Así se refleja en el mercado la irrefrenable espiral de la hiperinflación en Venezuela

Así se refleja en el mercado la irrefrenable espiral de la hiperinflación en Venezuela

People shop at a vegetable street market in Caracas, Venezuela November 13, 2017. REUTERS/Marco Bello
Cada semana los precios aumentan 50 por ciento REUTERS/Marco Bello

 

“Menos mal que compraste carne el domingo”, le dice Jimmy a una cliente el martes antes de volver a rotular la lista de precios que marca un incremento del 25% en una semana, publica  BBC Mundo.

Daniel García Marco y Dalila Itriago
BBC Mundo, Caracas





Venezuela, que atraviesa una severa crisis económica, ha pasado ya de la inflación a la hiperinflación y en la calle se refleja en alzas de precios constantes, productos desaparecidos de los anaqueles, mercado negro y zozobra en comerciantes y clientes.

El dato más aceptado en la literatura económica para catalogar la hiperinflación es el de un aumento mensual del 50% de los precios.

El gobierno no da datos oficiales, pero diversas firmas económicas de Venezuela aseguran que ya se ha alcanzado esa cifra.

En BBC Mundo monitorearon durante dos semanas el precio de varios productos básicos en el mercado popular de San Martín, en Caracas.

Es un microcosmos que refleja el caos económico de un país en el que la inflación, el desabastecimiento, la falta de divisas para importar y el control de precios conforman una tormenta perfecta.

En las dos semanas analizadas, del martes 21 de noviembre al martes 5 de diciembre, el resultado por productos fue el siguiente:

-Un cartón de 15 huevos pasó de costar 100.000 a 150.000 bolívares, un 50%más

-El queso duro, de 85.000 a 148.000 bolívares el kilo, un 74% más

-Las cebollas, de 35.000 a 60.000 el kilo, un 71,4% más

-La carne de cerdo, de 138.000 a 245.000 el kilo de chuleta, un 77,5%.

Los números muestran la situación de hiperinflación que sacude con especial virulencia a los venezolanos en esta época de Navidad. Detrás de las cifras hay algunas historias que explican mejor los efectos.

Jimmy, el charcutero

Mientras Jimmy corta pedazos de carne de cerdo, responde una y otra vez la pregunta de cuánto cuesta.

Es martes y le acaban de traer mercancía. Ya ha borrado el tablón de precios. Luego lo remarcará. De nuevo. “A veces los estoy cambiando hasta dos veces a la semana”, dice.

La carne ha llegado a un precio más elevado. Su precio de venta sube porque el de compra sube, porque a su vez el precio del alimento del cochino y del transporte suben. Una espiral sin fin con el verbo subir como eje.

Jimmy recuerda que hace un año el kilo de carne estaba en 6.500 bolívares. Este martes, en 245.000. Eso es una inflación anual del 3.400%, muy por encima de la calculada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las firmas de estudios económicos de Venezuela.

Un kilo de chuletas cuesta como un 40% del salario mínimo, cifrado tras la última subida en algo más de 456.000 bolívares, poco más de US$4 en el cambio en el mercado paralelo, el de referencia en las calles.

Jimmy se beneficia de que el cerdo no está regulado. A su lado, los puestos de vendedores de pollo y carne de res, productos de precio definido por ley, están vacíos, cerrados.

El señor Luna lleva 31 años vendiendo res en este mercado. Habla con BBC Mundo con los brazos apoyados en el mostrador. No tiene nada que hacer. No llegó carne.

Afirma que el precio de regulación establecido por el gobierno nacional no ofrece margen de ganancia. “La verdad es que estamos obstinados (molestos). No estamos haciendo nada y aquí lo que venimos es a gastar”, comenta con un tono entre molesto, triste y resignado.

La carne de res, a 49.000 bolívares el kilo, según la reciente Ley de Precios Acordados con los sectores productivos, es oficialmente mucho más barata que un cartón de huevos o un kilo de queso.

Pero o no se encuentra o se vende en el mercado negro a quien esté dispuesto a pagar un sobreprecio.

Yolanda, la señora del puesto de huevos

Yolanda tiene unos 70 años y regenta junto a su hijo un pequeño puesto en el que vende miel y huevos. Se inventa su nombre porque, como muchos otros en el mercado de San Martín, tiene miedo.

Su hijo casi fue detenido por unos agentes de la Guardia Nacional que, fusil en mano, visitaron el mercado el 25 de noviembre junto a los funcionarios de la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde), una suerte de “policía de los precios”.

Siga leyendo en BBC Mundo