Griselda Reyes: Venezuela necesita perdón y reconciliación

Griselda Reyes: Venezuela necesita perdón y reconciliación

 

Cuando los hermanos colombianos estaban negociando la paz, tras cinco décadas de horrores que desangraron a un pueblo entero y provocaron una ola de desplazados sin precedentes para ese país, el Papa Francisco les dejó estas sabias palabras: “No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias”.

Antes de que culmine 2017, quisiera tomar prestada esta misma oración del Sumo Pontífice y dedicarla a los dirigentes políticos tanto del gobierno como de oposición y al venezolano común, de a pie, que hoy sobrevive a la peor crisis económica y social de nuestra historia, pero que además está inmerso en un reconcomio generalizado que pareciera no tener fin. “No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias”.

Perdonar es fundamental para lograr la reconciliación de nuestro país. Perdón y reconciliación son condición sine qua non para construir la Venezuela que soñamos y merecemos.

Y para lograrlo debemos comenzar por respetar el criterio del otro, entender su posición (aunque no la compartamos) y crear conciencia ciudadana. En democracia, es posible convivir con distintos puntos de vistas aunque no coincidan. Venezuela lo demostró durante tantos años cuando se alternaban las organizaciones políticas en el poder.

No hay un solo venezolano que, en su sano juicio, quiera algo distinto a la paz y la reconciliación. Queremos paz, pero no impuesta a punta de plomo, de elecciones manipuladas, de chantajes de perder beneficios sociales adquiridos si no se vota a favor del partido de turno, o a punta de sembrar miedo en una población que sale a protestar para exigir respeto a sus derechos fundamentales.

Queremos una paz concertada, una paz verdadera, derivada de un desprendimiento sano de intereses particulares en pro del beneficio colectivo. Para lograr esa paz tan deseada, hay que perdonar de corazón y ceder, sí ceder, porque cuando hay amor verdadero se renuncia al orgullo, al egoísmo y a la mezquindad.

Si nuestros líderes políticos del gobierno y la oposición hiciesen un examen de conciencia, reconocieran sus errores, dejasen de lado sus intereses particulares, abandonaran las acusaciones mutuas que no llevan a ningún lado, entendieran que hay puntos de vista distintos y tomaran lo bueno de cada uno de ellos, podrían comenzar a sentar las bases para construir esa Venezuela de oportunidades que queremos y por la cual muchos estamos dispuestos a trabajar.

Convivencia. Una palabra de cuatro sílabas con un gran significado: vivir en compañía de otras personas diferentes a ti, bajo condiciones de armonía y serenidad. Esta práctica está basada en la tolerancia, el respeto y la solidaridad. Los seres humanos, por naturaleza, somos sociables e interactuamos constantemente. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptarnos con nuestras diferencias?

Mahatma Gandhi decía “El odio y la intolerancia son los enemigos del correcto entendimiento”. A nuestros dirigentes que hoy están sentados en una mesa de negociación les pido que hagan un acto de contrición, asuman sus responsabilidades, pidan perdón al país por los errores cometidos y el daño causado y rectifiquen, en beneficio de 30 millones de personas que no merecen vivir en las condiciones en que están viviendo.

Todos somos profundamente humanos, todos cometemos errores. Errar es de humanos, rectificar es de sabios. Los líderes deben ser ejes de reconciliación no de destrucción; los líderes deben edificar no destruir; los líderes deben orientar no imponer.

En Venezuela, hoy más que nunca, es prioritario recuperar la armonía, la paz, la tolerancia y la convivencia y para lograrlo debemos pasar por ese proceso de perdón y reconciliación.

Durante los últimos cuatro años la crisis económica y la violencia se han exacerbado y han cobrado centenas de vidas. Nuestra economía simplemente colapsó, ya no hay aparato productivo, la escasez de alimentos y medicinas escaló a niveles nunca antes registrados, atentando contra la soberanía nacional, hoy se sobrevive por las exiguas importaciones y la hiperinflación acabó con cualquier poder adquisitivo. Casi tres millones de venezolanos han huido de nuestro país en busca de un mejor futuro y muchos de quienes se quedan terminan reprimidos, encarcelados o, en el peor de los casos, muertos por soñar con un mejor país.

Nadie puede negar que la mayoría de los venezolanos quiere un cambio de gobierno, un cambio de dirigencia, un cambio de rumbo que permita construir prácticamente de cero el país. Es hora de reinventarnos como Nación.

Formo parte de esa mayoría que no se siente identificada ni con el Gobierno ni con la actual oposición, pero que desea ver un país de desarrollo y bienestar, que quiere ver trabajando en Venezuela y no fuera a esta generación que hoy se forma en las universidades contra todo pronóstico, que exige paz y un nuevo liderazgo para dirigir la nación.

Formo parte de esa mayoría que cree en salidas pacíficas, democráticas y electorales, no en guarimbas, golpes de Estado ni intervenciones militares extranjeras; que cree en la producción nacional y en el incentivo al sector privado, no en las expropiaciones, confiscaciones e invasiones de propiedad privada sin sentido; que cree en la educación como la herramienta más poderosa para sacar adelante a una nación, no en la manipulación de una masa por el hambre y la necesidad; que cree en el perdón y la reconciliación como procesos necesarios para alcanzar la paz y el desarrollo, no en rencores, soberbias ni mezquindades para sostenerse en el poder o repartirse cuotas de él.

Hoy vemos a voceros de gobierno y oposición hablando de “diálogo” y de “paz”, y no son capaces de ceder sus intereses personales por el bien de Venezuela, se niegan a dar su brazo a torcer por el orgullo de no reconocer que se equivocaron y que necesariamente deben rectificar. Por un lado, dicen una cosa y por el otro declaran que nada cambiará, que se mantendrá el mismo CNE para las elecciones presidenciales y que no se permitirá bajo circunstancia alguna la apertura de un canal humanitario para el ingreso de alimentos y medicamentos al país, alegando razones ideológicas que a nadie interesan.

Es hora de que quienes están en el gobierno hagan un examen de conciencia, se den cuenta que han cometido muchos errores y dejen de culpar a otros de sus incapacidades. Reconocer que se han equivocado es un paso hacia el perdón. El perdón es una opción personal que no necesita de la colaboración de la otra persona, pero la reconciliación sí es un proceso de dos.

Mientras la indolencia se apodera de los “voceros” de gobierno y oposición, millones de venezolanos sobreviven con una comida diaria o hurgando la basura para encontrar algo con qué engañar al estómago; decenas de niños y ancianos mueren en hospitales por desnutrición o enfermedades asociadas a ella; decenas de niños, adultos y ancianos fallecen por falta de medicinas o atención médica; miles de personas pierden la vida anualmente a manos del hampa común o el crimen organizado; y miles y miles de venezolanos salen mensualmente por aire, mar y tierra buscando oportunidades en cualquier parte del mundo.

Es hora de que alguien escuche y atienda las demandas de un pueblo que está padeciendo. Comencemos a trabajar desde nuestros hogares en el perdón y la reconciliación para tender puentes que nos acerquen y no construir muros que nos alejen. El cambio empieza en cada uno de nosotros.

Aprovechemos estos últimos días de 2017 para iniciar la transformación. Hablemos en familia, saquemos lo que no nos gusta, aceptemos nuestras diferencias y comprendamos que la mayor riqueza está en la diversidad de pensamientos, perdonemos nuestras ofensas y hagamos el propósito de aceptarnos, de tolerarnos para lograr una sana convivencia. Luego traslademos el ejercicio hacia nuestro vecindario, sitios de trabajo y casas de estudio, poniendo cada quien su granito de arena.

Hagámonos un propósito de año nuevo, pidamos a Dios un sacudón espiritual y moral para los 30 millones de venezolanos (gobernantes incluidos), que nos despoje de los egoísmos y nos permita construir consensos. Con el concurso de todos es posible edificar una Venezuela de perdón y reconciliación, de inclusión, de progreso, de paz y de unión. ¡Lo mejor de Venezuela está por venir, no tengo dudas de eso!

Quisiera terminar con esta frase pronunciada por el ex presidente de Guatemala Álvaro Arzú Irigoyen: “No podrá emprenderse nunca un proceso de paz si no madura en los hombres una actitud de perdón sincero. Sin este perdón, las heridas continuarán sangrando, alimentando en las generaciones futuras un hastío sin fin, que es fuente de venganza y causa de nuevas ruinas. El perdón ofrecido y aceptado es premisa indispensable para caminar hacia una paz auténtica y estable”.

¡Feliz 2018 para todos ustedes y que este nuevo año toque nuestros corazones y los abra al perdón y la reconciliación por amor a Venezuela!

Lic. Griselda Reyes

En Twitter, Instagram y Facebook @greyesq

Exit mobile version