Juan Guerrero: Crecer con hambre

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Los altos índices de pobreza extrema y desnutrición severa en la población infantil son aberrantes. Y si a ello se le agregan las estadísticas de malnutrición en sectores de adultos mayores, las cifras son escandalosamente dantescas.

Hablamos incluso, de estadísticas sobre desnutrición intrauterina o malnutrición fetal. Esto ya ocupa una dimensión mucho más dramática, si se comprende que aun sin haber nacido el futuro venezolano tendrá una vida de privaciones, al convertirse en un ser de segunda o tercera categoría. La desnutrición infantil en Venezuela ya sobrepasa el 11,4% (Cáritas Venezuela, abril 2017). De continuar, y sin un plan concreto del Estado, se prevé que para finales de año alcance el 20% (su crecimiento es de 0,8 a 1% mensual).





Pero si esto ya ha despertado las alarmas de las agencias internacionales que están listas para actuar y prestar socorro a esta población. Desde el régimen nada se hace sobre atención urgente para enfrentar semejante crisis. Porque la desnutrición infantil está matando niños y es una responsabilidad directa del Estado venezolano.

La población sometida a esta atrocidad está creciendo aceleradamente en regiones, como Zulia o Vargas, donde a la desnutrición se le suman otras tragedias, como la escasez de agua, la aparición de enfermedades infectocontagiosas que habían sido controladas, o el desmembramiento del núcleo familiar.

Es posible que  esta población, sometida hoy a una brutal falta de alimentos y nutrientes, pueda recuperarse. En el pasado se desarrollaron proyectos exitosos, como la Fundación para el Desarrollo de la Infancia y sus diferentes Centros (Fundeli/Cedeli) en el estado Bolívar, hacia 1992. Con una organización interdisciplinaria de especialistas, se demostró que aplicando una atención individualizada e integral, estos niños y jóvenes podían ser rescatados, aunque su proceso de adaptación social y escolar eran más lentos.

Pero hace 25 años la población era menor y los recursos materiales del Estado eran mayores. Ahora la situación es muy cuesta arriba. La población es mucho mayor y el Estado está prácticamente en bancarrota o como algunos entendidos afirman, se ha fracturado y no funciona. Por lo tanto, toca a las instituciones paraestatales, como las universidades y centros de investigaciones, organismos privados nacionales, organizaciones no gubernamentales y demás agencias internacionales, la urgente y profesional participación para atender esta crisis, que de llegar al 30% de desnutrición, se convertiría en un desastre nacional o como simplemente se le llama, hambruna.

Desde nuestra experiencia como asesor en el área de lectura y escritura y su vinculación con la desnutrición, esto que mencionamos tiene mayor relevancia que estar enfrascados en diálogos para llamar a elecciones de cualquier tipo. La vida de un niño venezolano tiene más importancia que la promoción de una candidatura para alcalde, gobernador o presidente.

Se trata ahora de salvar vidas. No estamos hablando tampoco de denunciar detenciones arbitrarias de políticos, estudiantes o de torturas. De por sí denigrantes, humillantes y censurables. Se trata de neonatos, niños y preadolescentes que todos los días caen en el círculo de la desnutrición o del “hambre oculta” y terminan posteriormente en la morque de cualquier destartalado centro hospitalario.

Es un llamado urgente a quien o quienes leen estas líneas. En Venezuela mueren niños por desnutrición y quienes sobrevivan, portarán hasta que mueran las secuelas de ese atroz fantasma. Serán muy posiblemente seres con un bajo coeficiente intelectual, y débiles cuerpos que siempre presentarán complicaciones en su desarrollo físico y mental.

En Venezuela las estadísticas sobre desnutrición infantil nos están dibujando a un venezolano del siglo XXI abúlico, de bajo peso y talla, psicológicamente traumatizado y triste, y académicamente minusválido. Mientras la sociedad del conocimiento altamente competitiva se acelera en el resto del mundo, Venezuela se estanca con una población enferma, prematuramente envejecida, y llena de supersticiones y odios ancestrales.

Tengamos consciencia del descomunal esfuerzo que habrá de hacerse para superar esta condición de subdesarrollo mental.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1