Fallas de gestión y mantenimiento ocasionan escasez de agua en Venezuela

rio Caroni

 

A Venezuela no le faltan fuentes de agua potable. Hay cinco grandes cuencas hidrográficas, entre ellas la del río Orinoco, que se comparten con los países fronterizos, que la ubican entre las 11 naciones latinoamericanas más favorecidas por la existencia del recurso, con 42.547 metros cúbicos por persona, por año, reseñó Correo del Caroní.





El ingeniero hidráulico, profesor de la escuela de Ingeniería Civil y vicepresidente de la Asociación Internacional de Investigación Hidroambiental, Arturo Marcano, disertó sobre la potencialidad del agua en Venezuela y los retos a superar, en la XVII edición del foro Guayana Sustentable, organizado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) Guayana, este 23 y 24 de noviembre.

El problema de Venezuela no es de escasez de agua sino de severas fallas de gestión y mantenimiento. “Si no hay inversión en la renovación de los sistemas, podemos llegar a escasez de agua”, precisó Marcano. En virtud de la puesta en marcha del Arco Minero del Orinoco (AMO), la contaminación de la cuenca del río homónimo y sus afluentes con el mercurio utilizado para los procesos, supone un grave riesgo para el país.

“El agua vale más que el oro”, fue la conclusión final de Marcano, quien insistió en la necesidad de mejorar hacia una gestión integrada de los recursos hídricos de todo el país, tema que se ha olvidado. Las consecuencias de ello son la poca inversión y mantenimiento en las plantas hidroeléctricas y acueductos, y su consiguiente efecto negativo en los servicios básicos.

Sobreexplotación hidroeléctrica

Las bondades del agua no se tomaron por sentado. Venezuela está todavía entre los primeros 10 países del mundo con mayor potencia instalada, con 18.000 mega vatios reflejados en el complejo hidroeléctrico nacional. Sin embargo, las estructuras y los equipos tienen más de 30 años, víctimas del desgaste.

La poca inversión en los sistemas termoeléctricos han determinado la política de sobreexplotación de los embalses y represas hidroeléctricas, al momento de las últimas tres grandes sequías que ha vivido Venezuela en el nuevo siglo.

Los racionamientos eléctricos fueron consecuencia de ello. El posterior alivio indiscriminado del embalse de Guri, que provocó inundaciones en toda Ciudad Guayana, también. “Todo lo que vivió la población era evitable de haber dosificado las descargas durante el año”, aseguró Marcano con respecto a las más de mil personas afectadas por la crecida histórica del Caroní.

La sobreexplotación también afecta acueductos y sistemas de distribución del agua potable, cuya capacidad instalada no creció conforme lo hizo la población y las urbanizaciones. ¿La consecuencia inmediata? Perennes fallas de presión del recurso en varias ciudades del país, en la que está incluida Guayana.

Cuenca del Caroní

El lago de Macagua tiene cuatro grandes descargas de aguas servidas: colectores Santa Rosa, Toro Muerto, La Sucia y Los Olivos. Todos caen en un caudal que no cuenta con planta de tratamiento de aguas, pero de donde se capta el recurso para distribuir a la mayoría de Puerto Ordaz y San Félix.

La situación es similar en el resto del país, y ninguna de las cuencas hidrográficas cuenta con un plan de avanzada para su aprovechamiento y preservación, de acuerdo con la ponencia del experto.

Marcano refirió un planteamiento de 2004, diseñado para la gestión y monitoreo de la cuenca del río Caroní, y para el que se pidió financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero no hubo respuesta satisfactoria de la institución. El proyecto quedó reducido a la biblioteca de la UCAB Guayana.

Los problemas expuestos reflejan que Venezuela se aleja de los objetivos de desarrollo sostenible dispuestos por la Organización de Naciones Unidas (ONU), en cuanto a la gestión de recursos hídricos, que incluye la indiscriminada aplicación del AMO en 112.000 kilómetros cuadrados del territorio nacional. “El agua vale más que el oro”, recordó el ingeniero Arturo Marcano, insistiendo en la necesidad de que se revisen las prácticas mineras para preservar el recurso más preciado que tenemos.