y sin acotaciones delirantes, que ya no cuenta con el relleno de la inagotable controversia para cautivar a través del discurso político, ya agotador, vacío e inconvincente en los medios.





La nación se sintetiza en hambre, economía dislocada, pérdida de la sensatez —en términos de acción y reacción— y enfermedades sin resoluciones. Todo un sistema de caos y de confusiones compartidas, provocando la huída a diario; la emigración de puertas abiertas y las nuevas relaciones familiares en la distancia.

Mercedes partió junto con su esposo hace poco más de dos meses a Santiago. Tiene el corazón poblado de nostalgias y la sensación descarnada por dejar la patria. Por ahora resguarda sus títulos como un amasijo incierto en un armario y labora como nana en un hogar apacible de Chile. Llama constantemente a su hermano Fernando en Venezuela para mitigar su incertidumbre, mientras labra tiempos mejores con el esfuerzo rotundo de ser extranjero.

Sus recursos son menguados todavía, pero suficientes como para enviar una remesa pequeña, que se hace grande por el envilecido sistema cambiario de nuestra nación. “Te deposité bastante para que no te falte nada en estos meses”, musitó Mercedes por el hilo telefónico, sopesando sus palabras con el orgullo infalible de darle solución a las carencias.

“Con eso no logro mucho. Esto se ha vuelto insostenible. Es una locura. Ha cambiado más de lo que imaginas. En dos meses todo se volvió impagable”, respondió Fernando con aire desdeñoso, consternado ante la ausencia de dinero en sus bolsillos. “Creo que exageras. Este monto es suficiente”, repuso ella con voz endurecida, pues lo enviado no lo ganó ella en un año como maestra de un plantel en Venezuela.

Él se tomó un respiro para contestar, soltando seguidamente vocablos bruscos, con un tono perentorio: “¡No estoy exagerando! Cuando te fuiste, un café costaba 600 bolívares. Hoy pasa los cuatro mil. ¿Qué puedo comprar con mi sueldo? Entre mi salario y la cesta tique no llego a los 500 mil. Con eso me compro cinco pollos, si es que los consigo. No te imaginas la situación”.

En octubre la canasta alimentaria llegó a dos millones 727 mil 606 bolívares, mientras el dólar paralelo se asestó este mes sobre los 70 mil y el país está por debajo de Cuba en índice de libertad económica. Mientras, esa guerra tan mentada por el Gobierno, se libra con balas de salva y con la ignorancia de los perversos atenazados al poder.

“Como regularon la carne de res, ahora se consigue sólo la de cerdo, que llega a 100 mil el kilo. Realmente aquí hay hambre de la buena. Cuento los días con ansias, para poderme irme también de aquí. Esta situación no la resuelve ni que un brujo se ponga capa y calzoncillos”, dijo Fernando abatido, con la voz rota, mascullando entre dientes su desconsuelo y con la esperanza empolvada debajo su melancolía.

La patria de Bolívar vive actualmente su peor momento histórico. Las posibilidades se complican en el tumultuoso e insólito deterioro de una nación con las más importantes riquezas del orbe. En la actualidad, se encuentra hasta entrampado en un default internacional. A su vez, el alto costo de la vida está alimentado por las medidas erradas y el forzar acciones totalitarias. Una población aterrada de vicisitudes y de las mismas malas noticias en los supermercados. Carestías y precios impagables. Mientras, se siguen desperdigando los profesionales en el mapa mundial, partiendo azorados por la indignación.

Ante estos escenarios, se resuella la ofuscación y la necesidad de respuestas profundas a este laberinto turbio. Pero las calamidades no son eternas. La devolución del buen juicio se genera cuando se fuerza la barrera de la paciencia. Hoy esa muralla se ha hecho trizas y la población cansada podría resolver su catástrofe, sin mediar en otro razonamiento que no sea la libertad.

 

MgS. José Luis Zambrano Padauy

Director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”

[email protected]

@Joseluis5571