¿Por qué la generación millennial rechaza usar la píldora anticonceptiva?

¿Por qué la generación millennial rechaza usar la píldora anticonceptiva?

Foto: Archivo
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La píldora. La amas o la odias, pero hay muchas posibilidades de que la hayas tomado alguna vez. En sus días de auge, representó la liberación de la mujer frente a los embarazos no deseados, ya que les permitía actuar libremente y con seguridad por primera vez en la historia. Sin embargo, si eres de la generación millennial (nacida aproximadamente entre 1982 y 1996), posiblemente tu opinión sobre el medicamento sea algo más compleja, publicó Vogue.

De hecho, las mujeres más jovenes están prescindiendo de la píldora a pasos agigantados. Un estudio del NHS (servicio nacional de salud) del Reino Unido concluye que el uso de métodos voluntarios de contracepción, píldora incluida, entre el número de mujeres que acuden a los servicios de salud sexual y reproductiva se ha reducido en más de un 13 % entre 2005 y 2015. Los datos nos sorprenden poco: basta con hacer una búsqueda rápida en Google y los resultados que nos topamos son alarmantes, desde artículos que exponen una posible vinculación entre la píldora y el cáncer a afirmaciones mucho más descabelladas como que “las píldoras anticonceptivas que tiramos por el escusado están creando peces transgénero”.





Y esto sin entrar a mencionar los efectos adversos que sufren diariamente muchas mujeres, como cambios de humor, hinchazón y aumento de peso entre los más conocidos de una larga lista. En esta época de creciente obsesión por la salud y el bienestar, las jóvenes simplemente prefieren no tener que aguantar todos esos síntomas. “Hace unos cuantos años decidí hacerme vegana porque empecé a tomar conciencia de lo que me metía en el cuerpo”, cuenta Abbie, presentadora de radio de 26 años. “Por entonces, aún seguía tomando la píldora y me pareció que era incongruente con mi nueva opción vital. Lo único válido era ponerme a buscar un método de anticoncepción alternativo”. No es de extrañar que tantas mujeres estén dando la espalda a la píldora en un momento en el que la contracepción hormonal sufre cada vez más rechazo culturalmente al tiempo que se reclama una mayor autonomía sobre el propio cuerpo.

El problema quizá radique en que la píldora no ha sabido adaptarse a los tiempos. A su llegada –fue en Gran Bretaña en 1961–, se le asoció una actitud de ‘lo que no mata, engorda’. Pero existe el argumento contrario de que, en realidad, algo sí que ‘mata’. Las fisuras que antes se enmascaraban con su halo de importancia social son ya difíciles de ignorar debido a su presencia más que masiva. Combinado con la era de la información –en la que todo aquel que tenga acceso a internet se convierte en experto de la noche a la mañana–, dichas grietas se vuelven cada vez más profundas.

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