Cuando Culminen las “Fiestas”, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

Cuando Culminen las “Fiestas”, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

thumbnailJuanCarlosRubioVizcarrondoCuando culminen las fiestas, la ansiedad dentro de nuestros cuerpos se asomará en toda su intensidad.

Cuando culminen las fiestas, ya no tendremos oportunidad para seguir negando a la realidad.

Cuando culminen las fiestas, el peso de tener que tomar una decisión sobre seguir viviendo en un pandemonio recaerá sobre nuestros hombros.





Así es como los venezolanos llegaremos hacia el 2018. Nuestro caos político, económico y social ha ido poco a poco destruyendo nuestras vidas, pero por lo pronto no parece haber mayor reacción de nuestra parte. ¿Por qué será? ¿Es por el halo vacacional decembrino? ¿Será porque ya nos hemos rendido a un mísero destino? Quiero pensar que nuestra ciudadanía es una guerrera que está tomando un respiro ante tanta batalla, duelo y traición. Ahora bien, estemos conscientes, el tiempo es corto para el descanso porque la ruina que enfrentamos es letal y beligerante; una alimaña que libra una lucha sin cuartel contra nuestros sueños y aspiraciones.

El dolor ya nos une pero parece que nos uniese en impotencia y parálisis, en una especie de estado de pánico que no nos deja enfrentar al miedo. ¿Cambiará esto en el 2018? Pienso que tenemos al fin al cabo una de tres elecciones bastante precisas: la asimilación definitiva de la vida de la corrupción de poca monta para conseguir productos, la pasadera de pulgares por capta huellas, la espera perenne por cajas de comida o perder la vida en las calles; la lucha de quien no tiene nada que perder; y la lucha de quien tiene todo por ganar. El primero se explica muy bien por sí mismo, todos los venezolanos ya lo tienen como su día a día. El segundo implica que se ha llegado al llegadero, la hecatombe de la hambruna en masa que transforma en bestia a cualquiera. La tercera, la única sublime entre nuestras opciones; significa la acción popular de masas a través de todos los sectores de la vida nacional, tanto en el país como en el exterior.

Si entre nuestras elecciones la segunda y la tercera se quedan mudas, entonces efectivamente habremos renunciado a la dignidad y autoestima residual que, inclusive en esta hora, aún retenemos. Si la primera elección, aquella de la conformidad del cabizbajo y el derrotado; triunfa entonces podríamos declarar que el tejido social de la sociedad venezolana se ha dañado irreversiblemente. No seríamos la nación del Libertador, no seríamos la nación promotora de libertades, seríamos, en definitiva; la nueva nación esclava del continente americano. Si ocurre lo contrario, la segunda elección, o mejor dicho la necesidad, puede llevarnos tanto a la salvación como la gran consolidación del desespero anárquico, o lo que es decir; una patria perdida entre perniciosos conflictos intestinos. Por su parte, la tercera elección es la única que de forma ordenada pudiese llevarnos a puerto seguro: la consolidación de un nuevo pacto social hacia la institucionalidad democrática.

Sin embargo, si luchamos quedará por verse el porqué estaríamos luchando. ¿Sería por tener un sistema que nos de cajas de comida y nos regale dinero de forma más eficiente? ¿Sería por tener un sistema que nos permita progresar y valernos por nosotros mismos? La motivación para nuestro accionar es clave porque ésta a su vez sentaría las bases de la Venezuela futura. En este orden de ideas, tenemos que dilucidar qué somos y qué queremos, tendremos que elegir entre ser los esclavos subsidiados de la renta petrolera hasta que perdamos a la democracia de nuevo, o dejar de lado a nuestras apetencias más destructivas y darle paso al mérito y a las libertades.

Si de algo sirven estas navidades privadas de color y júbilo es para reflexionar. El vacío en el corazón por los familiares que no están, las tradiciones que yacen incumplidas ante la necesidad, los regalos que no podemos darnos inclusive a nosotros mismos. Todas estas son la cosas que deben impulsarnos hacia la lucha que sabemos que debe ser emprendida. Lo que nos está pasando es real y no se va a ir, no se va a ir yendo a la playa, tomando alcohol o trabajando hasta el cansancio. Cuando culminen las fiestas sin uvas con las que pedir deseos, cuando las agujas del reloj pasen las 12, no habrá más ante nosotros que el peso de la responsabilidad histórica.

@jrvizca