Juan Guerrero: Los más olvidados

Juan Guerrero: Los más olvidados

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Si la muerte de un solo niño del hospital J. M. de los Ríos, en Caracas, por desnutrición o falta de medicinas, ya es un hecho alarmante. Cómo podríamos calificar a aquellas muertes de niños que en centros hospitalarios, como el Hospital Pediátrico Menca de Leoni, en San Félix, estado Bolívar, ocurren semanalmente por falta de alimentos y medicinas.

Pero si esto es espeluznante y dantesco, lo que está ocurriendo en las diversas comunidades indígenas del territorio venezolano es para denunciarlo como verdaderos crímenes de Lesa humanidad. Y en esto, es el Estado venezolano el responsable directo por esta catástrofe humanitaria que está diezmando a la población infantil indígena de las diferentes culturas, tanto en la Guajira venezolana (Wayü), como en los estados Amazonas (Yanomami) y Delta Amacuro (Warao).





Poco o nada se sabe de estos hechos. Los medios de comunicación y articulistas, generalmente se enfocan en los dramas de la desnutrición de niños en las ciudades venezolanas. Situación que, obviamente, debe denunciarse y atenderse. Sin embargo, desde hace ya varios años vienen ocurriendo violaciones de los derechos humanos, por falta de alimentos y medicinas, en todas las comunidades indígenas de Venezuela.

Ya en 2011 denuncié en un artículo (Warao Witu:   http://www.reportero24.com/2011/04/19/juan-guerrero-warao-witu/ ) la deplorable situación de abandono de familias indígenas en el basurero de Cambalache, de Puerto Ordaz. De esa fecha (2011) la situación se ha venido agravando al punto que, entre la falta de alimentos y medicinas, la cantidad de niños indígenas en grave riesgo de morir aumenta semanalmente. Pero lo más grave y alarmante, es la presencia de enfermedades no tradicionales, como el VIH-Sida, en comunidades como San Francisco de Guayo, en Delta Amacuro.

La falta de alimentos hace que familias enteras se desplacen para las dos grandes ciudades cercanas, como son Maturín y Ciudad Guayana (San Félix-Puerto Ordaz) quedando expuestos a todo tipo de enfermedades, desde sarampión, sarna hasta paludismo y Sida. En los hospitales de esa zona, Guaiparo y Uyapar, generalmente son tratados como escoria social. Y ello porque no hablan español y la existencia de un marcado desprecio a esta cultura. Lo doloroso es que no existen ni reportes ni estadísticas sobre mortalidad infantil, por desnutrición y por enfermedades como las mencionadas.

Es prácticamente nula la presencia del Estado venezolano en las regiones más apartadas de estos estados, y las universidades apenas si mantienen la presencia de sus recién egresados (realizando sus pasantías) sin medicinas ni equipos adecuados para atender emergencias médicas.

Ante esta ausencia existen grupos de la sociedad que se han estado organizando, entre profesionales, para ayudar en esta tragedia humana. Sin embargo, el riesgo de repetir errores de décadas pasadas está en el ambiente. La vieja práctica del paternalismo de Estado que dio paso, años después, a la visión de asistencialismo, vuelve a estar presente.

Recuerdo que en los años ‘70s., el Estado venezolano promovió la llamada Conquista del Sur, con la Comisión de Desarrollo del Sur (CODESUR) del ex ministro José Curiel, en el primer gobierno de Rafael Caldera. El resultado fue un abandono de profesionales en plena selva del Amazonas, como le sucedió a Rafael Castillo, maestro agrícola, quien vivía cerca de Manapiare, esperando la rueda de repuesto para el tractor. Ya después de 6 meses, ni el repuesto ni su quincena aparecieron.

Por no decir siglos, son años de abandono de estas culturas indígenas. Y las modernas ONG’s que están trabajando en esas zonas, deben entender que la relación con otras culturas se promueve desde un acompañamiento permanente, donde, desde la horizontalidad de saberes, se logra la aceptación de ambas culturas. Además, y quizá lo más delicado, en el caso de ayuda sociosanitaria y médico asistencial, es prioritario partir de estudios socioantropológicos. Ya en esto ha habido casos catastróficos, como fue la presencia de las llamadas Nuevas Tribus, tanto en Amazonas como en Delta Amacuro. Comunidades enteras fueron fracturadas por la introducción de creencias religiosas (catolicismo vs protestantismo) así como la introducción de enfermedades de transmisión sexual, alcoholismo, entre otros, que son normalmente fenómenos presentes en nuestra cultura.

Es loable la labor que estas organizaciones realizan. Sin embargo, y aun cuando pareciera que realizando recolección de alimentos, medicinas y ropa, y después, llevando a esas apartadas zonas esas donaciones. Así como la instalación de clínicas móviles, y hasta quirófanos, pudiera ayudar a paliar el drama humano de los indígenas. A mediano plazo, como ha sido demostrado en estudios ulteriores, la situación se agrava y reaparece con otras características, normalmente más graves. Es el caso del Sida entre la población indígena, tanto entre adultos, jóvenes y niños.

De esto último nadie o escasamente alguno que otro osado comunicador social, se ha atrevido a presentar relatos que medianamente describen la catástrofe humanitaria que están viviendo las comunidades indígenas en Venezuela. Son, como ya lo he dicho en otros escritos, los más pobres entre los pobres y desamparados venezolanos.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1