Domingo Alberto Rangel: Colaboración pero de clases

Domingo Alberto Rangel: Colaboración pero de clases

Domingo Alberto Rangel @DomingoAlbertoR

 

En el contexto actual es vital y patriótico si se quiere, replantear el discurso, especialmente para contrarrestar la lucha de clases que hoy día caracteriza el lenguaje de la política nuestra.

Habrá a estas alturas quien observe que ese concepto es característico del marxismo clásico, una vez alabado en cadena de medios por Hugo Chávez.

A quienes creen saberlo todo les recuerdo dos cosas: Una, que Machiavello, quien fue consejero de monarcas y poderosos, prefiguró la lucha de clases varios siglos antes que Carlos Marx, y, segundo, que no puede haber lucha sin al menos varios participantes o adversarios que generalmente no solo se detestan sino que buscan parecer diferentes cuando se puede.

Con esto quiero decir que tanto en el gobierno como en la Mud hay quienes practican la exclusión del adversario como política.

Otro aspecto que enturbia el entendimiento es el Diálogo en Dominicana que cual herramienta civilizada uno lo apoya aún sin muchas esperanzas.

Pero: ¿Cómo puede haber lucha de clases en Venezuela cuando las principales fuerzas están sentadas conversando… buscando según dicen “soluciones”?

Planteadas las cosas de esta manera cabe repetir la frase de Cantinflas… “Allí está el detalle”.

Por supuesto que Diálogo hay pero… pero vaya diálogo entre participantes casi todos armados con puñales y frascos de estricnina bajo la manga… esperando cada quien un descuido del adversario para exterminarlo.

Y desde luego que en Dominicana también hay buenas pécoras y se sientan a dialogar… pero esas bellas almas se han dejado chantajear, sobre todo aquellas pertenecientes a políticos de las nuevas generaciones, por minorías violentas y vocingleras que han logrado torpedear cualquier acuerdo en pro de la gente.

Esa ha sido su egoísta política y la han impuesto los violentos a pesar de ser 4 gatos y 4 gatas.

A ver, en el seno del gobierno existen radicales que sueñan con la Toma del Palacio de Invierno para instaurar un régimen socialista al ciento por ciento merced a la pobreza extrema que llevaría a las masas hasta el punto de implorar su bolsa Clap.

Este punto de vista lo expresa una minoría minúscula en el seno del 30 % que apoya a Nicolás Maduro.

En la oposición que curiosamente sigue mostrándose incapaz de nuclear el 70 % restante de la población que rechaza al gobierno de Maduro, la inmensa mayoría no cree que el Presidente deba ser derrocado por vía distinta y violenta, a la que ofrece la Constitución.

Este grupo, al contrario de los talibanes del gobierno son mayoría en la oposición donde los radicales nunca han levantado cabeza según apuntan las encuestas más confiables.

Sin embargo esa mayoría increíblemente y por falta de líderes, se ha dejado chantajear por quienes se divierten haciendo guerras de guerrillas dentro de la Mud… en la creencia de ser capaces de sacar del poder a Nicolás Maduro… incluso este año.

Esa gente fue desenmascarada aunque la mayoría piense lo contrario, por Timoteo Zambrano –el mejor operador internacional que tiene la Mud- quien en estos años ha sido fiel a su propio pensamiento y forma y actuar… y no soy abogado defensor de nadie ni publicista gratuito.

El replanteo que hoy propongo implica desechar esa versión de la lucha de clases que aflora cada vez que a cierta clase de opositores, guerreros del teclado muchos, les da por hacer comentarios racistas, celebrados por sus seguidores, llamando “mono”, “burro” o “analfabeta” a cuanto oficialista aparece en los medios… solo porque sus figuras no nos recuerdan a Fernando VII.

Es la misma lucha de clases que desde la otra orilla de la mesa sale a flote cuando el extremista del oficialismo llama “pelucón”, “mariquita” o “explotador” al opositor que gusta lucir traje y corbata… que no aliña el discurso con alaridos, groserías y lugares comunes.

En este escenario que ya es recurrente, pienso que es patriótico trabajar en organizar una oposición útil, distinta diametralmente a la Mud y muchísimo mejor. Capaz de ganar elecciones presidenciales.

Una oposición que valientemente plantee colaboración de clases en vez de lucha estéril –lean bien los que suelen acusar a todo el mundo de colaboracionista, no es lo mismo-, capitalismo y democracia.

Una fuerza policlasista, moderna y dispuesta a derribar poco a poco las barreras que durante casi sesenta años, sobre todo en los últimos quince, han entorpecido el enriquecimiento de nuestra sociedad que hoy ve con nostalgia cómo se marchan los más jóvenes hacia países más prósperos.

¡Si la sociedad venezolana se muestra incapaz para derrotar los chantajistas de la violencia… más temprano que tarde terminaremos viviendo como Adan y Eva… pero en un país comunista!

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